Capítulo 10

2167 Words
Carolina, estaba en el trabajo como siempre. Deiby la notó triste, apagada y un poco distraída, varias veces se equivocó en las refacciones de las cartas y finalmente pidió permiso para salir antes. Deiby la alcanzó cuando estaba por llegaba a la puerta. —Lo lamento Señorita Carolina, no puede usted marcharse, hay demasiado trabajo y la necesito aquí—dijo en tono autoritario y una expresión que no daba opción a réplica. Ella lo miró suplicante. —Por favor Señor Deiby, no me siento muy bien hoy. Deiby, la miró fijamente de jefe que parecía decirle: “Usted ha venido a trabajar y no puede permitir que nada lo distraiga de sus obligaciones”. —Siéntese por favor, ¿Qué le pasa?. ¿En qué puedo ayudarla Señorita Carolina? —Nada. Señor, son sólo problemas personales y debo irme, lo lamento. Tomó su bolso, su abrigo se levantó y se marchó. Pero no se iría así, no lo permitiría. Iría tras ella. Carolina apresuro el paso nerviosa, no quería que nadie de ese edificio la viera llorar, luego le contarían a Deiby lo que estaba pensando. Todos parecían estar pendientes de ambos como si esperaran que tal vez ocurriera algo. Buscó los lentes oscuros mientras bajaba en el ascensor, se sentía mal y no entendía por qué diablos había ido a la oficina ese día, no debió hacerlo, debió quedarse en su casa. Se exigía demasiado. Cuando uno estaba triste mejor no hacer nada, ni salir a la calle porque seguro que todo saldría mal, había estado a punto de echarse a llorar en su oficina, en ocasiones era un hombre insoportable y autoritario. Y sin embargo le gustaba así, sentía que era un verdadero hombre y que toda su vida había estado al lado de un chico, un artista adolescente que jamás crecería. Al principio eso le había atraído de Orlando, pero luego cuando pasó todo aquello que la lastimó tanto él fue incapaz de hacer algo al respecto, nada más que huir a California porque a fin de cuentas su sueño de ser un director famoso podía más que todo. Maldita sea, el día que estuviera de nuevo con un hombre exigiría ser parte de su vida, de sus sueños, algo importante y no sólo un objeto para tener sexo. Y curiosamente en ocasiones sentía que para Deiby era eso, una mujer que deseaba llevarse a la cama y nada más, y como se le negaba mantenía vivo su entusiasmo. Y eso era lo que más le deprimía; estar atrapada en esa oficina cuando en realidad debía estar en su apartamento mirando el paisaje, o una película, o hacer cualquier otra cosa que no la estresara tanto. Cuando estaba por llegar al apartamento comenzó a llover, una lluvia horrible y torrencial y no había llevado paraguas ni nada. Se quedó parada allí mirando la lluvia sin saber qué hacer, su falda, sus zapatos, todo se estropearía y furiosa lloró, no pudo evitarlo. Las cosas no podían estar peor y decidió mojarse, ¿Qué más daba? Estaba reviviendo el dolor de la ruptura, y de lo ocurrido con su hijo. El médico le había dicho que podría tener otros hijos, solo que debía tomar precauciones, no significaba que volviera a perderlo... Orlando, había dicho que lo perdió porque era débil, nunca antes se lo había dicho. ¿Y por qué demonios tuvo que decírselo? De pronto sintió una voz familiar que la llamaba, cuando volvió ahí estaba Deiby, su jefe, al parecer quería llevarla a su casa, la invitaba a subir a su auto ¿Pero qué hacía allí? ¿La habría seguido?. Ella entró sin hacer preguntas, llovía y se sentía desesperada. Sí, estaba llorando y las lágrimas empañaban sus ojos mientras él manejaba a gran velocidad. ¿A dónde la llevaría? No quería estar sola en su apartamento y pensar, recordar, su cabeza daba vueltas y su compañía la reconfortaba. Deiby era su presente y esperaba que también su futuro, si es que podía... Deiby, detuvo el auto cerca de su apartamento y ella tembló. —¿Quiere venir a tomar una cerveza Señorita Carolina ? Creo que lo necesita. Sí, lo necesitaba pero quería darse un baño, cambiarse y no tenía ropa... —Le agradezco pero necesito en verdad es un baño, estoy toda mojada y quisiera ropa seca. Él sonrió. —Bueno, la esperaré si desea detenerse en su apartamento. Carolina asintió más animada, corrió a darse un baño y de inmediato se sintió mejor, mucho mejor. Se llenó de espuma, perfume y ropa cómoda, una blusa blanca y una falda larga de jean, más informal. Empezaba a hartarse de usar stilletto todos los días, de vestir siempre impecable, pulcra... En esos momentos añoraba la ropa cómoda, liviana, bonita. Tembló al pensar que iría a su apartamento y estarían a solas. Se moría porque pasara algo pero a su vez no se sentía del todo segura. Tenía un extraño presentimiento o tal vez era que lo deseaba tanto, lo deseaba y lo temía. Luego pensó de forma atropellada que hacía tiempo que no tomaba pastillas, luego de su embarazo... al diablo con eso, lo que temía era ese encuentro, que no resultara. Él fue puntual a buscarla y la invitó a cenar a un restaurant discreto, en la avenida Montaigne. Charlaron y bebieron vino tinto con un plato de Ratatouille y ensalada. Carolina, empezó a entrar en calor luego de beber la segunda copa le habló de su encuentro con Orlando como él tanto deseaba... Los ojos azules de Deiby, brillaron con un aire oculto de alerta. —Vaya, ese hombre no tiene límites, decir que le tendieron una trampa... ¿Y quién lo obligó a meterse con esa mujerzuela? Quién entra en esas cosas es porque le gusta—sentenció. Ella lo miró atenta a sus palabras. —En realidad no importa eso, habría ocurrido con el tiempo, nosotros teníamos problemas como muchos matrimonios y esas cosas pasan cuando hay oportunidad, cuando hay goteras. Yo no quería ver que habíamos caído en la rutina, que éramos como viejos conocidos pero la pasión, el enamoramiento, la pasión, eso se había perdido hacía mucho tiempo y no fue culpa de ninguno de los dos, simplemente pasó... y supongo que esa chica lo buscaba, esas actrices nunca les dura ni marido, ni novio y algunas son realmente unas desvergonzadas que duermen con los directores para conseguir un papel. Esas cosas suceden en la vida real, él mismo me contó una vez. Deiby bebió un trago de vino mientras la miraba con ojos de enamorado. El gesto de sus labios que delataba cierta tensión había desaparecido dando paso a la calma. —¿Entonces por qué te afectó tanto ese encuentro?—insistió él. Carolina se puso seria. —Es que siento una rabia espantosa cuando lo veo, jamás habría esperado un final como ese, ni que él actuara como lo hizo. Yo tenía mi vida estable, feliz, a pesar de todo tenía un marido bueno y leal, iba a tener un bebé y todo eso se hizo trizas en un momento, ese día tan horrible por culpa de esa aventura. Eso duele, da rabia. ¿Qué habrías hecho tú en mi lugar?. —Jamas, hubiese perdonado una aventura, por más amor que le tuviese a mi esposa. Y ante la menor sospecha de que mi esposa anda en algo raro... Pero no te atormentes preciosa, todo eso pasó por algo muy sencillo; él no era ese hombre maravilloso que tú creías, te engañó, y el destino de forma algo dura, pues te dio la oportunidad de darte cuenta. De haberte pasado más adelante, con hijos, habrías sufrido más y es mejor... Creo que una pareja debe estar bien antes de tener hijos, los niños deben llegar como broche de oro, no al revés, buscar bebés para solucionar problemas de pareja que no tienen solución. Sus ojos brillaron de emoción. —Pues yo quisiera tener muchos niños y un esposo, quiero recuperar la familia, el amor de un hombre al que realmente le interese... Es triste darse cuenta de que uno perdió parte de su juventud junto a una persona para la cual solo eras una amiga, una mascota querida pero para nada una mujer a la que sea ama por sobre todo. Pero al parecer los hombres aman más sus aventuras, su carrera, su fortuna que a una mujer. —Eso no es verdad, yo doy fe de que no es así. Ella se sonrojó al sentir la intensidad, la fuerza de esa mirada que parecía decir mucho más que sus palabras. —¿Por qué lo dices? ¿Acaso has amado a una mujer por sobre todas las cosas? —Si. —Carolina sintió celos al imaginarse que Deiby había estado tan enamorado jamás podría amar a ninguna como a esa misteriosa dama. —¿Y por qué no estás con ella, no te casaste?. Deiby, sonrió y tomó su mano. —Algún día te responderé, ahora no es el momento—dijo él y le preguntó si quería postre. Ella no quería postre, quería irse a su casa. No quería ser la aventura de ese hombre, su pasatiempo. Y cuando iban en su auto le rogó que la dejara en su apartamento. Deiby detuvo su auto y la miró. —¿Qué tienes? ¿Acaso he dicho algo que te ofendió.—quiso saber. La joven no respondió al principio pero estaba tan furiosa que no pudo controlarse. —Hace tiempo me invitaste a tu apartamento y como me negué te enojaste conmigo, me reclamaste como novio enamorado y me hiciste sentir mal. Tú parecías molesto de mi indecisión y eso puedo entenderlo, lo que no entiendo es por qué siempre terminamos hablando de mí pero tú ni siquiera puedes hablar de una mujer que amaste hace tiempo y que tal vez nunca puedas olvidar. Yo no quiero ser tu juguete Deiby Hunter. Todos me decían que eras un seductor y que te gustaban demasiado las mujeres pero yo creía que eso no era verdad, pensé que... Sentías algo por mí. Él estaba muy serio cuando frenó su discurso con estas palabras. —Siento algo por ti y lo sabes, ¿Por qué dudas de eso? ¿Qué importa mi pasado, las mujeres que tuve? No hay nada que contar, nada que valga la pena. Nada que recuerde en realidad. Si me hubiera enamorado de una mujer tal vez me habría casado y sería como mis primos. Pero no he encontrado a la mujer adecuada, no soy mujeriego, he dejado de ponerme tonto cuando veo una joven de cara bonita hace muchos años. Si algún día me caso no será para divorciarme a los tres meses, si no estoy seguro de una relación no me casaré y si lo hago tampoco quiero una casa llena de bebés. Los niños son tiernos, adorables, pero te quitan tiempo, energía y también te desplazan, terminas convertido en un triste semental; esposo amante, cariñoso y semental encargado de procrear y procrear. Uno o dos a lo sumo, no quisiera tener más. Carolina se sonrojó. ¿Un hijo? ¿Dos? Ella quería tener tres, cinco. —No tienes por qué casarte siquiera, es evidente que no te agrada la vida hogareña, un hogar con niños puede parecerte estresante. Es lo que yo quiero, era mi sueño cuando me casé con Orlando; formar una familia con muchos niños. A veces me despierto y creo que estoy en el apartamento con Orlando y tengo un bebé, era tan feliz entonces, engañada pero feliz y ahora... Solo me queda esperar un tiempo y tener un hijo soltera y criarlo sola. Tal vez lo haga porque no pienso atar a nadie a una vida doméstica tan aburrida. Carolina, quería irse pero él la retuvo, no quería pelear, ¿por qué diablos no podían ponerse de acuerdo? Al parecer en esa vida había que mentir para conquistar a una mujer, engañarla y hacerle creer que le daría todo lo que pidiera siempre. —Espera, por favor—le pidió. Ella lo miró indecisa. —No estoy enojada, solo tengo miedo.... Necesito tiempo para estar segura, mi vida quedó destrozada, lo perdí todo en un mismo día y no quiero sufrir más, ¡Quiero ser feliz!. Deiby comprendió por qué se alejaba, por qué le pedía tiempo. No podía entregarse a él esa noche, estaba asustada, sabía que la llevaría a su apartamento para eso y por eso quiso llevarla primero a cenar, para probar si luego... Suspiró mientras ella entraba en el apartamento. Sí, estaba furioso; no porque ella rechazara irse a la cama con él una vez más, ya casi se había acostumbrado a eso, no le importaba darle más tiempo, solo que ahora había un personaje nuevo en la disputa: Orlando y no le agradaba competir con un fantasma ni que este insistiera demasiado. Sabía el peligro que encerraba para sus planes que ese desgraciado descubriera la verdad.
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