Capítulo 6: Ilusiones vacias.
Julia.
A la mañana siguiente despierto con muchísimo calor y me doy cuenta de que estoy atrapada por los brazos de Martín y una de sus manos está muy apoyada en uno de mis pechos. Hemos pasado toda la noche juntos y sanamente. No hicimos más que darnos un par de besos que aunque fueron increíbles, no duraron mucho tiempo.
Tengo muchísimo calor, estoy sudando y tengo que viajar al pueblo de mis padres para verlos. Hace ya tres semanas que no voy a verlos y aunque hablo con ellos casi todos los días, siempre me gusta ir hasta allá para ver cómo están. Es un poco lejos, pero como me encanta manejar y pasar tiempo escuchando música en el auto, disfruto el trayecto. Además, pasaré allí todo el fin de semana. No hay nada mejor que volver a casa por unos cuantos día y ser la consentida de mis padres como en los viejos tiempos.
Quito con muchísima fuerza el brazo de Jenkins de mi cadera y con mucho cuidado salgo de la prisión en la que me encuentro. Él está roncando suavemente y no se ha percatado de que he bajado de la cama.
Mi ropa sigue en el baño y no se ha secado porque la dejé sobre la canasta de la ropa sucia y jamás la lleve a la secadora. Pienso en que no tengo tiempo de hacerlo y tampoco puedo llevarme algo mojado puesto. Me encojo de hombros y decido dejar mi ropa en ese lugar, ya me la devolverá en algún momento. No la necesita para nada.
Al igual que yo me prometo a mi misma que voy a Regresar su ropa en algún momento. Mi celular ha muerto definitivamente y no tengo como avisar a mis padres que voy camino a verlos.
Tomo mi bolso del recibidor y así tal cual, recién levantada, despeinada, con una camisa que deja ver mis pezones y la ropa que claramente no es mía, abandono el departamento de Jenkins sin despedirme.
Tomo el ascensor que me lleva al sótano, no me cuesta mucho encontrar mi auto y entrar a este, allí adentro ya me siento mucho más cómoda y lo enciendo acelerando para ir a mi casa. Debo parar primero por allá e ir a cambiarme de ropa, no pretendo llegar a casa de mis padres en estas fachas para que se den cuenta de que pasé la noche con un hombre.
Mi casa no está muy lejos de allí. En quince minutos estoy abriendo la puerta de mi departamento y yendo directamente a la ducha. Mi cabello se ya secado al natural ayer y decido que no voy a mojarlo para conservar unas pequeñas ondas coquetas que se han hecho en varios mechones. Mis mejillas están rojas y es que parece que hubiera tenido una noche loca de sexo, pero no fue nada de eso.
Salgo de la ducha con una toalla amarrada alrededor de mi cuerpo y busco ropa cómoda para usar en el viaje. Son tres horas de camino.
Encuentro unos leggings deportivos, una camisa que me queda grande y unos cómodos tenis, no necesito más. Lo que si hago es empacar una maleta llena de mucha ropa, siempre exagero al llevar casi todo mi armario, pero es que soy muy indecisa al momento de vestirme y ya me ha pasado varias veces que quiero usar algo que no he llevado y me frustro muchísimo. Así que aprendí a cargar mucho equipaje y no necesariamente debo bajar todo del auto, así evito la burla de mis hermanos y somos felices todos.
No desayuno en mi casa, lo único que tomo es un poco de jugo de mango que había quedado de ayer y lleno uno de mis termos para tenerlo en el auto. De camino a casa de mis padres hay un lindo restaurante de comida mexicana que me encanta y los desayunos son bastante generosos y muy ricos, mis padres aman que yo les lleve tacos de allí por lo que no me preocupo en comer algo antes de salir, pues sé con seguridad de que me voy a detener en ese lugar porque es una parada muy obligada.
***
El sabor del desayuno no me decepciona, cada vez que vengo me sabe mucho más rico que antes, es mi momento favorito del día y lo disfruto al máximo.
Este restaurante tiene un mirador increíble y me emociono cuando justo queda una mesa libre cerca del ventanal. Me molesta que mi celular no funcione porque las vistas son merecedoras de quedar plasmadas en una hermosa fotografía, pero ahora no puedo. He dejado incluso mi celular en casa y no he sacado la tarjeta SIM, por lo que no puedo improvisar un nuevo celular y tener ahí a mis contactos. Estoy descomunicada hasta el domingo en la noche o tal vez hasta el lunes que podré ir a comprar un nuevo teléfono móvil.
Pido para llevar una orden muy grande de tacos mientras termino mi desayuno y cuando he acabado y me traen los tacos, p**o la cuenta y vuelvo al auto. Sigo el camino haciendo mi propio concierto en mi auto y en medio de gritos entre muchísimos géneros musicales, pasando del rock fuerte a baladas muy románticas, llego a la granja de mis padres.
Toco el claxon muchas veces como estoy acostumbrada a hacer desde hace muchos años, es la señal para mis padres de que estoy en casa.
Mi madre es la primera que sale de la casa vistiendo un lindo vestido azul que queda casi tapado por un delantal color rosa y blanco. Lo ha tenido prácticamente desde siempre, nunca le vi otro.
—¡Pero si es mi pequeña Julia!
Sonrío muy grande saliendo del auto y corriendo hacia ella para abrazarla con fuerza. Es más bajita y menuda que yo, pero tiene una fuerza descomunal. Me llena la cara de besos mientras yo río.
—Hola mamá.
Papá llega de repente, no me he dado cuenta de su presencia, pero nos abraza con fuerza a ambas, yo río con mucha más ganas y mamá se suelta de su abrazo para que papá y yo nos podamos abrazar más cómodamente. Papá es todo lo contrario, él es alto, robusto y bastante barrigón y es quien lleva mis ojos grises, los he heredado de él. Mamá por el contrario tiene unos ojos azul claros muy hermosos, iguales a los de todos mis hermanos, yo fui la única que sacó los ojos de papá.
—Te dije que vendría, mujer —le dice papá a mamá —, estuvo llamándote toda la mañana y como no respondías imagine que estabas de camino a casa.
—Bueno, no respondí porque mi teléfono ha muerto, pero si que he venido.
Mamá abraza a papá y ambos me miran con una sonrisa en sus rostros. Vuelvo a entrar al auto y saco la bolsa que tiene los tacos. Mamá se pone feliz al verlos y me lleva a la cocina prácticamente corriendo aunque le digo una y mil veces que estoy llena y que no quiero nada.
Platico un poco con mis padres de todo un poco antes de que él deba irse a ver a unos animales de otras granjas, mi papá es veterinario. Aunque nunca terminó sus estudios por falta de dinero, todo el pueblo lo conoce como el doctor y dejan que cuide a sus animales porque saben lo bueno que es. Es gracias a eso que pudo levantarnos a seis hijos. Yo siento la única mujer y una de las del medio, tuve que aprender a defenderme de mis hermanos desde muy chica.
—¿Y ya tienes novio?
—Hace poco terminé con el último —no llegaron a conocerlo porque aunque estuvimos juntos mucho tiempo, él nunca estuvo libre para venir a conocerlos. Mis padres jamás van a la ciudad. —Seria muy horrible de mi parte conseguir otro novio tan rápido.
Ella suelta una pequeña risa revolviendo su te de hierba buena.
—Para eso no hay tiempo, yo conocí a tu padre tres días después de romper con mi ex novio y mira, ya casi vamos para los cuarenta años juntos y estamos muy felices.
Suelto un suspiro y repaso con mi dedo índice el patrón del mantel.
—No lo sé mamá, es que creo que el amor no es para mí. Estoy más pendiente de mi trabajo que de una relación, no me queda mucho tiempo libre.
—¿Y qué tal tus compañeros de oficina? Puedes salir con alguno de ellos.
—Iugh no. Jamás.
—¿Y porqué no? Siempre hablas de ese amigo tuyo, Henning??
—Es Jenkins mamá.
—¿Lo ves? Sabes incluso a quien me refiero Aunque lo diga mal. Él te gusta.
Niego rápidamente con la cabeza… Aunque anoche…. Y bueno, si mamá supiera que esta noche desperté en la misma cama que él y que una de sus manos tenía muy apretado uno de mis senos, no estará muy feliz.
—Él tiene novia y ha dicho que se casará pronto —algo hace bola mi estómago y le doy un trago al te… Yo odio el te —. Además ni siquiera es mi amigo, siempre que te hablo de él es para decirte lo mucho que lo detesto.
O detestaba…
—Bueno, yo era fiel amante de la frase del odio al amor hay solo un paso, estaba segura de que alguna vez llegarías con ese muchacho y me dirías que lo has amado desde siempre y que estabas equivocada con respecto a él.
—Esto no es orgullo y prejuicio, mamá. Yo no soy Elizabeth Bennet y él no es mi señor Darcy.
—Oh claro que no sería tuyo, porque de existir un Darcy sería mío.
Soltamos una pequeña carcajada. Mamá tiene una pequeña librería con todas las obras de Jane Austen. Es su mayor fan y siempre busca similitudes en la vida real con los libros de ella.
—Le voy a decir a papá que lo vas a cambiar por alguien parecido al señor Darcy.
—Oh, querida hija mía. Él lo sabe muy bien —dice riendo aún más fuerte y yo termino muy sorprendida y riendo a carcajadas.
Hablamos un poco de mis hermanos, me cuenta de que la semana pasada uno de ellos estuvo acá con sus hijos y que están muy grandes. Mis hermanos viven muy lejos, demasiado. Creo que yo soy la única que vive cerca de mis padres y eso que estoy a tres horas. Es por eso que como familia no nos vemos mucho, a veces hablamos y a veces no. Pero para fin de año siempre estamos juntos, es una norma que hay que cumplir si o si.
A media tarde me entra un poco de cansancio y después de un muy grande almuerzo de mamá, mi energía se ha reducido, por lo que voy a mi antigua habitación que como al yo ser la única hija mujer, era para mi solita.
Es bastante pequeña, pero muy acogedora. Aún tiene mis póster de las universidades a las que quería ir y por supuesto que fui a una de ellas.
Me recuesto en mi cama y suspiro pensando en la noche de ayer.
En mi vida habría creído que Jenkins pensada así de mi, fue muy tierna la manera en la que se expresaba sobre mi y me alago de sobremanera saber que para las personas me veo como alguien importante. Que ya vayan dos personas que me lo dicen me hace pensar de que tal vez tienen razón y llegar a donde estoy ha sido digno de admirar.
Me doy cuenta de que en un lado de mi escritorio reposa mi viejo álbum de fotos de cuando estaba en el colegio, me levanto a tomarlo y me doy cuenta de que mamá ha estado mirando algunas fotos. Ella es mucho más nostálgica que yo.
Comienzo a pasar página por página riendo con cada foto que me encuentro. La mayoría de personas que salen riendo a mi lado ya no son parte de mi vida y confirmo la teoría que escuché un día en la que decía que los fugaces en esta vida somos nosotros y no las estrellas y no hablo solo de morir, me refiero también al hecho de cambiar algo, transformarse, avanzar o retroceder.
Hay quienes se quedaron en el camino y quiénes supieron tomar cada bache como un impulso. Todos labramos nuestro destino con cada acción que tomamos y me siento orgullosa de cada una de las acciones que he tomado para llegar a ser quien soy hoy.
No me hace falta nada material, puedo darme el lujo de comprar cuanto capricho quiera, mi familia está sana, yo estoy sana y todo marcha bien.
No hay una sola cosa que quisiera cambiar de mi vida, porque incluso la más mínima acción que hice, influyó para ser la mujer de hoy. Siento que tengo las mejillas mojadas y me doy cuenta de que he comenzado a llorar, no sé desde hace cuánto, pero me encuentro acariciando una foto de cuando tenía 12 años.
—Lo logramos —susurro a esa pequeña que me mira con orgullo. Tuve muchas dudas, pero pude con ellas y sobrepase todo.
Nunca nada me ha quedado grande, nunca me he rendido y no voy a comenzar ahora cuando tengo tantas cosas por ganar.
***
En la noche hacemos una fogata, papá duele sacar su guitarra y tocar música country, mamá prepara salchichas y cervezas para todos. Me siento en una banca mecedora y los observo con una sonrisa en mi rostro. Mamá y papá son de las mejores personas que conozco y ver ese amor que se tienen me hace creer que algún día yo encontraré a alguien con quien compartir una noche de guitarra, salchichas y cerveza viendo las estrellas..
Recuerdo que cuando estaba en primaria, me enamoré del niño más dulce y tierno que había en ese entonces en el pueblo, su cabello era naranja, muy naranja y tenía unas adorables pecas en su rostro, usaba gafas de pasta color verde y siempre vestía un overol de jean. Su nombre era Esteban y fue mi mejor amigo.
Claro, porque yo nunca le guste ni un poco, más sin embargo fui su mejor amiga durante años. No me atrevía a decirle lo que sentía porque no quería perder su amistad, él era bastante popular entre las niñas de primaria y yo solo era un cero a la izquierda y a duras penas me notaban solo cuando lo veían a él.
Esteban fue muy bueno conmigo, me ayudó a aprender a atarme las agujetas, me enseñó a montar en bicicleta y curaba mis heridas dejando pequeños besos que me hacían amarlo más y más cada día.
Pero de repente un día ya no lo vi más y cuando fui a buscarlo a su casa me topé con la dolorosa noticia de que se habían mudado a la gran ciudad. Lloré por meses, rogaba porque me trajeran a mi mejor amigo y me culpaba por no haberle dicho lo que sentía por él, porque mi yo pequeña creía que si revelaba mi amor, él volvería cuál película de romance por su princesa para siempre.
Pero él nunca volvió y yo dejé de aferrarme a la absurda idea de que él se acordaría de mi y vendría a buscarme solo por los viejos y buenos tiempos que pasamos juntos. Pero nunca pasó.
Y cada vez esa idea se iba despegando más de mi pecho, él no regresaba y yo me iba olvidando de que algún día lo había amado. Me molestaba pensar en que él tal vez ya estaba feliz en su nuevo colegio, con sus nuevos amigos y tal vez ya tendría una novia. Ya no me recordaba y yo seguía pegada a la idea de un amor que yo solita inventé.
Y digo todo esto porque he pensado mucho hoy en Jenkins y soy una mujer que lastimosamente se ilusiona con bastante rapidez, a mi solo dime qué te parezco impresionante y se me olvida que eres mi enemigo a muerte.
Pero la realidad es que aunque quiera que la historia de Esteban no se repita, es lo que pasará, porque aunque sé que a Jenkins si puedo llegar a gustarle, jamás le gustare tanto como para que se pare delante de su familia y proclame que no se casará con esa mujer porque me quiere a mí.
Son ideas hipotéticas que se forman en mi cabeza y que me dicen una y otra vez que lo de Jenkins solo fue un beso de una noche, que el lunes volveremos a ser los compañeros de trabajo que pelean por un mismo puesto y quiénes se han declarado la guerra hasta el último día de alguno en ese lugar.
—¿No quieres más cerveza? —pregunta mi madre viendo mi vaso de cerveza prácticamente lleno. Niego con la cabeza y lo dejo en el tronco que hace de mesa de centro.
—Tengo un poco de cólicos, creo que es mejor que vaya a dormir ya.
Ella me comprende y me da las buenas noches al igual que papá. Me adentro a la casa y voy directo hacia mí habitación. Ya me había puesto la pijama por lo que me meto directamente a la cama bajo las cobijas y pienso en que cara habrá hecho Martín al despertarse. ¿Se acordará de que yo pasé la noche a su lado? ¿Me habrá buscado? ¿Habrá sentido alivio al no tenerme cerca?
Pffff… con él nunca se sabe cuál será su próximo movimiento. Llegué a creer que tendría un puñal clavado gracias a él, pero lo único que tuve enterrado de su parte fue la lengua en mi boca que me dio los mejores besos de mi vida.
***
Al día siguiente paso mucho tiempo con mamá en la cocina y con mi padre en los potreros, monto un poco a caballo y lavo mi auto para no llevarlo tan sucio s la ciudad, aunque tal vez en el camino se termine de ensuciar peor.
En horas de la tarde me despido de ellos, es hora de volver a casa y a mi trabajo. Me encantaría pasar en este lugar una temporada muy larga, pero por ahora solo puedo quedarme dos días a lo mucho.
—Los amo. Les llamaré cuando haya llegado a casa.
—Nosotros también te amamos a ti. Cuídate mucho.
Les doy un último abrazo y me dirijo a la ciudad en mi auto, esta vez no llevo el estéreo a todo volumen ni voy cantando, simplemente dejo que suaves melodías me hagan compañía durante el viaje, pero no soy participe de estas.
Al llegar a casi son más de las nueve de la noche, saludo al portero con un movimiento de cabeza y aparco el auto en mi sitio. Subo a mi piso y abro la puerta de mi hogar. Todo parece tal cual lo dejé ayer, con la única diferencia de que hay una carta que al parecer alguien ha metido por debajo de la puerta.
Me agachó para tomarla entre mis dedos y llevo una de mis manos a la boca para acallar el jadeo muy fuerte que sale de mi garganta.
¡Esto debe ser una broma!
El papel que tengo en mis manos es la invitación a una maldita boda. ¡La boda de Jenkins con esa mujer! Rompo la invitación en mil pedazos y maldigo mi estupidez.
—¡¿Cómo fui tan idiota?!
Tal vez yo fui su casi despedida de soltero. Maldito Jenkins, juro por Dios que le haré pagar el que me haya ilusionada y luego al otro di venga a dejar una invitación a su boda como si nada hubiera pasado entre ambos.
El nombre de esa mujer queda completo en uno de los trozos que he roto: Andrea Navarro.
Joder, no puedo creer que sea ella, pero lo confirmo cuando abro su perfil en i********: y me doy cuenta de que la primera foto que sale en su feed es una en la que se encuentra al lado de Jenkins muy feliz mostrando su anillo de compromiso.
¡Ahh!
Maldito y mil veces maldito.
Pataleo como una niña chiquita a quien le han quitado su dulce favorito. Pero aunque a mí no me han quitado un dulce, me han quitado la oportunidad de explotar si el tenía mucho más para dar.
Pero así como Esteban. Martin también decidd irse de mi vida sin avisar y a mi me deja con un fuerte nudo en la garganta.
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