Capítulo 4

2698 Words
Rió mientras se frotaba el brazo. Mierda, Emma pegaba fuerte. —Sos un imbécil — gruñó de mala manera su castaña amiga mientras lo fulminaba con la mirada. —Pará un poco — dijo sin poder dejar de reír. —¿Cómo mierda se te ocurre hacer eso?— indagó con todo su bello mal humor aflorando. —Nada, Emma, me di cuenta que me gusta y quise hacerlo, solo eso — explicó con simpleza. —No, sos un pelotudo, solo eso — refutó enojada —. A vos te gusta, perfecto, querías besarlo, ¡perfecto! Pero es Ema, la concha de tu hermana — gritó golpeando de nuevo el fuerte brazo de su amigo. —¿Y qué tiene?— preguntó riendo suavecito. —¿Has visto a Emanuel siendo casual?¿Has visto que tenga garches de una noche con alguien que conoce?¡No, idiota!¡Porque él no es así! Y ahí Gastón comprendió la idea de su amiga, la completa certeza de que tenía toda la razón. ¡Emanuel era el flaco más serio que podía conocer en su puta vida! —Mierda, recién te das cuenta — aseguró la castaña en un susurro. —Es que no lo pensé — dijo bien bajito. —Gastón, Emanuel es uno de tus mejores amigos, y vos sos uno de él, no va a coger y ya, no va a hacer eso que vos sí podrías. —No, no puedo, no si es así con él. —¿Ibas a coger y después qué?— preguntó con firmeza. —Nada. —¡Ves, idiota! Vos, al otro día ibas a ser el de siempre, no pensaste más allá que una cogida con un cualquiera que conoces por ahí. ¡Dios, tan egoísta! — gruñó fastidiada, harta de encontrar idiotas egoístas a cada paso. —Uh, la re cagué — aseguró con su mirada perdida en la nada, sintiendo que había sido el amigo más mierda del planeta. —Mejor solucionás esta mierda, aprovechá que vamos al cumple de Alejo y le hablás. Imbécil — murmuró al final bastante enojada. —Ya, entiendo, entiendo — dijo riendo suavecito —. Hoy le hablo, pero sin descuidarse, porque ese mierda porquería de cuarta de Rodrigo, no se te va a acercar. —¿Y por casa cómo andamos?— indagó fastidiada. Gastón entrecerró los ojos, dispuesto a escupir aquella cuasi verdad que flotaba entre ellos. —No lo estoy defendiendo — dijo entre dientes Emma —, solo digo que vos no fuiste el más santo tampoco. —Pero no podés comparar, no dije ni hice todas esas mierdas. Bueno, podía creerlo de verdad, en serio pensar que su daño no era tan profundo, pero se equivocaba tanto, tanto. Es que Gastón era completamente inconsciente del enamoramiento de Emanuel. No, no era que miraba a propósito hacia otro lado, no, él, de verdad, no tenía idea de aquello que sucedía dentro del noble corazón de su amigo. Todos, incluidos el mismísimo Emanuel, sabían que si su amigo se enteraba de aquello se sentiría pésimo, vagaría en un mar de culpa que lo consumiría, porque podía ser una porquería con todos, absolutamente todos, salvo sus amigos, salvo esos tres que eran su familia, que amaba intensamente de manera fraternal, aunque los sentimientos por ese castaño preciosísimo se les hubieran mezclado un poco. —Me voy a bañar — dijo la castaña con mal humor —. Vos cámbiate y ponete esa remera gris que te marca hasta el apellido — ordenó antes de encerrarse en el baño. Gastón rió bajito y se dispuso a mover su cuerpo, cuanto antes salieran de allí, antes estaría plantado frente a su amigo, intentando ordenar los asuntos, aclarar el panorama que se había enrarecido hasta el punto que no cruzaba palabras con él desde hacía dos días. Raro, rarísimo. —----------------- Bueno, para Emanuel era un alivio saber que sus manos estarían ocupadas acosando a Marco, porque sino no encontraría la voluntad para no arrancarle la remera a Gastón y deleitarse con todo lo que ese chabón escondía debajo de aquella prenda. Mierda, ¿tan bueno iba a estar? —¿Todo bien?— susurró Marco cerquita de su oído pero con los ojos plantados, aferrados, a ese rubio que entraba a paso rápido, le dedicaba una corta y significativa mirada, antes de desaparecer por una de las puertas de aquella quinta. —Todo bien — respondió y no engañó a nadie con esa sonrisa hermosa —. Ahí pasó Tomás — agregó y se aferró un poco más a esa cinturita tan pequeña. —Espero que no se acerque — gruñó de mal humor. —Tranqui, yo lo mantengo alejado — aseguró y sonrió más amplio, con sus ojitos preciosos brillando con fuerza gracias a la diversión que le causaba todo aquel asunto. —Parece que mi hermano la está pasando como el orto— susurró un tanto preocupado Marco. —Sí, ¿qué onda con Emma y tu hermano?— indagó frunciendo adorablemente el entrecejo. —No sé, pero que hay algo que no sabemos, eso es más que seguro — sentenció el otro y se aferró al cuello de su amigo al notar a cierto rubiecito salir de aquel edificio, con su amigo custodiando sus pasos, cada uno de sus movimientos. El resto de la noche pasó sin demasiados contratiempos, todo con relativa normalidad hasta que, en cierto momento donde Emma debió ir a vaciar su vejiga, Gastón no toleró más, no pudo seguir mirando hacia otro lado. Necesitaba, urgente, hablar con Emanuel, pero, sobre todo, que dejara de tocar tanto a Marco, que no le hablara tan cerquita del oído, que no se enterrara en su cuello y depositara suaves caricias allí. No, ya no podía tolerar ni un segundo más aquello. Sin notar esos ojos oscuros que lo custodiaban desde el otro extremo del patio, sin ser consciente de ese castaño que tenía ganas de desmembrarlo de a poco; caminó directo hacia Emanuel, para tomarlo con suavidad del codo y llevarlo hacia un rincón un tanto más oculto, bastante apartado del resto. —¿Qué?— preguntó Emanuel liberándose del agarre de su amigo, de ese que, prácticamente, lo había arrastrado hacia aquel lugar tan lejano. —Basta con Marco, creo que no está bueno lo que hacen — dijo un tanto desesperado, inquieto, incómodo en su propia piel. —Es lo mismo que hacés con Emma, solo les damos una mano para que ciertos imbéciles no se les acerquen — respondió con el tono un poco endurecido. Es que ¿qué era eso?¿Una patética escena de celos? No lo entendía y no se quería ilusionar, pero la perra esperanza hace lo que quiere con la mente de un pobre enamorado. —Sí, pero… Yo no toqueteo tanto a Emma… Y la suave risa de Ema, completamente carente de humor, casi neurótica, lo hizo callar. —¿Qué buscás, Gastón?¿Sacarte las ganas conmigo?¿Saber qué se siente estar con un vago?¡Decime qué puta querés!— exclamó irritado, completamente enfadado por todo, por ser tan idiota, por seguir babeando por ese tipo, por no poder soltar aquello, por no dejarse libre de tan extraño vínculo. No pudo, realmente Gastón no pudo responder, porque las fuertes manos de su amigo lo sujetaron con fuerza de su remera y luego esos labios, tan tiernos, tan suavecitos, se posaron con fuerza sobre los suyos, más toscos, más abultados. Emanuel pensó que, por una vez, solo por un ratito, se dejaría llevar; sacaría eso que estaba ocupando cada rincón de su ser y, por fin, sería libre para avanzar. Sin más que eso en su mente metió con ganas su lengua en la boca de su amigo, de ese con el que había vivido incontables noches, miles de tardes de mate y fernet, una montaña de salidas y días de estudio. Probó cada parte de esa cavidad con la que tantas veces había soñado, que tanto había deseado, y se pegó un poco más a aquel físico trabajado a base de horas y horas de gimnasio. Sintió bajo sus dedos esos músculos tensarse de manera deliciosa, dejándolo continuar un poco más. Se aferró con ganas a ese cuello luego de recorrer con sus manos aquel torso definido, luego de sentir esos hombros deliciosos, para, al fin, detenerse en aquella nuca que tantas veces quiso sujetar así, exactamente como lo estaba haciendo en ese preciso momento, todo mientras su lengua seguía degustando aquel espacio delicioso y su erección comenzaba a marcarse con fuerza gracias a los años de espera. Gimió suavecito cuando Gaston pasó a la acción y se aferró a su cintura con ganas. Se frotó contra el tipo buscando aliviar un poco aquella palpitación entre sus piernas. Decidió que no sería una locura meter su mano dentro de aquel pantalón y tocar, de una buena vez, ese pene que lo hacía babear como idiota. Sin más, deslizó una de sus manos y se coló debajo de las capas de telas hasta dar con ese m*****o erecto, caliente y palpitante. Pudo delinear con sus dedos aquella vena gruesa que recorría toda lo longitud, llevando a que su mente volará demasiado alto. En cuanto el primer gemido del morocho abandonó sus labios, Emanuel se sintió en las estrellas. Así lo quería, vibrando entre sus dedos, con sus labios sobre los suyos, bebiendo sus gemidos roncos, así, solo así lo quería. —Ema— susurró al borde de la locura. Es que los dedos de su amigo lo estaban enloqueciendo y no podía parar, no sabía cómo hacerlo aunque las palabras de Emma retumbaban con fuerza en su cabeza, aunque su mente, en realidad esa pequeñísima parte que aún se mantenía cuerda, le pedía parar, le indicaba que eso era una pésima idea, que debía detener todo, que… Y sus pensamientos se desconectaron cuando el orgasmo lo golpeó con fuerza, cuando supo que toda su semilla se estampaba contra el césped que crecía en aquel rincón oculto, cuando sintió algo entre sus dedos y notó que el pene de su amigo también palpitaba con fuerza, pero lo hacía en su mano, en aquella que sola se había colado dentro de los calzoncillos de Emanuel y había llevado al castaño al mismo plano de éxtasis en el que se encontraba él. —Ya está — dijo repentinamente serio Emanuel, separándose de él, acomodando su ropa y aquel m*****o que estaba un tanto sucio de semen —, ya te sacaste las ganas — decretó y Gastón frunció el entrecejo, ¿de qué mierda le hablaba? —¿Qué?— susurró. —Que ya sabés cómo es la cosa, ya podemos volver a lo de antes. Andá que Emma lleva mucho sola — ordenó sin siquiera mirarlo. Gastón, extrañado hasta la médula de tanta cosa rara, solo asintió despacio, se acomodó sus propias prendas y salió de allí dejándolo solo, solo con su mente y aquellos segundos que no dejaban de reproducirse, solo con esos sentimientos de saber que, por solo unos minutos, Gastón había sido para él, para él y nadie más; pero, al mismo tiempo, con la certeza de que jamás se volvería a repetir aquello, que eso había sido un cierre demasiado extraño, pero cierre al fin, que ya era momento de dejarse de ilusiones idiotas y pisar la realidad, enfrentar el determinante hecho que ellos no estarían juntos, no como pareja, solo como amigos, como amigos y nada más. El castaño suspiró hondo y llevó sus ojos avellanas hasta el estrellado cielo. No lloraría, no sería tan patético, aunque sintiera que su alma se hubiese desprendido de su cuerpo, aunque ese frío horroroso lo llenará por dentro. No lloraría. —---‐—---------- Otra vez esos mensajes le llegaban y ya comenzaban a pesarles demasiado. ¿Acaso no se daba cuenta del daño que le hacían?¿Acaso no entendía que ella sufría, demasiado por cierto, ante cada palabra de amor, ante cada recuerdo traído al presente? Al parecer no, porque Máximo se estaba esforzando demasiado en pedirle una oportunidad, la última, si así lo quería, pero una más. ¿Y ella? Ella ya no podía. Sentía que su alma se destrozaría por completo si un nuevo engaño se le presentaba frente a su nariz. Estaba segura que su autoestima no toleraría volver a ser parte de una burla tan retorcida. Ya no podía más, se dijo y una nueva lágrima rodó por su mejilla. —Ey, tranqui— susurró Guadalupe entrando en su habitación y notando a su hermana mayor tan rota, tan dolida. —Es un idiota, no quiero que me escriba más — sollozó contra el fino hombro de su hermanita. —No importa si te escribe por miles de cuentas falsas, vos no vas a volver a caer en esa porque yo no te voy a dejar — aseguró apretando un poco más a su hermana —. Además que tus amigos tampoco te van a dejar, sabés que harían un piquete en la puerta del edificio si se te ocurre aflojar. Majo rió bajito porque, en realidad, no le fue tan difícil imaginar aquella escena que su hermanita proponía tan liviana. —Mejor vamos a tomarnos la cerveza que quedó en la heladera y veamos Deadpool — propuso Majo secándose las lágrimas mientras se ponía de pie, desprendiéndose de esos bracitos que tanto conocía —. Necesito una buena dosis de sangre y violencia — agregó riendo un tanto afectada. —Vamos — respondió poniéndose de pie para llevar a su hermana hasta la sala y dedicarse el resto de la noche a vagar entre varias películas de Marvel para terminar con algunos videos extraños, de esos que siempre encontraban en YouTube. —---------------- Sintió que alguien se apoyaba en aquella baranda a su lado y luego pudo ver ese enorme vaso de fernet justo frente a sus ojos. Siguió ese brazo cubierto por una camisa celeste, bastante formal para la época del año y las edades de los participantes de aquella fiesta. Continuó su camino subiendo por aquel cuello hasta que sus ojos se toparon con el rostro de ese rubio de suave sonrisa que lo contemplaba como si supiese algún secreto guardado bajo mil llaves. —Por tu cara imagino que un buen fernet te va a venir bien — dijo Martín dejando que esa sonrisa se inclinara hacia la derecha. —Gracias — respondió bajito Emanuel tomando aquel vaso para darle un sorbo y dejar que el sabor amargo, mezcla de coca y aquella bebida a base de mil yuyos, le borraran para siempre el sabor de Gastón. —No voy a preguntar si estás bien porque, por tu cara, no lo estás — afirmó risueño —. Lamento decirlo — agregó haciéndolo reír un poquito. —Noche rara, pero ya todo va a ir mejor — afirmó y volvió a beber un poco más antes de devolverle el vaso. —Lo bueno de las noches raras es que, al otro día, todo es mejor, o sea, siempre las noches raras son una mierda, asique… — dijo y se encogió de hombros. —Puede ser — aseguró cambiando su mirada de aquel rubio simpático hacia un punto en la pared frente a ellos. Tal vez el desconocido tenía razón, tal vez, con la luz del sol, todo tuviese una mejor perspectiva. Dios, rogaba que así lo fuera. —¿Crees en que después de coger con alguien podés seguir siendo amigo? —Querido, déjame decirte que lo he experimentado lo suficiente para asegurar que sí, que se puede — afirmó con tanta seguridad que Emanuel volvió sus ojos avellanas a ese rubio que bebía muy divertido —. La clave es que la amistad sea fuerte — agregó antes de despegarse de la baranda y caminar hasta llegar al mar de gente que seguía festejando. Bueno, no tuvo tiempo a sopesar demasiado aquellas palabras porque sus tres amigos aparecieron dispuestos a marcharse. Al parecer las cosas no habían salido nada bien, en realidad, por la cara de aquel trío, todo parecía haberse ido a la mierda.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD