Capítulo 7: «NUNCA DIGAS NUNCA»
Julia.
A la mañana siguiente despierto con un humor renovado, tengo muchísima energía y me siento extremadamente bien conmigo misma. A diferencia de anoche que dormí con un nudo en la garganta y los ojos llenos de lágrimas, hoy estoy sintiéndome plenamente bien. Y es por el hecho de que no puedo permitir que un hombre me pueda ilusionar tan fácil y juegue con mis sentimientos.
Soy una mujer que vale oro y que ha demostrado durante años que no necesito a ningún objeto de género masculino a mi lado para sentirme mujer. Yo sola puedo darme el amor y el afecto que necesito. Y de esta manera, podré pasar por el lado de Jenkins sintiéndome una ganadora, porque con la invitación a la boda solo confirmé que yo no perdí absolutamente nada, en cambio él perdió lo que pudo ser una buena relación. Relación solo s****l o sentimental, lo que fuera que hubiera ocurrido entre ambos. Ya da igual. Hoy he ganado yo y él sigue siendo un perdedor como siempre.
Hoy me siento tan bien que decido ponerme un vestido ceñido a mi cuerpo de color rojo, es bastante atrevido, pero que combina perfectamente bien con todo el fuego que tengo adentro. El vestido deja un hombro descubierto, escote en V en el que se pueden apreciar muy bien mis pechos y es que aunque no son muy grandes, el vestido hace que estos se vean un poco más voluptuosos de lo que realmente son y me gusta como me queda. Es bastante cómodo aunque no lo parezca y a pesar de ser corto, no se me sube como unos cuantos que tengo que estar bajandolos. Junto con el vestido decido usar unos tacones negros muy altos y el maquillaje es sencillo, le doy más importancia a que mi rostro se vea lindo sin necesidad de tanto producto, pero lo que si resalto mucho son mis labios los cuales llevan un color rojo intenso como el vestido. Mi cabello está bastante inmanejable hoy, mis crespos están mitad de ellos bien definidos y la otra mitad no lo está, aún así me gusta la naturalidad que parezco reflejar al igual que la mujer imponente que me regresa la mirada a través del espejo de cuerpo completo frente a mi.
—No te pierdes de nada, Juls.
Me hablo a mi misma y salgo de mi casa rumbo a la oficina. No voy con tiempo de sobra, de hecho me detuve en una cafetería a comprar un capuchino solo con la intención de atrasarme unos minutos y así poder llevar a cabo mi plan, el cual es entrar a la oficina cuando ya todos hayan llegado y que me vean. En especial Jenkins.
No tendré la influencia de su novia ni seré tan conocida en la élite como ella, pero en definitiva ambas somos hermosas y estoy segura de que en cuanto a diplomas, estoy mucho más preparada que ella. Estoy muy a su nivel y quizás más que eso. Solo quiero que cuando Jenkins me mire sepa que está cometiendo un gran error. Y eso que su primer error fue haber admitido que yo le gustaba y haber provocado que mi débil corazón se ilusionara con sus tontas palabras que casi casi llegaba a creer por la convicción con la que las decía.
Al llegar a la empresa, camino con la frente en alto directo a mi oficina, que es una de las últimas, debo pasar por el frente de muchos departamentos haciéndome notar y también, por la oficina de Jenkins que veo se encuentra con la puerta cerrada. Mierda, así no me verá.
Las miradas no se hacen esperar, a cada paso que doy voy dando de que hablar y es que hay que recordar que no solo me miran y murmuran por mi apariencia de hoy, sino que también deben recordar que el viernes en la fiesta di un espectáculo lo más de vergonzoso luego de caer al jacuzzi con Jenkins y que por nuestra culpa, se acabó la reunión y muchas personas quedaron molestas por eso y hasta hoy no había vuelto a dar la cara.
—Buen día, señorita Julia.
Me saludan varios y les devuelvo el saludo con una cálida sonrisa.
Continuó mi camino mirando de reojo que no parece haber nadie en la oficina de Jenkins, es más, no se ve ni una luz por debajo de la puerta, lo que significa que no ha abierto las persianas porque no ha llegado todavía.
«No vi su auto»
Quiero morderme la lengua y maldecir un montón de veces por ser tan idiota, ¿porqué todo lo que yo planeo sale mal? ¡Ahs, que rabia!
Mi ceño comienza a fruncirse a medida que voy llegando a mi oficina, Erin me ofrece una sonrisa.
—Señorita Lloyd, que guapa está hoy.
—Gracias Erin, eres muy amable —le respondo y apoyo mi cadera en su escritorio —. ¿Algún mensaje importante para hoy?
—Por ahora ninguno, jefe. La reunión con el gimnasio del centro comercial Pradera se hará a las cinco de la tarde, hasta ese momento no tiene ningún pendiente.
Esa reunión la tengo junto a Jenkins, por lo que si o sí lo veré hoy, pero no será hasta esa hora y eso me molesta.
—Esta bien, gracias. Me pondré a adelantar trabajo, si surge algo antes, me avisas.
—Si señorita.
Entro a mi oficina, la cual se encuentra a oscuras, a penas es la primera hora de la mañana y aunque el día no está muy soleado, necesito abrir las persianas para alejar esta oscuridad que no me gusta ni un poco.
Cierro mi puerta y camino directo a abrir los paneles que ocultan el día, dejo mi bolso sobre mi escritorio y como si fuera un instinto sobre natural, escucho como el seguro de mi puerta es activado desde adentro y cuando me doy la vuelta, alcanzando a abrir tan solo un poco la persiana, quedo atrapada entre mi escritorio y un cuerpo grande, fuerte y que huele delicioso.
Dos manos grandes se posan en mi espalda apoyándome fuerte contra aquel cuerpo y siento unos cálidos labios en mi oído respirando suavemente.
—¿Porqué te fuiste el sábado sin despedirte?
Escuchar la voz de Jenkins me hace arder por dentro, mi mente viaja con rapidez al momento en el que recogí del suelo la invitación a su matrimonio y mi vista se nubla recordando lo usada que me sentí luego de saberlo. Sus estúpidas palabras me endulzaron el oído por unos cuantos minutos, minutos en los que me llené de ilusión y aquella ilusión duró un fin de semana, hasta que volví a la realidad, supe la verdad y mi odio se ha vuelto mucho más fuerte.
—Aléjate de mi.
La frialdad de mi voz lo hace retroceder y en medio de la escasa (casi nula) luz, puedo ver su entrecejo fruncirse.
—¿Eres la qué huye durante un fin de semana sin dar señales de vida y estás enojada? —dice confundido. —Te llamé mil veces y luego recordé no tenías teléfono móvil, pero supuse que habías comprado otro y seguí llamándote, pero no tuve una respuesta, fui a tu departamento y me dijeron que no estabas y…
—Y aprovechaste para dejarme la invitación, ya lo entiendo.
—¿Qué invitación? —pregunta intentando tocarme nuevamente con esa estúpida sonrisa de medio lado y me alejo yendo a hacer lo que intentaba desde el principio.
Dejo que la luz entre por completo a mi oficina y puedo verlo totalmente y con claridad. Es muy guapo, odio no poder contenerme y mirarlo detalladamente. Pero es un maldito.
—¡Deja de alejarte! —exclama fastidiado y yo enarco una ceja.
—Vete de mi oficina.
—No, ¿Porqué lo haría? Solo quiero estar contigo, llevo todo el fin de semana pensando en ti. Necesitaba verte con urgencia.
Lo miro reflejando cuanta rabia tengo acumulada. Por Dios, ¿cómo puede siquiera ser tan cínico? Este hombre está superando todas mis expectativas de imbécil.
—Vas a mi casa a dejar una invitación para tu matrimonio y tras de eso intentas, ¿Qué? ¿Qué diablos pasa contigo? Al menos ten un poco de respeto por la mujer que se va a casar contigo y no busques a nadie más, vete.
Su cara de confusión me da mucha más rabia.
—¿Mi qué? —pregunta fingiendo no saber nada, ruedo mis ojos y camino hasta la puerta de mi oficina tras alejarme de él y sus brazos.
—Sal ahora mismo.
No logro abrir más que un poco la puerta pues él nuevamente la cierra y le pasa el seguro.
—No sé de qué estás hablando. ¿Cuál invitación a dónde? ¡Yo solo fui a buscarte!
Hace nada estaba dándole consejos a Erin del porqué no podía tener una relación más allá de la profesional con Jenkins, y luego yo simplemente hice oídos sordos a mi propio consejo y ahora acá estoy confirmando el porqué dije lo que dije, Jenkins es solo un perro, un hombre adicto a jugar con las mujeres. No mentí al decir que él no sabe dar amor y por sus acciones se nota todas las carencias que tiene.
Le faltan pantalones, eso sí que es verdad. Martin Jenkins no es más que un maldito calienta bragas que sabe cuáles palabras decir con exactitud y como meterse en tu cabeza. Yo fui una víctima de sus hechizos por unas cuantas horas.
—Juls, háblame. Dime de qué estás hablando, porque lo último que recuerdo fue haber admitido frente a ti lo mucho que me has gustado siempre y confesé sobre acerca de mi falsa relación que no significa nada para mí. Me pasé todo el fin de semana pensando en ti, en las ganas que tengo de volver a besarte, en las muchas ganas que tengo de…
«Juls»
Nadie me llama así y nunca había sonado tan lindo, solo que lo pronuncian unos labios equivocados.
—Me sorprende cada vez más como puedes llegar a ser tan cínico —lo interrumpo —, no puedes simplemente decir eso cuando estás a nada de casarte.
La fecha de la boda está muy cerca.
—Yo no me voy a casar con nadie, ¿de verdad crees que después de lo que ha pasado entre nosotros voy a alejarme?
—¿Lo que ha pasado entre nosotros? ¡Solo fueron unos cuantos besos! —exclamo golpeando la mesa de mi escritorio.
—¿Eso fue lo que significó para ti? —parece realmente dolido y yo frunzo el ceño.
—Lo hizo cuando vi esa invitación, cuando comprendí lo maldito y perro que eres, confirmé tantas cosas que no puedes venir a mi oficina a fingir que por una sola noche voy a estar junto a ti. Yo no siento nada por ti, Jenkins, nunca lo hice y nunca lo haré; lo que ha pasado entre nosotros esa noche solo fue un error por los tragos de más que teníamos encima. Esto —nos señalo a ambos —, jamás podría existir, así que sinceramente sigo sin entender qué es lo que pretendes hacer y el porqué sigues en mi oficina.
—Nunca digas nunca.
Dice eso y sale de mi oficina dando un fuerte golpe al cerrar la puerta. Suelto el suspiro que hasta ahora me doy cuenta de que estaba sosteniendo y recuesto mi cabeza contra la madera del escritorio.
Dios, ¡que caos ha traído ese hombre a mi vida!