La chica del ascensor

1337 Words
“El azar es orden del tiempo.” Guillermo Pérez Villalta Andrew: —Teresa por favor, ven a mi oficina. —suelta el botón y revisa a una a una las propuestas de las candidatas para el vientre en alquiler. Mientras leo cada uno de los perfiles de las candidatas. Recuerdo el rostro de la chica del ascensor, por alguna extraña razón, aquella chica me provoca emociones muy distintas. Si ella había ido por el cargo, algo me dice muy dentro que es ella, la mujer que busco. Flash Back Samira está acostada, comienzo a besarla tiernamente, beso su cuello, desciendo por su espalda, acaricio sus caderas. Siempre soñé con casarme con ella y tener por lo menos tres hijos. Ese es mi mayor deseo, tener una familia grande. Yo mismo nunca la tuve, mi madre había tenido un par de embarazos que no llegaron a feliz término porque en ambos casos, abortó de forma espontánea. Aquello generó en ella emociones muy difíciles de afrontar, la felicidad de haber quedado embarazada con el miedo de perder otro hijo y sumado a ello, el dolor de no poder tenerlo. Ya estaba a punto de desistir cuando finalmente quedó embarazada de nuevo, papá estaba tan feliz, que cuidó de ella para evitar que tuviese algún problema durante el parto. Pero digamos que yo tenía ganas de venir al mundo y así fue. El 13 de septiembre de 1996 llegué a este mundo. Mi infancia fue bastante solitaria, y los cuidados sobreprotectores de mis padres, no ayudaban con aquella realidad. Ser hijo único puede ser ventajoso en algunos casos, pero a la vez muy negativo. Porque todo es exclusivo para ti pero a la vez, es excesivo. Creo que nada en exceso es bueno, ni siquiera el afecto que recibes porque cuando te toque retribuirlo quizás no tengas como. Cuando conocí a Samira en la universidad, quedé encantado con ella. Rubia, atractiva, delicada y sobre todo muy sensual. Salimos un par de veces y a la tercera, ya hacíamos el amor como unos desesperados. Sus caderas, anchas, sus pechos grandes, como dicen los psicólogos, son lo primero que como seres reproductivos vemos en una mujer porque es lo que nos dice nuestros instinto; ¿qué más confiable que él, para escoger a quien será la madre de nuestros hijos? Llevamos tres años de noviazgo y por más que he deseado dejarla embarazada, no he podido. No me atrevo a pedirle una prueba de fertilidad pero tampoco me atrevo a hacerme un seminograma para ver mi producción de espermas; sería terrible tener que admitir que soy yo él del problema. Samira por su parte, está feliz, no necesita tomar anticoncepcionalea, ni engordar o deprimirse por el control hormonal. Pero como dije al comienzo, quiero tener una gran familia. Ella evita hablar del tema y se irrita cuando le pido conversar sobre ello. Termina vistiéndose y dejándome solo. Sus argumentos son los mismos de sirmpre “somos jóvenes aún, disfrutemos la vida” “mis pechos se caerán si amamanto” “no quiero engordar y que se manche mi cutis” yo permanezco con la esperanza de oírla decir “Estoy embarazada” sueño con ese momento, pero hoy no quiero discutir con ella, hoy quiero hacerle el amor, las veces que sea necesario para preñarla. Sólo eso. Desde hace tres meses he estado pendiente de su periodo menstrual y de su período de ovulación, hoy es su segundo día, no puede haber fallas. Qué no se diga que fue por no intentarlo. Mi mano se desliza por su entrepierna, ella la levanta suavemente para que pueda sentir la suavidad de sus labios carnosos, me interno entre sus piernas, con mis dedos abro sus pliegues, busco su cartílago rosado y comienzo a tantear con mi lengua para hacerla vibrar como le gusta. Ella se voltea hacia mí, me mira y sonríe, sé lo que le gusta y ella sabe lo que a mí me perturba. Por ejemplo, verla cuando mueve sus caderas, ver y sentir su humedad, saborearla por completo, eso me enloquece. Me concentro en llevarla al punto máximo del placer, cuando sus garras apretan mis hombros y eleva sus caderas como contorsionista del Circo Soleil, puedo ver sus piernas temblar y es justo allí, cuando abandono sus labios, dejó caer la toalla y sumerjo mi falo dentro de ella como un submarino. Entre gemidos y jadeos nuestras pieles percuten unas con otras y el sudor desprenden amalgaman nuestros cuerpos. Siempre termino susurrando un “te amo” en su oído antes de caer exhausto a su lado. Tocan a la puerta, regreso a la realidad, le pido a Teresa que entre. La estoy esperando para que me de algunas sugerencias, pero sobre todo para ver si logro localizar a la chica del ascensor. —Dígame jefe —jala la silla y se sienta, me agrada su forma de ser, es tan espontánea y sencilla que a veces me gustaria tener su entusiasmo. —Sí, Teresa, tengo varios de los perfiles de las mujeres que me gustaria entrevistar, pero hay una de ellas que me dejó muy interesado y quisiera saber si está aquí. —Eso será complicado porque justamente evitamos pedir fotografias por lo que ud habia solicitado, no caras bonitas nada más. —Sí, eso lo sé. Pero necesito estar seguro que una de ellas, sea la chica del ascensor. —La chica del ascensor. Eso suena algo sugestivo. Acaso jefe, usted… —No, para nada, aunque hubiese querido hacerlo. Es muy bella pero además tiene una dulzura especial mezclada con sensualidad. No sé como explicarlo. —Déjeme ver los formularios, a veces eso que vemos más allá de lo fisico es parte de la esencia de esa persona y quizás pueda encontrar eso en algunas de sus respuestas. Tomo los cinco perfiles y se los entrego a mi asistente, confío en ella y en su buen tino. —¿No deberían ser diez? —me pregunta intrigada. —Sí, pero sólo me parecieron interesantes estos cinco, los otros pueden ser escogidos al azar. Teresa revisa los formularios y entre ellos, escoge uno y me lo entrega, no sé porque piensa que pueda ser ese. Pero lo colocaré aparte, sólo espero que no se equivoque. —Gracias Teresa, a partir de mañana cita a cada una de las chicas para la última hora de la mañana y otra para la última hora de la tarde. Si consigo a la indicada, será interesante almorzar o cenar con ella. —Me parece una genial idea. —se levanta y se despide— con su permiso. Mientras ella se aleja, pienso una y otra vez en la posibilidad de ver mi sueño hecho realidad. Sólo meses, apenas nueve meses y podre ver el rostro de mi hijo. Si Samira estuviese aquí, sería perfecto. Mas fue su decisión alejarse y separarnos cuando le pedí que tuviéramos un hijo a través de un vientre de alquiler. Aún no entiendo que la hace dudar de tener una familia juntos. Tengo el estatus social que su familia pide, le he sido fiel por amor, no por obligación; mujeres que deseen ocupar su lugar, las encuentro a diario, pero ninguna de ellas me interesa. Creo que el hecho de haberme criado en una familia perfecta, me insta a hacer lo mismo. Si no fuese por su actitud fría ante mi deseo de ser padre, ya nos habríamos casado. Pero si tengo que escoger entre ella y un hijo, creo que mi decisión es clara. Ya he investigado mucho sobre el tema de fertilidad in vitro, pero no quiero un hijo probeta, quiero un hijo que sienta el calor maternal, su protección y su amor. Por eso reviso minuciosamente cada uno de estos perfiles. No quiero un vientre de una mujer que sea sólo hermosa, quiero una mujer que desee tener un hijo mío en su vientre y me permita ser padre. Es una inversión bastante grande, pero tener un hijo, lo vale. De eso estoy seguro.
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