CAPÍTULO VEINTE Athena no se movía con suficiente rapidez por Delos. Se lo impedía el peso de la ánfora de vino que llevaba, pero no era solo eso. Había aprendido con rapidez que era mejor moverse lento que rápido. Era mejor no llamar la atención. Escondía su repulsión por el trabajo arduo y, en su lugar, pensaba en todo lo que le permitía hacer. —Eh, tú —dijo bruscamente una voz y, al girarse, Athena vio a unos soldados que salían de un callejón. Eran tres, su líder tenía un bigote que parecía estar pensado para compensar la falta de pelo en la cabeza—. ¿Qué estás haciendo? Athena no se molestó en esconder su miedo. Los soldados habrían desconfiado más si no hubiera parecido asustada. Aún más, el miedo es lo que querían de ella. Athena solo esperaba que fuera lo único que querían. Ahor