Entre el deber y el placer

1307 Words
“Todo deseo tiene un objeto y éste es siempre oscuro. No hay deseos inocentes.” Luis Buñuel Anya Mientras él conduce, yo intento distraerme viendo la ciudad. Su sola presencia me pone nerviosa, mas no es miedo lo que siento, es una sensación distinta. Es querer tenerle cerca y que el tiempo transcurriera lentamente para disfrutar de su sonrisa. Soy una inexperta en estos asuntos del amor. No he tenido novios, ni relaciones ni siquiera virtuales; si he tenido algunas son utópicas o como dicen por allí, amores platónicos. A veces, él voltea a verme y yo desvío la mirada a otro lado. Siento que sí lo veo fijamente podrá darse cuenta de mis emociones. Raras emociones que aparecieron como por arte de magia cuando lo miré en su oficina. Minutos después se abre el portón de aquella inmensa mansión. Nuevamente un extraño escalofrío recorre mi cuerpo. —Bienvenida a mi casa, Anya. —Gracias —respondo parcamente. Él baja del auto, da la vuelta, me abre la puerta y me ofrece su mano para sostenerme mientras bajo de su auto. Camina delante, sube las escaleras, saca las llaves de su bolsillo. Abre la puerta, yo subo detrás de él. Entro y mi mirada se pierde en aquel inmenso, lujoso e increíble lugar. Nunca había visitado un lugar como ese. Andrew me mira y sonríe, quizás pudo darse cuenta que estoy asombrada. Por lo que comento para no parecer tan —Hermosa decoración. —¿Te gusta? Pocas personas comprenden el estilo minimalista wn la decoración pero a mí, me fascina. Diría que eres la primera en coincidir conmigo. Sonrió para no entrar en detalles ¿Qué era un estilo minimalista? Mi casa era minimalista porque habían pocas cosas. No por decoración, río y él se voltea a verme. —Ven, te muestro los espacios. Asiento y camino detrás de él. Vamos hacia la sala principal, allí mismo en un pasillo interno está la biblioteca, abre la puerta y en un espacio enorme está la cocina, más adelante el comedor, luego una escalera al lado izquierdo, subimos y hay tres habitaciones. Me me lleva hasta la habitación donde dormiré esa noche. —Este será tu cuarto —abre la puerta, pasamos, me muestra el vaño y luego se despide de mí. —Quiero que descanses, si necesitas algo, puedes bajar y tomarlo. Siéntete en casa Anya. —¡Gracias! —exclamo emocionada. —¡Ah! En el guardarropas puedes buscar algo para dormir. Que tengas una linda noche. Cierra la puerta. Yo me quedo maravillada con aquel lugar, aunque es minimalista, es un lugar muy artístico. Cada detalle de los cuadros, las cortinas, los muebles es armónico dentro de sí mismo. Me siento en la cama, es suave y esponjosa. Las sábanas son delicadas y sedosas. Me acuesto y veo la lámpara que me alumbra, también tiene un toque mágico, la luz es perfecta, ni encandila, ni oscurece la habitación. Me levanto, voy al guardarropas, reviso para encontrar algo con lo que pueda dormir, hay un suéter que por el tamaño debe funcionar como bata de dormir. Me desvisto, voy hacia el baño, entro en la ducha. Trato de no mojarme el cabello. Con el agua tibia provoca quedarme metida, pero no sé si sea lo correcto. Cierro la regadera, me seco y me colocó el suéter, me llega a medio muslo, así estará bien. Tengo un poco de sed, decido ir por una jarra de agua y un vaso. Bajo las escaleras con sumo cuidado para no hacer ruido. Llego a la cocina, abro la puerta del refrigerador, saco la jarra, me sirvo un vaso con agua, lo bebo rápidamente. Estaba sedienta. Cierro la puerta, el lugar está algo oscuro, subo las escaleras rápidamente para regresar a la habitación, de pronto algo roza mis piernas, asustada grito y dejo caer mi celular. Él sale corriendo de sí habitación, se acerca a mí, y me sostiene por la cintura. —¿Te pasó algo? Nerviosa y temblando por la proximidad de su cuerpo, apenas alcanzl a decirle: —Algo en mis pies… —¿Necesitas algo? —me pregunta. —No, tenía algo de sed y fui a la cocina, pero cuando iba llegando ala habitación sentí algo en mis pies. —Ok. No te preocupes, debió ser el gato de mi vecina, a veces entra a comer, siempre le dejo comida en la cocina. —Dios, casi muero de un infarto. —me agacho para recoger lo que quedó de mi celular, él también se agacha, nuestros rostros quedan uno frente al otro, puedo sentir su respiración y ver la humedad de sus labios. —Disculpa —dice él, se levanta— No creo que tu celular haya logrado sobrevivir, pero mañana vemos como lo resolvemos. Que descanses. Se retira a su habitación y yo apenas puedo recobrarme de mi respiración agitada y de mis músculos pélvicos contrayéndose. Regreso a la habitación, cierro la puerta, trato de armar el celular, lo enciendo, pero no funciona. Ahora como podré avisarle a Teresa que estoy bien y en este lugar. De pronto mis pensamientos se desvanecen y sólo puedo recordar la imagen de sus labios y su respiración agitada. Él estaba tan nerviosa como yo. Eso era seguro. Pero ¿por qué me pidió disculpas? Es obvio, que no le intereso, sólo soy su contratada. Me increpo a mí misma. “es lo mismo que deberías hacer, entender que es sólo un negocio”. Me centro en lo que es realmente importante para mí, la libertad de mi padre. Es el foco que debo tener y olvidarme de lo que estoy sintiendo. Andrew es un hombre millonario, no se fijaría en mí. Finalmente me quedo dormida, mi mente divaga entre la realidad y la ficción; entre el deber y el placer. Amanece y él se nota aún más distante, yo apenas pude dormir un par de horas, mientras subimos a su auto, son pocas las cosas que me platica. —¿Lograste que tu celular funcionara? Niego con mi cabeza, para responder a su pregunta. —No te preocupes, hoy mismo te haré llegar uno. —Gracias, pero no es necesario. —Anya tengo que comunicarme contigo, además fue culpa del gato de mi vecina, por lo tanto debo reponértelo. —Está bien —contesto algo desanimada. —¿Te ocurre algo? —No, creo que dormí poco. —¿Te dejo en la entrada a Petare? —No, no es necesario, puede dejarme cerca de la estación del subterráneo. —¿De verdad no quieres que te deje cerca de tu casa? aún tengo una hora para llegar a mi trabajo. Accedo a su propuesta, la ropa que llevo puesta es algo llamativa para estar en la calle a esa hora. Además el frío en el valle de la capital es fuerte. Minutos después llegamos a la parada de las camionetas, casualmente Tete va a subir a una de ellas, me ve bajando del auto y se sale de la mega cola para recibirme. —¡Wow! te excedes de verdad, mira la hora a la que llegas —ríe con picardía. Él aún está esperando a que suba hasta mi barrio, al ver a Teresa la llama, ella de despide de mí para irse con él. Subo las escaleras, sé que le importo, sólo que no sé si es porque soy su potencial vientre en alquiler o si... "No te hagas falsas expectativas Anya" me digo a mí misma. Llego a mi casa, volviendo a la rutinaria realidad. Es tan fácil soñar, pero tan difícil despertar. Abro la puerta, entro, dejo la cartera sobre la mesa, enciendo la vela a mi virgen Rosa Mística y le agradezco por concederme aquel deseo. —Tú nunca me fallas virgencita. —me persino, me acuesto y duermo.
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