Capítulo 11

3379 Words
TODO estaba preparado para la fiesta sorpresa que le harían a Deiby Hunter, por su cumpleaños. Deiby andaba de muy mal humor por qué le molestaba que le celebrarán el cumpleaños o que lo felicitara. ¿Manías de solterón? Nadie lo sabía con certeza. Lo cierto es que había mucho movimiento entre el personal de la empresa, la Señorita Carolina estuvo muy dispersa esa mañana, nada atenta a las tareas y él se preguntó qué demonios le pasaba. Había un brillo especial en sus ojos, parecía mirarlo de reojo, como si quisiera decirle algo y no se atreviera. Y cuando a media mañana Carolina, despareció como por arte de magia, pensó que era el colmo. ¿Dónde estaba? La llamó a su celular y vaya, lo había dejado en su oficina junto con su bolso. Bueno, no quería exagerar. Tal vez se había sentido indispuesta y... Un llamado a su oficina alteró aún más sus nervios. Al parecer había ido un inversor sin anunciarse y no hablaba inglés y no sabían dónde diablos encontrar a alguien que hablara inglés en toda la empresa. Se sintió furioso y fue él mismo a atenderlo, pero cuando salía de la oficina se encontró una sorpresa mayúscula. Al parecer habían convertido la sala de encuentros en una pista de baile donde había una banda y varias pareja de bailarines bailando "La Java" mientras de fondo una improvisada coreografía de mesas de bar decía “Feliz cumpleaños Jefe”. Se detuvo tentado, le gustaba mucho los bailes típicos de Francia, verlos bailar, le parecía muy agradable y su sorpresa fue aún más fue ver a Carolina con una falda larga de color rojo, sombrero me y una camisa blanca bailando “La Java " en compañía de otro empleado, el hijo de un socio, un joven alto muy guapo a quien le quedaba muy bien el traje para bailar La Java. Eran la pareja principal, todos los miraban y aunque Carolina, parecía algo insegura al comienzo luego demostró que era muy buena bailarina; había tanta sensualidad, frescura en sus piernas moviéndose al compás, en su cuerpo girando, dejándose llevar por la música. Excepto que no soportaba ver a otro bailar con ella, le pareció notar que se le pegaba como mosca y en cada vuelta la rozaba... Bueno era un baile, estuvo prohibido en sus comienzos por la proximidad de las parejas en una época donde eso estaba muy mal visto. Hoy día había bailes mucho más sensuales y atrevidos... Su primo Freddy, al ver que tenía cara larga lo animó a participar y de pronto se encontró con la sorpresa de que todos esperaban que él bailara con Carolina, también. Y fue Freddy quien separó a la pareja mientras los otros lo animaban a bailar. Ella lo miró sonrojada y casi suplicante pero él dijo con voz altisonante: —Gracias por esta sorpresa, pero lo lamento, soy pésimo bailando y no sé bailar La Java. La joven se sintió despreciada y sintió deseos de huir, llorar, la idea era que él bailara con ella. Era parte del show, de la sorpresa pero no hubo manera de que el jefe se involucrara en el festejo, ni cuando apareció un pastel gigante con su nombre y las treinta y seis velitas. Ella sintió deseos de llorar, no podía creer que fuera tan aguafiestas, vaya, no había palabra mejor que esa, como si no quisiera saber nada de la fiesta que le habían organizado y solo pensara en regresar al trabajo. Pero no era así en realidad, y cuando estaba al borde de las lágrimas Deiby, se le acercó y le susurró “Gacias por esta sorpresa preciosa, no sabía que supieras bailar La Java”. Ella suspiró y lo miró vencida, sus ojos brillaban con intensidad y luego de felicitarlo por su cumpleaños le dijo ofendida: —No bailaste conmigo. Deiby se acercó y la abrazó por detrás, sabiendo que todos los miraban. —Si quieres que baile contigo ven esta noche a mi apartamento No quise que nos vieran y luego subieran las fotos en la web haciendo toda clase de bromas. Él pensó que ella no aceptaría, parecía tan escandalizada como si le hubiera propuesto irse a la cama en esos momentos, sin embargo sonrió con timidez. —Escucha, esta noche haré una fiesta de cumpleaños, algo muy íntimo, para familiares y amigos. ¿Quieres venir? Prometo que luego bailaremos La Java y te mostraré lo bien que sé bailar. Esas palabras la animaron de inmediato. Una fiesta de cumpleaños, entonces sí haría algo ese día. —¿Vendrás?. A las ocho y luego no te preocupes, te llevaré a tu casa si termina tarde la fiesta. Ahora por favor, regresa a la oficina que hay mucho trabajo. Esas palabras la espantaron. —Pero, no hemos probado el pastel. El frunció el ceño. —¿Pastel? No me gustan los pasteles de cumpleaños, son muy dulces.—dijo y observó su atuendo sexy de falda larga, chaqueta y blusa. Se moría por llevársela ahora a su casa y festejar su cumpleaños en grande, solo en su compañía, no quería otra cosa. Ella notó su mirada llena de deseo contenido, ardiente, vehemente y sintió que se excitaba y casi olvidó sus ganas de llorar porque no había querido bailar con ella. —Está bien, iré... pero no conoceré a nadie. Él sonrió con picardía “ ¿Y qué importa?. Me conoces a mí”, le susurró. Carolina tembló y el resto del día se le hizo eterno porque Deiby pasó la tarde encerrado con los accionistas y apenas pudo verlo. ¡Una fiesta! Entonces había decidido festejar, y no se había molestado por el baile, al contrario... Sin embargo al recordar que no había querido bailar con ella, se sintió mal, rechazada, todos esperaban que lo hiciera, ella esperaba bailar con él, había ensayado tanto con ese joven y lo hizo bien, tal vez cometió algunos errores pero al menos no pisó a su compañero de baile con los stilletto como tanto temía. Suspiró... Bueno, al menos la había invitado a su fiesta esa noche y dijo que bailarían con ella. Cuando llegó la hora estaba lista. Fue vestida con un traje sastre. No quizo ir vestida muy informal, no quería llegar con una falda corta a su apartamento, habría extraños y pensarían que era la nueva aventura de Deiby Hunter. Pero sí con tacos, la blusa blanca algo transparente y la chaqueta oscura le daban un toque más formal. Pendientes de perlas y una cadena, no solía maquillarse demasiado y prefirió usar rímel, un lápiz de labio color rosa y el cabello brillante. Al mirarse en el espejo se vio distinta, con más fuerzas, como si hubiera podido liberarse del pasado, y de toda la tristeza de ese año. Una nueva mujer, así se sentía, llena de energía, optimista, alegre, como lo había sido una vez hacía tiempo. Cuando llegó al apartamento de Deiby, estaba algo nerviosa, era tímida y en realidad enfrentarse a una fiesta y conversar con gente que no conocía la estresaba un poco. Pero diablos, debía vencer su timidez; era la fiesta del cumpleaños de Deiby, bien podía hacer un esfuerzo. Cuando Deiby la recibió estaba muy sonriente y relajado esperándola, con un vaso de whisky en la mano y música de los sesenta. Carolina lo saludó y le entregó un presente, jamás iba a un cumpleaños sin un regalo y le llevó algún tiempo decidirse por un libro, un libro de aventuras, best seller recomendado por un librero amigo suyo. No sabía si él leía con frecuencia, pero en su escritorio había visto varias novelas de misterios. Imaginaba que no siempre tenía tiempo ni recordaba comprarse los libros, trabajaba demasiado. Deybi tomó el libro y se lo agradeció, no lo tenía, solo había leído un libro de ese autor y le había parecido interesante. —Gracias—besó fugazmente sus labios para agradecerle y luego la presentó a sus amigos, eran pocos y estaban enfrascados en una charla alrededor de uno que hablaba de gente que ella no conocía. Un accidente de auto, el peligro de que en Francia se llenara de inmigrantes peligrosos... Luego llegó su hermana Sofía una joven rubia muy alta y flaca, modelo de una importante agencia, que estaba de paso por Francia, pues días después tendría un desfile en Nueva York. La presentó como Carolina su asistente, y Sofia la miró con sus ojos celestes sin mucho interés. Alguna chica de la oficina que salía con su hermano, una más... ¿Por qué la habría invitado? Un momento, ¿No era que Deiby, no salía con mujeres de la empresa?. Carolina sonrió y conversó un momento con Sofía. Luego llegaron más amigos con sus novias y ella decidió quedarse en un rincón cohibida con tanta gente extraña. Pero él se quedó cerca para servirle cerveza y sándwiches, no pudieron conversar demasiado porque esa noche Deiby era muy solicitado y seguían llegando amigos que al parecer no había invitado pero querían pasar un momento a saludarlo llevándole champagne o algún whisky añejo escosés su favorito. La hermana de Deiby, se le acercó para charlar al verla sola, sintió curiosidad además por saber cómo era, al notar que su hermano no dejaba de mirarla, de buscarla y no le hizo gracia que uno de sus amigos más cretinos en cuanto a mujeres se le acercara a charlar un momento antes. ¡Vaya! Era la primera vez que su hermano invitaba a una amiga a su cumpleaños y parecía una chica tranquila, decente, y muy tímida. Sofia tenía la habilidad de averiguar mucho en poco rato y no tardó en saber que trabajaba con Deybi, cómo su nueva asistente. Y a juzgar por la forma en que lo miraba estaba loca por él y era de las calladitas, las que parecían tontitas... Mujeres de poco carácter que a pesar de ser tan bobas (o parecerlo) siempre se quedaban con los peces más gordos; los hombres más ricos y guapos. Es que esa especie de macho dominante como su hermano no toleraba las mujeres exitosas, independientes, inteligentes, etc. Se inclinaban por chicas tranquilas, manejables, emocionales y muy fáciles de manipular. Sospechaba que esa chica sería la presa un tiempo, un juguete novedoso para jugar y luego... Es que a él nunca le habían durado las novias, era muy especial y sentía pánico al compromiso. Jamás se casaría ni tendría hijos, ella pensaba igual, eran espíritus libres, independientes, enemigos de la rutina y de los compromisos a largo plazo. Estaría con esa chica hasta que se aburriera, porque además no era ni rubia ni tenía cara de gata como las que le gustaban a él; ardientes, sensuales y que no le pidieran nada más que sexo... Sonrió mientras la ingenua Carolina, encantada de que su cuñada se quedara charlando con ella y animada le enseñó unas pulseras que había hecho ella con sus manos. Tenía algunas en su cartera y Sofia sonrió diciendo que eran preciosas pero ella prefería el oro, las joyas de fantasía no le atraían para nada; oro, diamantes, ópalos... Y esa chica tenía todo fantasía en su cuello, en las manos... Debía ser muy pobre. Bueno, debía sugerirle a su hermano que le obsequiara algo... Pensó con malicia. Pero de pronto se llevó una sorpresa mayúscula al ver que tenía un anillo de bodas en su mano. ¿Entonces Deiby se había comprometido con ella en secreto? Sus ojos celestes y muy saltones miraron la joya y no pudo evitar preguntarle al respecto. La chica castaña se sonrojó como si la idea de comprometerse con su hermano le encantara. —No, no es del Señor Deiby, es que... Estuve casada y conservé la alianza porque fue un regalo de novios. En realidad no sabía por qué conservaba ese anillo, debió quitárselo, arrojárselo por la cabeza a su ex, no lo hizo, le gustaba mucho esa piedra verde, en oro blanco, no por su valor sino porque era muy delicado. —Oh, ¿Pero tú eres casada?—debió imaginarlo, algunas casadas tenían relaciones clandestinas, hoy día nadie ponía cara rara por eso, en sus viajes había visto cada cosa. Los ojos castaños de la joven se agrandaron como si la idea de ser casada y salir con su hermano fuera algo muy escandaloso y se apuró a negarlo. —Oh, no, me separé a comienzos de año, estoy separada. Sofia, observó el atuendo, el maquillaje suave y de pronto notó que su hermano se le acercaba intrigado por esa conversación. Y cuando se iba poco después no dejó escapar el detalle del anilloby le susurro al oído: —Tiene anillo de casada... pero es muy agradable, una joven tranquila, bonita. Solo ten cuidado con su marido, a veces hay tipos muy celosos. A Deybi, no le hizo gracia ese comentario, ignoraba por completo lo del anillo, había notado que tenía una alianza sí pero había creído que era algún obsequio o... Jamás imaginó que se trataba del anillo de bodas. Al regresar habló con uno de sus amigos, quería que todos se marcharan lentamente, pues la fiesta era para ella no para los otros. Y no quería quedarse con el apartamento hecho un desastre, ni que se quedaran hasta la madrugada bebiendo y demás. Su primo Manuel, fue quien organizó la retirada llevándose a su esposa, sus primos y amigos y se cercioró de un último amigo de la empresa no entrara en el edificio diciéndole que Deiby, había salido esa noche, dando órdenes al portero de que no dejara subir a nadie. Carolina, observó que la reunión empezaba a dispersarse y en pocos minutos vio que solo quedaban Deiby y ella en el apartamento. Él cerró la puerta furioso y estresado, bueno no quería ser un cretino, se había divertido con las bromas de sus amigos, la música pero quería estar a solas con Carolina. La fiesta era para ambos, podía ver a sus amigos y parientes otro día, pero esa noche, ese día quería que fuera especial. Observó el caos y pensó en llamar a la mucama pero vio la hora; era tarde así que él fue quien sacó las botellas, los platos y bocados... —Dios mío,¡parecen niños! Dejaron todo hecho un completo desastre—se quejó Deiby. Carolina sonrió y lo ayudó a ordenar. —Vaya, tienes una mala opinión de los niños. Él la miró tentado. —Los niños son niños, pero estos tienen más de treinta, mira, mancharon la alfombra con vino... Además te confieso algo, no invité a nadie, solo a ti... De veras. Pero a media tarde comenzaron a lloverme llamadas de felicitaciones por mi cumpleaños y todos decían; oye, iré a verte, pasaré a saludarte, te llevaré vino importado... y así fue que se invitaron, hasta gente que hace mucho que no veo ni nada. —Bueno, pero es bonito tener la casa llena de amigos, me encantaría que pasara lo mismo en mi cumpleaños, muy pocos se acuerdan y tampoco me gusta festejar, prefiero salir a cenar fuera—le respondió ella mientras lavaba los vasos. —Oh, deja eso, guarda todo allí que mañana vendrá la chica del servicio—él parecía escandalizado al verla lavar vasos y platos en un santiamén. —No importa, es poco, así ya te queda ordenado. ¿Tienes alguna aspiradora? Sí, había una pero él no quiso que la usara. —Por favor, te han dejado un chiquero en ese comedor, siento ganas de llorar al ver esa alfombra tan bonita, se estropeará si no hacemos algo. No me cuesta nada, de veras. Sé manejar la aspiradora y prometo no romper nada. Deiby fue firme. Nada de aspiradora y tuvo que sacarla de la cocina y lo hizo sirviendo unos bocaditos y refresco. Puso música y se sentaron en el comedor, exhaustos, luego de una larga jornada. De pronto él le preguntó qué le había dicho su hermana Sofía, la conocía, y temía que la hubiera hecho sentir incómoda, la conocía bien. Carolina sonrió diciendo que su hermana era encantadora y muy simpática. —Creo que le dio pena verme en un rincón sin hablar con nadie, es que me cuesta un poco hablar con gente que no conozco y eran todos hombres, amigos que hablaban de gente que yo no conocía y tu hermana... Es muy simpática, no es presumida como lo son algunas modelos y me contó que pronto se irá a Nueva York. Deiby sonrió para sí, conocía bien a Sofía. —Mis padres querían que estudiara, eso del modelaje fue como un capricho, salía con un que la convenció de que se metiera en eso, que se operara... Yo no estoy de acuerdo con las cirugías, me agrada lo natural, pero bueno, al menos ha ganado un lugar y le va bien, viaja y como es inteligente mandó al demonio al tipo que la metió en esto y se consiguió un mejor representante. En fin. —Ella creía que el anillo era un obsequio y que nos habíamos comprometido en secreto, creo que la idea la asustó porque dijo que tú nunca te casarías, que no te gustaba nada la vida hogareña ni tampoco los compromisos a largo plazo. Típica frase de su hermanita. Deiby no respondió y encendió el equipo de música. Tenían algo pendiente; bailar La Java. Ella sonrió encantada ante la invitación, estaban solos y tenían una pista improvisada en ese inmenso comedor, corrieron muebles y... Bailar con él fue una experiencia grandiosa, porque bailaba mucho mejor que su compañero de trabajo, el joven con el que había bailado ese día y además estaba en sus brazos, muy cerca, tanto que podía sentir su corazón palpitar, su respiración agitada y sus ojos, en sus labios, lleno de deseo y de algo más. Y cuando la besó sintió una corriente de electricidad, algo tan fuerte que lo abrazó y respondió a su beso dulce y apasionada, tanto había esperado un momento para estar a solas ese día... Deiby la llevó por la improvisada pista, paso a paso y terminaron en el sillón besándose. Pero Deiby no estaba seguro de su respuesta, de si esa noche podría cumplir ese sueño largo tiempo acariciado; hacerle el amor, sentir que era su mujer, suya por completo. Y mientras se besaban en el comedor él se preguntó si ella volvería a rechazarlo y de pronto vio el anillo de casada y sintió rabia. ¿Por qué lo llevaba si ya no lo amaba, si no iba a volver con su ex? En un arrebato de celos se lo quitó y Carolina protestó sorprendida. —¿Por qué hiciste eso, Deiby? Es mi anillo favorito—se quejó y quiso buscarlo pero él la atrapó. —Es tu anillo de casada ¿Verdad? ¿Por qué aún llevas alianza? ¿No puedes olvidar a tu esposo? —la acusó. Ella lo enfrentó furiosa. —¿Tu hermana te lo dijo? Pensé que le había caído bien, ¿Por qué tuvo que decírtelo? —parecía al borde de las lágrimas. —No quiero que lo uses, eres mía ahora ¿Entiendes?. Y no soporto pensar que llevas un recuerdo de otro hombre. Iban a reñir de nuevo, era inevitable, o tal vez no. —¿Tuya? No soy tuya Deiby, todavía no, y no sé si algún día lograré entenderte. No quieres compromisos, ni niños, ni nada que sea duradero. Y ese anillo es una bonita joya, me la obsequió cuando nos casamos porque sabía cuánto me gustaban las esmeraldas y la conservé porque es bonita, no tiene nada que ver con que sea mi sortija de bodas. Él no estaba de acuerdo con eso. —La conservas porque todavía sueñas con que tienes un esposo, no puedes aceptar que estás separada, era tu sueño; un marido, una familia. Tal vez quieres volver con él, ha estado buscándote, porque un día comprendió que realmente te amaba y que no encontraría una mujer como tú. Ella se incorporó furiosa y de pronto lloró por su anillo y por esa nueva pelea que los separaba. La magia del baile, de sus besos, todo había quedado arruinado por sus celos. ¿Celos de qué? ......
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