Vientre en alquiler para el CEO

Una noche mágica

“Cuanto más te esfuerzas en ocultar el fuego, más arde”

Ovidio

—Adelante, puede sentarse, por favor —le pide Andrew aún estupefacto con la presencia de la hermosa joven.

—¡Gracias! —responde ella con su voz dulce mientras se sienta.

—¿Eres Anya? —pregunta él leyendo el formulario.

—Sí, Anya Marcolla —responde con cierta timidez.

Él reconoce al tenerla cerca, que se trata de la chica del ascensor.

—¿Nos hemos visto antes?

Ella asiente con la cabeza. Sabe que se trata del hombre con quien se topó en el ascensor días atrás.

—Dime Anya, ¿qué edad tienes?

—Veinte años, y sobre ese punto quiero que sepa que a pesar de mi edad soy una mujer madura, no tengo ningún tipo de enfermedad o I.T.S, realmente soy… —hace una breve pausa— soy virgen.

Aquella confesión es bastante fuerte para Andrew, es raro encontrar a una chica de su edad siendo aún virgen.

—¿Sabes lo que acarrea quedar en estado y perder tu virginidad con este procedimiento?

—Sí, lo sé. Todo está claro y las razones por las que lo hago, lo merecen aún más.

Andrew prefiere no preguntarle por el tema. Hace silencio por unos segundos, recuerda las palabras de su asistente “La verdad es que espero usted la conozca y se forme su propia opinión”. Aquella joven además de hermosa, es sensible y honesta. Sin dudas, es la elegida para él, aunque restan cuatro chicas por entrevistar.

—Bien Anya, quiero seguir conversando contigo. ¿Podemos ir a cenar?

—Sí, imagino que sí. —responde ella, asumiendo que es parte de lo que debe hacer por su padre, aunque aquel hombre la tiene realmente encantada.

Se pone de pie, él abre la puerta, le cede el paso. Salen de la oficina y suben al elevador, aquel lugar dispara el gatillo mental de ambos viéndose por primera vez. Él no dejarla de mirarla ni ella de sonrojarse.

Salen del ascensor, caminan hasta la entrada principal, él le pide que espere alli, mientras el va al estacionamiento subterráneo por su auto Aston Martin de lujo DBX707 color azul metalizado. Él baja del auto, le abre la puerta, ella sube y el también.

—¿Algún lugar dónde desees ir?

—No, la verdad no conozco mucho.

—Ok entonces seré yo quien escoja el lugar.

Toma la autopista Francisco Fajardo hasta cruzar la zona norte y llegar al restaurante La Terraza steakhouse. Ella se sorprende de estar en aquel lugar tan elegante.

Andrew pide el descorche de una botella de Champagne para aquella noche mágica. Para él es refrescante y relajante conversae con Anya, no hay máscaras, ella es genuina en su forma de ser, sin dejar de ser inteligente e interesante, logra cautivar con su sonrisa y el par de hoyuelos que decoran sus cachetes.

—¡Salud Anya, por este nuevo inicio y oportunidades para ambos!

—¡Salud! —responde ella tomando de un solo sorbo su trago.

—Debes tomarlo con cuidado o tendré que pedir a los bomberos para bajarte de aquí.

El viento frío que pega en aquel lugar, la hace temblar y erizarse de pie a cabeza. Él ve como ella se estremece, se pone de pie, sequita el saco y lo coloca sobre los hombros de ella. Anya siente su cuerpo encenderse de la nada, es como si un incendio comenzara desde su vientre hasta sus orejas. Aunque piensa que puede ser la bebida, no puede negar que aquel hombre la perturba en extremo.

—¡Gracias! —responde ella ante el gesto caballeroso de Andrew, quien al rozar su piel, también se estremece por dentro.

Regresa a su asiento, pide la comida para cenar.

—Me permití escoger un plato especial para ti.

El mesonero llega con la comida, a ella le coloca un rissoto de mariscos y para él, ceviche con camarones. La sonrisa fingida de Anya al ver el plato, demuestra que nunca ha probado aquella exquisitez.

—Pruébalo, es lo mejor de la comida marinera. Te prometo que te gustará.

Anya toma el cubierto y agarra un mínimo bocado, poco a poco lo lleva hasta su boca, cierra los ojos como si se tratase de un castigo, pero al sentir el sabor en su boca, abre nuevamente los ojos y se saborea los labios.

—¡Mmmmmm! Es realmente bueno.

—Sabía que te iba a gustar. Anya hay cosas en la vida que ninca hemos probado pero que una vez, que nos arriesgamos, resulta ser lo mejor que nos ha pasado.

Ante la sabiduría de sus palabras, ella sólo piensa en lo increíble de aquel momento. Jamás se imaginó una primera cita tan llena de lujos, con un hombre tan especial como aquel, culto, con un perfume exquisito, cuya finura y elegancia lo hacen ver como protagonista de película y de cuyos labios, su sonrisa parece hipnotizarla.

Las horas transcurrieron en un abrir y cerrar de ojos. Anya no quisiera que esa noche terminara y Andrew no quisiera dejarla ir. Pero es claro que todo debe ser como está planeado. Aunque ella lo hace sentir maravillosamente bien, él aún ama a Samira. Su relación con Anya es estrictamente de negocios. Se dice a sí mismo mentalmente “tú serás padre y ella podrá poner en libertad al suyo, no hay nada que pensar, no inventar, Andrew”.

Pagan la cuenta, ella baja algo mareada al salir al aire libre, suben al auto.

—Te llevo a tu casa. ¿Dónde vives Anya?

—No creo que sea bueno que usted vaya hasta allá.

—Lo que no es conveniente es que te vayas sola hasta tu casa en ese estado.

—Vivo en un barrio, si va hasta allá, tendrá que pedir una grúa para remolcar su auto. Eso si tiene suerte y no se le roban.

—¿Tienes algún problema, de quedarte esta noche en mi casa?

Ella lo mira con recelo. Él coloca el brazo sobre el asiento de ella y se aproxima, la mira fijamente.

—No te va a pasar nada. Es sólo para estar tranquilo. Ese lugar donde vives es una zona muy peligrosa, no podría dormir bien si te pasara algo por mi culpa.

Ella asiente, sabe que él tiene toda la razón. Nadie mejor que ella para saber que puede ocurrirle si llega a esa hora, sola, al barrio.

—Está bien. Debo confiar en usted ¿verdad?

—¿Si no lo haces como podrás llevar a mi hijo en tu vientre? Yo también debo confiar en ti ¿no crees?

El rostro de Anya se ilumina de alegría.

—Eso significa que…

—Significa que hasta ahora es la primera escogida para ser contratada.

Aquella noche es realmente mágica para Anya.

Todo parece un sueño, un hermoso sueño del cual no quiere despertar. No aún.