Prólogo

1508 Words
“Cuando tiene que decidir el corazón es mejor que decida la cabeza.” Enrique Jardiel Poncela Anya: A veces se nos presentan oportunidades en la vida, que queriendo o no aprovecharlas, la realidad nos empuja a hacerlo. Ese es mi caso. Yo soy Anya una joven de veinte años, a quien la vida le ofreció la oportunidad de tener todo el dinero del mundo. Al comienzo todo parecía muy sencillo, eso lo piensas mientras no lo estás viviendo en carne propia. Luego, te das cuenta que no es nada fácil, menos aún cuando involucras en ello lo emocional. El precio que debía pagar era demasiado alto. Ahora estoy aquí, acostada en esta camilla, teniendo que tomar la decisión más difícil de mi vida. Aquí les va mi historia. Estoy sentada en la silla de espera para mi entrevista. Hay muchas chicas a mi alrededor, algunas parecen modelos de Victoria's Secret, altas, rubias, nariz respingada, ojos azules, verdes, grises y yo, tan simple como un hoja en el suelo, en época de otoño. Estoy nerviosa, muy nerviosa, sé que tal vez todo va a depender de mi suerte en esa entrevista, si no logro ser escogida tendré que recurrir a lo único que hasta ahora no he querido hacer, prostituirme. Todo parece fácil; el formulario sólo pide que esté en completo estado de salud física y emocional y hasta ahora puedo decir que estoy sana. Una a una las chicas van pasando; cada una de ellas sale sonriendo, y eso aumenta mi ansiedad. No sé si deba preocuparme más de lo que estoy. Abro mi libro preferido y que siempre cargo conmigo “El monje que vendió su Ferrari”, saco mi estampita de la Rosa Mística, le oro para que me ayude a conseguir ese puesto. Finalmente llega mi turno, respiro profundamente un par de veces y entro a la oficina de mi entrevistador. Al entrar, me encuentro con una mujer de algunos treinta años, es elegante y tiene una mirada bastante expresiva. —Buenas tardes, ¿Cómo te llamas? —pregunta, extendiendo la mano para recibir el formulario que acabo de llenar. —Anya, soy Anya Marcolla. La mujer revisa las dos páginas minuciosamente. Yo entrecruzo mis dedos. Intento no mostrar nerviosismo. Eso lo aprendí bastante bien cuando estudiaba en el liceo. Ya de eso hace un par de años. —¿Esa es tu edad, veinte años? —¡Sí! —digo y asiento con mi cabeza, deseando que aquello no sea un punto negativo para mí. —Muy bien Anya, esta es la primera etapa de la entrevista, la segunda se hará una vez terminada la pre-selección de las diez posibles candidatas para el puesto. Cualquier cosa te estaremos llamando. Me pongo de pie, para salir de la oficina, esta claro que primero debo pasar este primer paso. —Por favor dile a la siguiente que pase. —Si, seguro —respondo, abro la puerta y digo— la siguiente por favor. No puedo evitar sentirme angustiada y nerviosa. Necesito ser la elegida. Camino hacia al elevador, cuando de pronto se abre la puerta y tropiezo con alguien, levanto el rostro y me encuentro frente aquel hombre, alto, apuesto, fornido, de ojos profundamente azules, cabello castaño claro ondulado y barba. ¡Dios me siento en una de las películas hollywodenses! —Lo siento —me disculpo con él. —No disculpa, fue mi culpa, creo que venía un poco distraido. Evidentemente venía distraído con su Iphone 13, por ello casi me tumba. Entro al elevador, él voltea a verme de pie a cabeza, mientras se cierra el elevador, él no para de mirarme sonreído. Finalmente su rostro desaparece tras las puertas y mi corazón vuelve a tomar el ritmo normal de palpitaciones. Salgo del edificio, decido caminar hasta el subterráneo para dar tiempo a que llegue la hora de mediodía y comer algo. Subo al metro, en treinta minutos estoy en la estación 9, bajo y camino hasta el barrio donde vivo. Aún no entiendo como pueden haber dos lugares tan distintos en una misma ciudad. El centro de Caracas es tan diferente al barrio donde vivo, que sería como comparar el cielo y el infierno separados apenas por una avenida. Subo las escaleras, las largas escaleras hasta llegar a mi casa. Entro, abro la nevera y apenas consigo huevos, y un arroz que llevo dos días recalentando. Denl esperar que llegue la bolsa que ofrece el gobierno para las clases más vulnerables. A veces pienso que debería seguir los consejos de Cristi de dejarme de moralismos e ir a trabajar al bar de Ramón, pero no quiero, no es ese el destino que deseo para mí. A pesar de todo lo que he tenido que pasar desde que mi padre fue llevado a la cárcel siendo inocente, simplemente por estar en el lugar incorrecto, a la hora equivocada. Pero, eso es parte de lo que significa ser pobre y vivir en este país donde la justicia tiene precio y lupa. Aquello de que La Justicia es ciega, no es verdad, por lo menos no aquí. Busco mi celular, para enviarle un mensaje a Teresa, ella es mi vecina y la asistente del Sr. Eduardo Camarán CEO de la empresa donde ella trabaja. Teresa fue quien me recomendó ir a aquella entrevista, por lo que no está demás pedirle que meta la mano por mí, ante su jefe. —Hola Tere, ya fui a la entrevista, la señora que me atendió habló de una preselección. Por fa, haz lo que puedas para que me elijan. Recibo su respuesta inmediata: —Tranquila, haré lo que pueda. Me recuesto un poco, el día está muy caluroso, lo cual indica que va a llover. Colocó mi celular, en la cabecera de mi cama. Ya es viernes, el fin de semana podré ver a mi padre, por lo menos un rato. Estaba nuevamente sola, tenía que lidiar con el hecho de no tener a mi padre cerca, eso sin decir que mi madre me había abandonado cuando apenas tenía seis meses. ¡Papá qué complicado se ha vuelto todo sin ti! Flash back Era el mes de julio. Ya todo estaba preparado para mi graduación en el liceo. Habíamos quedado de que él pasaría por mí para llevarme a la iglesia y luego de la misa, nos veríamos en el auditorium del colegio para el acto. Yo me arreglé lo mejor que pude. Teresa apenas habia comenzado a trabajar en la Inmobiliaria, sabía que necesitaba un par de zapatos nuevos y me los regaló. Aún recuerdo con emoción aquel momento. Ella es apenas dos años mayor que yo. Desde pequeñas siempre jugábamos juntas, yo iba a su casa, y su madre Doña Gloria, siempre me trataba con mucho cariño, tal vez sabía la falta que me hacía mi madre. Papá trabajaba como taxista, pocas veces estaba en casa, a su lado nunca me faltó nada, siempre se esmeraba por darme todo. Mas aquella tarde, todo cambió. Yo lo esperaba en el auditorium para la actividad. Veía mi reloj y él no llegaba. Me tocó dar el discurso pues era la de mayor índice académico 19, 8 puntos. Creo que por eso él hacía lo que fuese por darme todo lo mejor. Mi vista se pierde a lo largo de todas las personas que están en el evento. No logro dar con él. Comienzo a ponerme nerviosa, él no me dejaria sola en un momento tan importante, él no. Debió pasarle algo y eso me aterra. Termino el discurso, todos me aplauden e inevitablemente mis lágrimas son incontenibles. Aunque aquello conmueve más al público, lo cierto es que estoy angustiada y llena de miedo. Papá nunca apareció, por lo que ni siquiera tengo una fotografía de él a mi lado, con mi título de bachiller. Aquel año se convirtió en el mas duro para mí. Regreso a casa y me encuentro con Doña Gloria quien al verme me abraza y me da la noticia de que mi padre está preso. —Anya, Ernesto fue detenido. Acabo de enterarme porque la policia estuvo en tu casa. Revisaron todo para ver si encontraban pruebas en su contra. Lo están culpando de haber sido cómplice en el robo de una tienda, donde murió el dueño. —¿Mi papá qué? —pregunto asombrada con aquella noticia tan descabellada a Doña Gloria. —Hija no sé como fue la cosa, sólo te digo lo que me dijo el detective. Abro la puerta y consigo todo hecho un desastre. Mis cosas están tiradas en el piso, rompieron la cerradura de la puerta y se llevaron el computador que papá me había comprado cuando entré al liceo. Aquello era increíble, que podrían buscar y encontrar allí, si papá ni siquiera sabía en encender el computador. Después de aquel día, tuve que visitarlo en la celda de la policía hasta que hace dos años, lo trasladaron a la cárcel. Mi padre es inocente, ahora estaba preso sin haberse demostrado su culpabilidad, y sin ser enjuiciado.
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