CAPITULO 11:
Julia.
La reunión de las cinco de la tarde ha sido exitosa, hemos acabado casi dos horas después, estoy agotada, pero muy feliz de que les haya gustado todo mi proyecto y también he quedado sorprendida cuando Jenkins apoyó mi proyecto y les mostró el porqué era ideal aceptarlo, porque para él nunca encontrarían mejor estrategia que la que yo les estaba enseñando.
Tengo que reconocer que cumplió su palabra, no interfirió sino hasta el final para apoyarme, se mantuvo callado y prestando mucha atención. Fue… irreconocible.
Suelto un suspiro cuando solamente quedamos él y yo, acaricio mis hombros que se sienten tensos y es que tengo estrés acumulado.
—¿Quieres ir a cenar algo conmigo? —pregunta y cuando lo miro, tiene sus manos dentro de los bolsillos del pantalón y se menea de un lado hacia otro esperando mi respuesta.
—Estoy cansada y solo quiero ir a casa —respondo y él hace una mueca.
—Esta bien, entonces yo pediré algún domicilio y me quedaré trabajando hasta tarde, que tengas una linda noche.
Sale de la sala de juntas y miro extrañada su espalda cuando se aleja de mí. Creí que insistiría como siempre, pero no lo hizo. Realmente está cambiando y eso se comienza a notar.
Vuelvo a mi oficina en busca de mi bolso, guardo mi laptop en su estuche antes de meterla al bolso y apagó el computador de mesa.
Reviso que no se me olvide nada y cierro las persianas de mi oficina, le pongo seguro a la puerta para que Jenkins no se atreva a entrar a husmear por ahí mientras continúe acá en el piso y me dirijo hacia el ascensor, cuando paso por su oficina lo veo hablar por teléfono, me ve y sonríe.
—¡Descansa! —exclama sacudiendo su mano en mi dirección, le devuelvo el saludo con una mueca.
Pero que actitud tan rara…
Llamo al ascensor y espero pacientemente a que llegue, de vez en cuando miro hacia la oficina de Jenkins para ver si no ha salido, pero sigo escuchando su voz a lo lejos; las puertas del ascensor se abren frente a mi y me adentro al cubículo gris, óptimo el botón del piso de los parqueaderos.
Miro la hora y ya es tarde, no tengo nada de cenar en casa así que rápidamente tomo mi celular y abro la aplicación de restaurantes, hay uno cerca a mi casa de comida peruana y hago un pedido para recoger, en el tiempo en que lo tengan listo, alcanzo a llegar por el hasta el restaurante.
Cuando salgo del ascensor busco mi auto y gimo con desagrado cuando lo veo, el auto de Jenkins está totalmente pegado al mío y no hay manera en la que pueda entrar por la puerta del conductor.
—Sabía que algo estaba tramando —murmuro en voz baja.
No puede ser tan amable de un momento a otro, lo conozco perfectamente y sabía que él tenía algo entre manos y claro, acá puedo verlo. Se ha asegurado de que yo deba hablarle tarde o temprano y lo siento, pero no lo va a conseguir. Ahora sí que me va a conocer y se enterará que si quiere jugar conmigo debe atenerse a que yo sé jugar mejor.
Me acerco a mi auto y confirmo que no hay manera de abrir la puerta, incluso golpeando el auto de Jenkins, el hueco que deja no es tan amplio como para que yo pueda entrar.
Activo las puertas y bajo las ventanas del auto con la llave a distancia que tengo entre las manos.
Idiota, puedo entrar por las ventanas traseras. Será incómodo, realmente muy incómodo, pero al menos eso es mejor que nada.
Antes de entrar al auto, tomó mi labial rojo y aplico una capa en mis labios y dejo un beso en la ventanilla del lado del conductor del auto de Jenkins.
Además de eso, escribo imbécil junto a un corazón y no quedándome solamente con eso, le desinflo las dos llantas delanteras por completo, lo haría con todas, pero el reducido espacio que tengo no me deja sacarle el auto a las llantas de atrás, en especial a la que está justo al lado de mi auto.
Admirando el auto de Jenkins con una sonrisa, busco la manera de poder entrar por la ventana y la consigo después de varios intentos en los cuales terminé golpeándome el codo y seguramente me saldrá un moretón.
Poder entrar a la parte trasera de mi auto fue lo complicado y una vez dentro, simplemente me paso hacia la parte delantera y enciendo el auto sintiéndome victoriosa.
Tengo demasiado cuidado al sacar el auto porque como está tan pegado al otro, puedo rayarlo y no quiero que mi auto quede con marcas.
Cuando consigo estar totalmente fuera de peligro, suelto un grito de alegría, me tardé solo quince minutos y estoy segura de que Jenkins está esperando mi llamada o a verme subir furiosa pidiéndole que mueva el carro.
Su maldito plan fue un fracaso y ahora será él quien no pueda irse a casa sin un cambio de llantas nuevas.
Paso por mi comida al restaurante sin ningún contratiempo y llego a mi casa agotada, pero muy feliz de haber cerrado un negocio con éxito, haber dejado a Jenkins con sus planes rotos y con una deliciosa comida peruana la cual devoro mientras veo una película en Netflix.
Me acuesto a dormir poco después de ver la película y esa noche duermo como un ángel sin preocuparme como habrá hecho Jenkins para conseguir un mecánico en la noche.
Al día siguiente llego a la empresa como si nada y río cuando veo el auto de Jenkins con llantas nueva, me habría encantado ver su reacción al encontrar el auto en ese estado, pero era más importante mi comida que otra cosas.
Subo a mi oficina y paso por su oficina, cuando él me ve, camina rápidamente hacia mi, me detengo esperando que llegue furioso, pero me deja con la boca abierta cuando besa mi mejilla como saludo.
—¿Si descansaste bien? —pregunta acariciando mi hombro y trato de buscar el enojo en él, pero no lo encuentro.
—¿S - Si? —respondo a modo de pregunta y tartamudeo.
—¿Porqué estás tan nerviosa? —pregunta y miro a nuestro alrededor, aún no han llegado todas las personas del piso, pero ya hay unos cuantos curiosos que nos miran.
—Yo… Tu auto… —no sé porque no está molesto, lo escucho reír.
—No pensarás que me iba a molestar por esa bobada, ¿verdad?
Dice tan tranquilo que me desestabiliza.
—Solo son un par de llantas, además ya era hora de un cambio —se encoje de hombros —, antes me hiciste un favor, porque yo seguía posponiendo el cambio y tú hiciste que fuera a cambiarlas… bueno, vinieron a hacerlo y te recomiendo este sitio —saca de su bolsillo una tarjeta —, cambio de llantas en menos de quince minutos y las llevan a domicilio, te ayudan en cualquier momento y a cualquier hora.
Me guiña un ojo y yo aprieto la tarjeta con fuerza.
—Genial…
—Pues si —responde con una sonrisa y me mira de abajo hacia arriba —. Tan guapa como siempre.
Suelta un suspiro y yo me sonrojo. Ahs, no puedo ser tan débil siempre que dice cosas lindas.
«Es mi rival. Mi enemigo, tengo que quitarle el puesto»
—¿Te puedo invitar este fin de semana a cenar? —pregunta —, sé que por ahora estoy en prueba, por eso no insisto en que sea hoy por muchas ganas que tengo y espero que para el sábado ya sepas que mis intenciones contigo son buenas.
—¿Sábado? —asiente y yo lo pienso. Él realmente tiene mucha fe en que pueda conquistarme y tengo que hacer que siga pensando eso. —Esta bien, si todo sale bien durante esta semana, el sábado tu y yo tendremos una cita.
Su sonrisa es grande y sincera, yo finjo una sonrisa de regreso hacia él.
—Te prometo que todo saldrá bien y tendremos una cita espectacular, como ninguna otra a la que hayas ido jamás.
Nos despedimos en el pasillo y yo llego a mi oficina bastante aturdida con su actitud… Es tan raro y pensándolo bien, no me gusta.
Me gusta el Jenkins que discute contra mi, me gusta el que es posesivo, arrogante, ingenioso y egocéntrico, por más raro que suene, prefiero a ese Jenkins y no a este que solo está tratando de ser no sé quién para encajar conmigo.
No soy una mujer de cartas y palabras dulces, no soy frágil para que me hablen con suavidad. Soy fuerte y me gusta que me traten por igual, que sepa que no tiene que conquistarme como a todas las demás sino como a Julia Lloyd, su enemiga desde siempre y me encanta el que se enfrenta a mi en todos lo aspectos de nuestras vidas.
Ese es el que me gusta y no lo he visto últimamente.