Capítulo 5: «Bésame»
Julia.
La música se detiene y nuestros compañeros se reúnen a nuestro alrededor mirando el circo que estamos armando. Jenkins y yo estamos totalmente empapados, mirándonos fijamente y con las mejillas muy rojas.
Los cuchicheos empiezan a sonar y puedo escuchar palabras como «ni en una fiesta dejan de pelear» o cosas como «Seguro ella intentó ahogarlo en el jacuzzi», pero la peor de todas es escuchar que digan: «hay que meterlos en un cuarto acolchado» porque a mí cabeza vuelve el maldito beso que yo le di y espero que nadie lo haya visto o estoy acabada.
—¡La fiesta terminó! —exclama Martín y muchas personas bufan. Él sale molesto del jacuzzi y yo hago lo mismo escurriendo agua por todas partes.
¡Mierda! Esto no tenía que pasar. La cabeza me duele horrible y tengo muchísimas ganas de vomitar.
Busco a Erin con la mirada y la encuentro bastante borracha besándose con Gabriel. ¡¿Eh?! Por dios… hoy todo el mundo parece haberse besado con todo el mundo. Esto es un desastre.
—Chicos, andando. Los llevo a casa —tengo las manos levantadas y mis dedos aprietan con fuerza mis sienes. No aguanto el dolor.
—Tu no vas a ningún lado —Jenkins toma uno de mis brazos y yo trato de zafarme con fuerza de su toque.
—No me toques Jenkins. Aleja tus asquerosas manos de mi —hablo con los dientes apretados, Erin me mira a mi asustada y luego a Jenkins quién ni siquiera le da importancia a las personas que tenemos al frente. —¿Se van conmigo o se quedan?
La paciencia se me está agotando y ellos se miran entre si.
—Esto… nosotros…
—Largo —les dice Jenkins y ambos salen prácticamente corriendo —, tú no te puedes ir Lloyd. Mírate y date cuenta como estás. Toca mi frente dando un pequeño golpe que me hace gemir del dolor y devolverle el golpe —¿Ves? Estás empapada, con dolor de cabeza y no puedes conducir en ese estado. Te vas a quedar hasta que estés mejor.
Suelto una carcajada y lo miro divertida.
—No me voy a quedar en este lugar por más tiempo —trato de pensar en donde fue que dejé mi teléfono móvil y recuerdo que lo tenía en mi bolsillo trasero, toco y no lo siento.
Me devuelvo con rapidez al jacuzzi y lo veo en el fondo de este, gruño con fastidio y como ya estoy mojada, no me apena tener que entrar nuevamente al agua para recuperar mi teléfono. Al tenerlo en mis manos intento encenderlo, pero nada. No funciona.
—Maldita sea, no puedes morir en este momento.
Poco a poco las personas comienzan a desaparecer de la terraza y el ambiente queda mucho más frío o tal vez así lo siento porque estoy completamente mojada y el frío está calando hasta mis huesos.
—¿Te metiste al jacuzzi con el iPhone? Vaya desperdicio de dinero —el niega con la cabeza viendo que realmente ha muerto y no enciende. No era a prueba de agua. Esta versión no lo era.
—Déjame usar tu celular para pedir un Uber —lo veo hacer una mueca y sacar su celular del bolsillo delantero de su jean.
Levanto mis manos al cielo y no suelto un grito porque me duele la cabeza al hacer un mínimo esfuerzo.
—Vaya, vaya… Al parecer no fui la única que perdió movió hoy —froto mi cuello con un poco de molestar.
—Bueno, nada de esto hubiera pasado si tú no nos hubieras metido ahí.
—¡Fuiste tú quien se tambaleó y nos hizo caer! —le recuerdo y me acaricio los brazos cuando el frío puede más conmigo. Nunca he sido una mujer amante del frío, suele darme muchas alergias y gripe molesta.
—Entremos, no quiero que mueras de hipotermia y que tú fantasma me persiga toda la eternidad —ruedo mis ojos y no pongo queja mientras lo sigo adentro.
—¿Puedo usar tu teléfono fijo para pedir un taxi? —él me mira como si yo fuera una especie de extraterrestre.
—Lloyd, ¿Quién carajos tiene teléfono fijo en pleno 2023? Eso es obsoleto. Tienes que actualizarte más, eh… Estamos en la era de la tecnología, esas cosas ya pasaron de moda.
—Te recuerdo que eso no es una moda. Es una necesidad básica por ser un medio de COMUNICACIÓN.
Se encoge de hombros sin darle importancia y yo solo pienso en que tal vez la vida antes fue mucho mejor cuando no había tanta tecnología de por medio. Como dicen por ahí, todo tiempo pasado fue mejor. Y creo que tienen razón.
No sé a dónde me está llevando, pero solo lo sigo cuál sumisa. Entra a una habitación bastante grande con una cama inmensa. Realmente es gigante. Nunca había visto una cama de ese tamaño, la boca prácticamente me llega al piso de lo sorprendida que me tiene.
—Waooo, waooo… ¡¿Esa es tu cama?!
Mis instintos son más grandes que mi fuerza de voluntad y tomo una pequeña carrerilla antes de pegar un brinco y poder aterrizar en el cómodo colchón. O eso parece, porque Jenkins me toma en el aire y no me deja aterrizar en la cama.
—Calma pequeña saltamontes, no voy a dejar que subas a mi cama estando mojada.
Mi espalda queda pegada contra su pecho y me observa esperando que se me quiten las ganas de brincar al colchón.
—Vale, vale. Lo siento, me deje llevar por la emoción.
Me suelta al asegurarse de que realmente no voy a saltar y se pierde por una puerta. Lo sigo porque no sé qué más hacer en este lugar tan grande, al pasar por la puerta me doy cuenta de que ha entrado a un walking clóset bastante grande, limpio y ordenado. Parece que cada cosa que descubro de este departamento me deja más sorprendida que la anterior.
—Dime la verdad… ¿Eres narcotraficante o algo por el estilo?
Voltea a mirarme con bastante lentitud.
—Eh, nop.
—¿Entonces porque vives en un lugar como este si prácticamente ganamos lo mismo? Entiendo que tú tengas un sueldo mayor al mío, pero no llegan a ser más de 500 libras y aún así vives en este palacio y… —suelto un suspiro mirando a mi alrededor. —Vamos, cuéntame tú secreto, prometo no irte a denunciar.
Lo escucho reír y espero una respuesta sincera, no me sorprendería de que tuviera una doble vida y su Alter ego se dedicara a la mafia. Con Jenkins nunca se tiene nada por seguro.
—Es herencia.
Me tiende varias prendas de ropa y señala otra puerta de la habitación.
—¿Herencia? ¿Qué herencia?
—Ve a darte una ducha y luego hablamos —me dice y bueno, en cuestión de necesidades, prefiero ir a darme una ducha antes que averiguar su vida. Pero claro que lo haré pronto.
El baño… pffff, no hace falta decir que es de ensueño porque es muy obvio. Es de mármol y muy iluminado. La ducha parece sacada de una película de multimillonarios, tiene tantas regaderas que no sé por dónde saldrá el agua primero y me cuesta encontrarle sentido a muchos de esos chorros.
Me desvisto y dejo mi ropa mojada sobre la canasta de la ropa sucia, hay varias toallas dobladas pulcramente en un estante al igual que una salida de baño que al parecer pertenece a Jenkins, es de color gris.
Miro mi cuerpo desnudo en el espejo de cuerpo completo y me siento muy bien, me gusta lo que reflejo y comienzo a hacer poses como si estuviera en un estudio de fotografía.
—¿Lloyd, te dormiste bajo la ducha? —preguntan al otro lado de la puerta.
—¡No!
Escucho un suspiro de su parte y me meto a la ducha dejando de hacer pendejadas. El agua caliente cayendo sobre mi cuerpo es todo lo bien que está en este momento y no quiero salir, pero cuando Jenkins vuelve a tocar sé que no puedo perder más tiempo y que es momento de volver a mi casa.
Seco mi cuerpo con una de las toallas y uso la ropa que me ha dejado Jenkins. Es una pantalón tipo jogger color blanco que me queda grande, pero que se amolda bien a mis caderas y una camiseta grande también de color blanco bastante delgada que deja ver todo y que parece ser de pijama. No tengo ropa interior seca y como la tela de la camisa es bastante traslúcida, mis pezones son bastante notorios incluso con poca luz.
Peino mi cabello con las manos y dejo que varios mechones cubran mi pecho para así pasar desapercibidos los pezones que debido al frío están bastante notorios.
Cuando salgo del baño, veo a Jenkins en la cama vestido solamente con un pantalón corto y dejando a la vista su torso desnudo y muy bien definido. Sabía que Jenkins tenía buen cuerpo porque sus camisas se pegaban bien a los músculos, pero verlos directamente es una cosa muy diferente.
—Eh… yo creo que mejor me voy —digo torpemente sin saber dónde poner los ojos, esa tableta de chocolate me está distrayendo.
—Ya te dije que no puedes irte, toma esto para que se calme tu dolor de cabeza —me da un analgésico junto a un vaso de agua.
Y lo tomo porque aunque la ducha calmó un poco mi dolor, este persiste ahí y quiero erradicarlo por completo.
—No puedes retenerme acá para siempre —le digo después de terminar el vaso de agua y dejarlo en la mesita de noche.
—No será para siempre, solo por esta noche. Al menos hasta saber que estarás bien.
Palmea un lado de su cama y enarco una de mis cejas hacia él.
—Sé que quieres saltar. Ahora que estás seca puedes hacerlo.
Él mira mi cuerpo por completo y cruzó mis brazos porque no quiero que note nada raro, sus ojos son bastante observadores y pueden llegar a ponerme nerviosa.
—¿Qué? ¿Ya no quieres saltar?
Quiero. Tengo muchas ganas, pero no creo que sea lo correcto.
—Bueno… Pues debo hacerlo yo.
Lo miro con el entrecejo fruncido viendo cómo se levanta de la cama y camina hacia mí bastante misterioso.
—¿Qué estás haciendo? —pregunto dando pasos hacia atrás, pero él es más rápido al levantarme como si yo fuera una pluma y en lanzarme a la cama.
Suelto un pequeño grito esperando un fuerte golpe, pero recibo todo lo contrario. La cama es bastante suave y parece que estuviera brincando en una nube de algodón. Suelto una carcajada cuando siento la suavidad de las sábanas contra mi cuerpo y lo miro con una gran sonrisa.
—¡Parece una nube! —Jenkins asiente sonriendo y se sienta a mi lado —, ¿Por qué tienes una cama tan grande?
—Me gustan las orgías y…
En menos de un segundo estoy a metros de la cama frotando mi cuerpo con asco, escucho sus carcajadas resonando por toda la habitación.
—¡QUE ASCO JENKINS! —Él sigue riendo con fuerza y yo solo me imagino cuantas mujeres habrán pasado por esa cama y cuántas a la vez. Iugh.
—Es broma.
—Si claro.
Gira un poco su rostro a un lado mientras me observa y pide que vuelva a sentarme en la cama.
—No hay manera, no sé qué puedo contagiarme en esa cama.
—No seas dramática, era broma —responde bostezando —. Ninguna mujer a tocado está cama nunca.
—Pues yo lo hice.
—Siempre eres la excepción a todo, Lloyd.
No confío mucho en sus palabras, pero confío en que las sábanas estén limpias por lo que vuelvo a sentarme bastante lejos de él, total la cama es inmensa y da para poder estar en el mismo espacio sin tocarnos.
—¿Y tu novia nunca ha…
—¿Tu eres poco observadora, verdad? —me interrumpe y no lo entiendo.
—¿A qué te refieres? —pregunto, él se acerca más a mi, pero aún así hay mucha distancia entre ambos. Recuesta su cabeza sobre una de las almohadas.
—Mi relación es una farsa, Lloyd. No estamos juntos porque nos amemos, estamos juntos porque nuestras familias así lo quieren. Pero solo nos vemos cuando hay eventos familiares y de resto yo no sé nada de ella.
—No la amas —no es una pregunta, yo afirmo lo que estoy entendiendo. Jenkins asiente.
—No puedo amar a alguien por obligación, no hace ningún bien.
—¿Entonces porqué sigues con ella? —pregunto.
—Porque es lo que debo hacer —responde con la voz un poco cansada.
—¿Debes?
—Nuestras familias son complicadas, esperan que nos casemos pronto, pero hemos hecho todo lo posible por alargar el tiempo… Pero es lo que sucederá algún día, solo que estamos evitando que suceda pronto.
—¿Y porqué simplemente no le dicen a sus familias que no se aman?
Todo esto me suena bastante estúpido, pero la mirada cargada de tristeza de Martín me dice que no es tan fácil.
—Porque la unión de ambas familias será lo mejor.
—¿Quién carajos es tu familia? —pregunto molesta. Al amor no se le puede obligar a nada. ¡Es libre!
—Políticos que esperan que la unión de los dos apellidos sea lo mejor para la economía —se encoge de hombros —. Aunque he intentado por todos los medios de librarme de ellos, siempre encuentran la forma de mantenerme atado. Me odian por haber escogido una carrera diferente a la política.
—¿No puedes hacer nada para librarte de ellos?
—Mi familia es lo más tóxico que existe —confiesa y yo hago una mueca, me recuesto de medio lado mirándolo.
—De todas las personas, eras la última de la cual yo habría esperado que se rindiera tan fácil ante algo —digo y eso parece ponerlo peor.
—No es tan sencillo, hay muchas cosas en juego y… simplemente ya no quiero llevar la contraria de nadie.
—¿Y dónde queda la felicidad?
—Supongo que en algún momento llegará. Tal vez cuando esté casado con ella y ya tengamos nietos sentiré que todo está bien. No seré plenamente feliz, pero al menos no me dolerá vivir.
—Eso es muy triste Jenkins, es horriblemente triste de escuchar.
Su mano toca mi rostro y acaricia con lentitud, tomo su mano con la mía y entrelaza nuestros dedos. Tal vez sea la complicidad del momento, o qué en horas de la madrugada suele abrirme más y ser mucho más débil, pero justo ahora tomar su mano se siente como lo correcto y verlo acercarse a mi no está mal. De hecho se siente muy bien.
—Les demostraré que puedo ser mucho mejor que ellos cuando tenga el puesto de gerente. Los voy a sorprender, porque se han encargado de pisotearme cada día con los rangos y es mi momento de hacerlos callar. Y es en parte gracias a ti por renunciar, no es una batalla justa, pero al menos cerraré muchas bocas gracias a eso.
Un nudo se forma en la boca de mi estómago al escuchar sus palabras porque claro, él no sabe que yo no he renunciado y no lo haré. Seguimos compitiendo por ese puesto en silencio.
Muerdo mi labio inferior y sus ojos caen a ese lugar, pasa su pulgar por mi labio inferior acariciando y liberando mi labio de la presión de mis dientes.
—Si mi vida fuera diferente, yo habría luchado por ti.
—¿Por mi?
Asiente lentamente y se acerca más, el espacio cada vez está más reducido entre ambos.
—Yo sé que discutimos mucho y toda la cosa, pero a final del día me encuentro observando hacia ti y confirmando que aún con todo el mal genio que te cargas y esas ganas inhumanas de asesinarme, sigues estando hermosa. Y tu cuerpo —pasa su pulgar desde mi hombro hasta mi cadera delineando mi cintura —, tus ojos, tus labios. Todo de ti me gusta, pero lo que más me gusta es lo inteligente que eres, lo guapa que te ves cada vez que entras a una reunión de negocios. Esa mirada dominante cuando sabes que algo es tuyo. Eres impresionante y de no ser porque estoy comprometido a un matrimonio de mierda, hace muchos años habría confesado la atracción que siento por ti.
Un suspiro escapa de mis labios cuando deja una caricia en mi cuello, sus dedos son bastante largos y están fríos.
Sus ojos recorren cada facción de mi rostro de una manera que provoca mil mariposas en mi estómago.
—Bésame.
Mi suplica no se hace esperar, él aprovecha que su mano está en mi cuello para atraerme hacia sus labios y besarme de una manera que puedo decir que jamás lo habían hecho.
Con tantas ganas y anhelo que no quiero que esta noche acabe nunca.