Capítulo 13

2024 Words
Fue el comienzo de una relación intensa y tormentosa. Carolina, siguió trabajando para Deiby, pero nunca más recuperó su anillo de esmeralda y de oro blanco, que le había regalado Orlando. Deiby, para reemplazar el anillo, le obsequió uno que llevaba grabado su nombre Deiby Hunter. Y una noche, mientras hacían el amor en su apartamento se lo colocó en el dedo, para dejar sellado que le pertenecía, como si le dijera con este anillo que lleva mi nombre me perteneces ahora y siempre Carolina... Era una declaración de posesión y de amor, la amaba de una forma loca e irracional y ferozmente posesiva y hasta machista. Carolina vio el anillo y pensó que era hermoso. —Oh, es precioso, es un ópalo... —Sí, pero tiene mi nombre, mi sello, no lo olvides y no será nuestra sortija de bodas... —le advirtió muy serio. Ella sonrió y lo besó, llevaba dos semanas haciéndole el amor todos los días y tenía la sensación de que era toda una vida, de que la conocía de mucho antes y a medida que pasaba el tiempo comprendió que era la mujer que siempre había esperado, por eso nunca antes se había enamorado. Carolina, era una mujer suave, dulce, cariñosa más tierna que sensual, pero Deiby, esperaba desper esa mujer apasionada que vivía dentro de ellos, convertirla en una amante apasionada pero no era tan sencillo. Las primeras veces fue como hacerlo con una inexperta en la intimidad supo que nunca permitía que su ex le hiciera caricias íntimas y que todo lo que no fuera lo tradicional le provocaba temor y vergüenza. Un día, en su oficina. Deiby quería hacerle el amor, sabía que ella no quería hacerlo en ese lugar y en una ocasión habían reñido por eso pero al verla de falda corta y con una blusa transparente se excitó. Era su novia, su mujer y la tenía cerca. ¿Cómo diablos haría para resistir la tentación?. Además era temprano, estaba lleno de energías y su m*****o aguardaba erguido y desesperado por tener buen sexo mañanero... La llamó con cualquier excusa a su despacho, ella entró con expresión interrogante y la puerta se cerró con estrépito. Ella lo miró sonrojada al ver su sonrisa y ciertas palabras que dijo en un susurro “ven muñeca, tengo un regalo para ti” —Deiby, por favor, no hagas eso, sabes que no... sabrán que estamos encerrados—se quejó ella escandalizada. Deiby sonreía y la llamaba entre susurros mientras se abría la camisa despacio. —Ven, será rápido. Nadie nos verá... no hay nadie en el piso ahora y la puerta está cerrada... Carolina, miró a su alrededor como si pensara que alguien los veía, pero no tuvo tiempo a nada. Deiby, la sentó en sus piernas mientras abría su blusa con besos y antes de que pudiera protestar sintió que entraba en su cuerpo como un demonio. Atrapada, mareada y excitada y asustada de que alguien los viera sintió deseos de matarlo, de correr. —Hey tranquila, mi amor, no digas nada, si gritas nos verán... y luego—dijo él y la penetró un poco más, siempre más, haciéndola sentir su poder y vigor mientras atrapaba su cuerpo y sus labios llenánandolos de besos. No gritó, hacía tiempo que le pedía de hacerlo en la oficina, siempre quería hacerlo, era fuerte, insaciable, tan sensual y esa mañana la retuvo encerrada en su despacho durante horas llenando su vientre con su placer. Deiby, no sabía lo que era esperar y ella también deseaba hacerlo como una adolescente, atraída por lo prohibido. Sin embargo a pesar de que cedió a sus deseos luego pensó “Pudieron vernos, alguien pudo ver algo, qué vergüenza” y corrió, salió de la oficina poco antes del almuerzo sin que nadie la viera. No podía quedarse allí se sintió muy mal. No regresaría. No podía hacerle eso, no podía tomarla en su oficina, a toda hora como si fuera su esclava s****l. Aunque en el fondo a ella le gustaba que lo hiciera así, que la reclamara como de su propiedad. Deiby no intentó detenerla, algo lo distrajo entonces y no creyó que estuviera molesta o enojada, sabía que lo había disfrutado y luego, horas después se enteró de que Carolina se había marchado sin decir a donde iba en pleno horario de trabajo. ¿Entonces se habría enojado? La llamó a su celular y al no tener respuesta fue a su apartamento. Sí, estaba furiosa, y lo miró diciéndole que no iba a regresar a la oficina. —Yo no soy un objeto que puedes tomar cuando se te antoje para satisfacer tus necesidades Deiby, pensé que era algo más pero veo que no soy mucho más que las chicas que salían contigo—le reprochó. —Eso no es verdad y lo sabes mí amor, me moría por hacerlo contigo, sufro como un demonio todos los días porque no puedo tocarte, ni siquiera me dejas besarte. Y no es solo sexo, sabes que no es así—le respondió tomando su mano. Ella lloró al ver que iban a reñir otra vez, nunca antes había tenido una relación tan intensa y pasional. Dios, era solo sexo todos los días, sexo y más sexo pero ella lo amaba, estaba loca por él... Deiby, se acercó al verla triste y la abrazó robándole un beso apasionado y Carolina, no pudo resistirse; lo amaba tanto. Lo amaba y lo sentía en cada poro de su piel, al respirar, nunca podría vivir sin él pero en ocasiones al ser tan sensual y dominante la abrumaba. Y antes de que pudiera decírselo él la arrastró a la cama para hacerlo de nuevo, en su apartamento desnudándola de prisa y rompiendo sus bragas para poder sentir su olor y también algo más... —No, no, déjame—protestó ella espantada. Nunca permitía que sus besos llegaran más allá de su cintura y él no quería obligarla pero había llegado el momento de atreverse, si no tenía su sexo, si no se deleitaba con su sabor no sería suya por completo. —Tranquila mi amor, relájate... Te gustará. Ven aquí muñeca, no escaparás, esta vez no...—dijo y atrapó sus manos en un arrebato para besar su cuerpo sin que nada se interpusiera. Ella tembló al sentir su boca atrapando su sexo, siempre había creído que el sexo de esa forma era algo sucio y Orlando, se había rendido; sabía que ella no lo haría y punto. Pero Deiby despertaba en su cuerpo algo que no podía controlar, deseo, deseaba estar con él y a pesar del arrebato de ese día en la oficina lo había disfrutado, cada segundo como ahora sentía que volaba mientras él se excitaba mucho más dándole esas caricias húmedas, marcando su vientre, su piel con sensaciones intenensas, imborrables. Cerró los ojos y se quedó quieta, ese hombre la arrastraba a la lujuria, al descontrol, no sabía cómo pero tenía un poder sobre todo su ser... Pero añoraba su m*****o inmenso, quería sentirlo en su interior, estaba tan excitada que casi se lo suplicó, pero él no le hizo caso; tenía su tesoro para deleitarse, no la dejaría escapar tan pronto. Solo un poco más le rogó excitado al límite al sentir su respuesta; ese néctar lo embriagaba, lo volvía loco y solo cuando sintió que gemía con desesperación y su hermoso tesoro se estremecía en oleadas de placer la dejó en paz. Carolina, cayó rendida, sintiendo que había volado por sus caricias, y por el deseo de sentir su miembro.Deiby lo liberó; inmenso, poderoso y ella se incorporó para tocarlo, excitada y mareada por la lujuria del momento. —Ven, acércate, no temas... No te morderá—dijo él y ella obedeció. Solo sería un beso, era tan suave, tan fuerte e inmenso, era su esencia de virilidad... Sus labios lo tocaron vacilante para darle un beso lento, inseguro. —Así, mi amor, despacio... siente su suavidad, su calor... él te ama, te adora, ¿Lo sabías?. Estaba tan excitada que ese beso tímido se convirtió en algo más, sabía que se estilaba hacer el amor de esa forma, ella nunca se había atrevido con Orlando, pero ahora era diferente. Deiby, quería recibir caricias, quería poseer sus labios, su boca, todo su cuerpo y despacio lo lamió como si fuera un dulce. Era tan suave y delicioso, pudo sentir unas gotas de su respuesta mientras lo engullía un poco más y lo apretaba con sus labios rojos. Deiby la guió suavemente, mientras acariciaba su cabello y gemía al sentir esos maravillosos labios devorando su m*****o desesperado. Pero solo serían caricias esa vez, no debía apresurarse, quería que lo disfrutara, que lo deseara... Debía detenerla o lo haría en su boca en cualquier momento y no podía, no esa vez. El sexo era un aprendizaje y ella recién empezaba a descubrir los caminos del placer... Sonrió y le rogó que se detuviera. Ella lo miró sorprendida y obedeció algo desconcertada, quería seguir brindándole caricias que lo volvían tan loco pero él tenía otra urgencia: le hizo el amor duro y parejo hasta hacerla gritar de placer y en un arrebato atrapó sus caderas para hundir su inmensidad en su vientre por completo; rápido, urgente... Estaba más que listo para rematarla, oh, ese día se quedarían encerrados haciendo el amor, al diablo el trabajo, la empresa. En esos momentos no había nadie más en el mundo. Carolina gimió por el impacto, se moría por hacerlo de nuevo y respondió a sus embestidas acompañándolo en el vaivén intenso. —Oh Deiby, creí que iba a desmayarme nunca pensé que sería así...—le confesó. Y su cuerpo volvió a estremecerse de nuevo— Oh, te amo Deiby,te amo” le susurró mientras lo apretaba contra su cuerpo y pensó que su felicidad sería completa si esa relación se volviera formal un día. Ser su esposa, darle hijos, vivir juntos... pero sabía que él era un hombre muy celoso de su soltería, su independencia y la idea de tener hijos lo asustaba tanto como caer en la rutina. Y como si leyera sus pensamientos sonrió de forma maliciosa. —¿Me amas? ¿De veras? ¿Me amas como amante o como tú hombre?—le preguntó. Carolina, lo miró confundida, en ocasiones no entendía por qué le decía esas cosas. —Te amo de la única manera que se puede amar Deiby, te amo tanto que no me importa nada más, solo estar contigo—le respondió. Deiby, la rozó más fuerte, adoraba a esa mujer, y la satisfacción de hacerle el amor era algo más que físico, estar con ella y sentir que le pertenecía se había vuelto una necesidad tan apremiante como respirar. Él también la amaba, con toda su alma. Y mientras estallaba en placer y la apretaba contra la cama la besó susurrándole que la amaba. Carolina, no lo podía creer y lloró emocionada al oír esas palabras y él observó sus ojos tiernos brillaron, con mucha intensidad, pensando que la había amado mucho antes de dormir con ella, tal vez desde el primer instante en que la vio, si eso era posible, sabía que era verdad. La amaba y quería tenerla en exclusiva, que fuera su mujer, su esposa, suya para siempre pero antes de eso pasara debía tener certezas, debía luchar por llegar a un equilibrio en la relación. Y si se casaba no sería para tener una familia numerosa, la quería a ella sí; dulce, apasionada, su compañera, pero nada de niños que pudieran robarle su atención. Pero claro él jamás lo admitiría y no habría tolerado verse desplazado por un bebé. Sabía que ella soñaba con tener hijos, muchos, más de uno y menos de cinco, él reía tan divertido como espantado por la idea. Suspiró mientras besaba su cabeza y la cubría con una manta, le gustaba tanto verla dormida, parecía un ángel, su ángel, suya... con su anillo era casi de compromiso y su cuerpo, su alma, todo le pertenecía y no quería compartir su triunfo ni su amor con nadie.
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