Domingo de visita

1962 Words
“Al principio, los sueños parecen imposibles, luego improbables y eventualmente inevitables”. Christopher Reeve Anya Desde que mi padre fue ddetenido hace dos años en la policía y luego trasladado a la cárcel, no ha habido ni un fin de semana en que no venga a verlo. Lo extraño tanto que es imposible no soñar con él o recordar los momentos de mi infancia en que siempre estuvo a mi lado. Quisiera darle una noticia alentadora, pero no me puedo adelantarme a los hechos, es preferible que esté segura del empleo, por ahora sólo le diré que estoy buscando un trabajo para ayudarme. Quizás se moleste un poco porque su sueño es verme graduada de la universidad. Pero el mío, es sacarlo de ese lugar y eso haré. La cola avanza, ya pronto estaré dentro, aunque venir aquí es deprimente, no puedo abandonar a la única persona que siempre se mantuvo a mi lado. La mujer de la entrada, me revisa por completo, hasta la bolsa pequeña donde le traigo un alcohol gel y cosas de aseo personal. Si fuese a pasarle drogas o algún arma tal vez ni lo notaría, pero siempre ocurre, mientras más honesto eres, más desconfianza generas. Luego de la revisión, camino hasta la sala de visitas, mientras los presos sacan sus manos con intenciones de tocarme y yo los esquivo no por repulsión sino por miedo. Finalmente llego a la sala, donde el me espera sonriendo como siempre, su sonrisa es fingida, sé que no la está pasando bien. La herida en su pómulo aún no cicatriza. —Mi niña hermosa, ¿cómo estás? Aunque quisiera abrazarlo, el custodio no me lo permite. Me siento en la silla frente a él y sostengo sus manos esposadas entre las mías. —Bien papá ¿y tú cómo estás? —Bien mi amor, feliz de verte. Eres mi razón para despertar todos lis domingos. —Papá, te traje algunas cosas, espero te las entreguen. Sé que no puedo traerte lo que necesitas porque no me permiten ingresar algunos objetos, pero te traje algunas cosas de aseo personal. —Gracias mi amor. Pero cuéntame ¿cómo estás?. —Bien papá, yo estoy bien. ¡Ah Doña Gloria te envía saludos! —Me alegra que estés bien. Dale un fuerte abrazo de mi parte, a ella y Tete, extraño mi barrio y mi gente. —Lo sé y ellos también a ti. Por ahora he comenzado a buscar un empleo, necesito trabajar, la situación en el país cada vez está peor. Ya no se puede ni dormir en las noches con tantos disparos en las veredas. —Prométeme que te cuidarás mucho. Te he dicho que vendas mi carrito para que pagues los estudios, yo quiero que estudies y seas una profesional mi niña. Tú mereces lo mejor. —Ya hemos hablado de eso. Recuerda que hasta que no te procesen no me entregan el carro y sé cuanto te costó tenerlo, para que ahora yo me deshaga de él. Padre no lo voy a vender, porque sé que pronto saldrás de aquí, eres inocente. Mi padre baja la mirada y la tristeza en sus ojos, termina por derrumbarme. —No estés así papá. Yo te sacaré de aquí cueste lo que cueste. —Mi amor, no tenemos como. —No por ahora, pero no pierdas la fe viejo, te necesito fuerte. Él toma mis manos y las besa con ternura. Se pone de pie, el custodio lo regresa a la habitación y me pide que salga de la sala. Cada vez es menos el tiempo que puedo verlo. Cada vez es menos. No puedo evitar llorar, camino de regreso a la salida, me duele abandonarlo en ese lugar. Todos los domingos una turbulencia de emociones azota mi alma. Alegría de verlo, tristeza por abandonarlo, rabia por no poder sacarlo aún de allí, miedo de lo que puede pasarle allí dentro e impotencia. Todas esas emociones que me hacen ser fuerte y vulnerable al mismo tiempo. Camino hasta la parada del bus, la parada está repleta de personas que al igual que yo, vienen de ver a sus parientes. Llega el bus, todos suben, yo apenas alcanzo a entrar, me sujeto del tubo. Minutos después, bajo y camino apresuradamente hasta el subterráneo, si lo pierdo tendré que esperar una hora y aquel lugar serviría perfectamente para ambientar la escena de un crimen. Por suerte, llego a tiempo, corro y subo al vagón del metro. Respiro profundamente, ya pronto llegaré a la estación 9. Bajo del metro, subo hasta la carretera y camino hasta la parada, si tengo suerte podré subir a un jeep, sino me tocará ir en una de las camionetas improvisadas que se usan desde hace unos cinco años como transporte. Aquella sensación de pobreza única taladra los huesos. Sólo quisiera tener una oportunidad y salir de aquel barrio. Subo las escaleras casi que corriendo, empieza a oscurecer y no me agrada estar por allí, sola. Ya en casa, dejo mi bolsa y voy a casa de Tete, ella debe estar allí, es domingo. Toco la puerta, Doña Gloria me recibe como siempre, con una gran sonrisa. —Tete, se encuentra —le pregunto. —Si, Anya, pasa. Está en su cuarto, arreglando su ropa para ir mañana al trabajo. ¿Viste a tu padre? —Sí y le manda un abrazo fuerte —la apreto con fuerza para cumplir el deseo de mi padre. —¿Cómo está él? —Triste, lo vi más triste de lo habitual. Tengo que sacarlo de allí, tengo que sacarlo antes de que le pase algo. Tiene una herida en el rostro —me quiebro al decir aquello. Doña Gloria me abraza con fuerza y acaricia mi cabeza. —Cálmate Anya, pronto Dios y la virgencita te hará el milagro. —Sé que sí. Así será. Ella se ocupa en lo que hacía en la cocina y yo voy hasta el cuarto de Tete, ella tiene sus audífonos puestos, por lo que imagino ni siquiera me oyó entrar. La sorprendo haciéndole cosquillas en la cintura, ella brinca y se gira hacia mí, se quita los audífonos y me saluda. —¡Casi me matas de un susto! ¿Cómo estás? —Bien, supongo. Vengo de ver a mi padre. —¿Y cómo está Don Ernesto? —Te manda abrazos —me acerco y la abrazo— pero lo vi excesivamente preocupado. Tete necesito sacar a papá de ese lugar. No quiero que le pase nada. Tenía un golpe en el rostro y no me gustaría que recayera en depresión. —Eso si está mal. Aún recuerdo cuando quedó desempleado hace ocho años atrás y terminó intentando quitarse la vida. Fue horrible, por poco lo logra, de no ser porque la cuerda se partió. —No quiero recordar ese momento por favor. No quiero. —Disculpa no quería que te sintieras mal. Esperemos que él esté mejor. Yo te tendré al tanto de lo que pase mañana. Recuerda que tu cita es el miércoles 13 a las 6:00 de la tarde. —Eso no se me olvida ni que me dé amnesia. —Tonta no digas eso. Yo confío en que serás la elegida. —Gracias Tete, eres la mejor amiga del mundo. —Soy tu única amiga, tonta —me abraza y tiene razón. Nunca fui muy sociable en el colegio. ***Flash Back —¡Anya es machorra, Anya es machista! —me gritan un grupo de chicos que está parado cerca de la cancha. Yo cruzo para no toparme con ellos. Siempre se burlaban de mi apariencia poco femenina. Eso era tal vez la forma que tenía para mantenerme alejada de ellos. Por suerte Tete siempre aparecía a mi rescate. Ella cuidaba de mí, como esa hermana mayor que todos desean tener. —No le hagas caso a esos imbéciles. Pero si me hicieras caso y te arreglaras un poco, se tragarían sus ofensas al ver lo hermosa que eres. —No quiero verme hermosa, sólo quiero que me dejen tranquila. —Dile a la orientadora para que los llamen a la defensoria escolar, así dejarán de joderte la paciencia. —Tampoco quiero ser una sapa. Estoy cansada de lo mismo. —Pues carajo, entonces haz lo que te digo. Demuéstrale quien eres. Al comienzo la idea me pareció poco agradable, de por sí, no era coqueta ni me gustaba ser el centro de atracción en el salón. Pero luego de esa propuesta, estuve toda la noche analizando sobre ello. Decidí que era la única opción que tenía, pasar de ser Bety la fea a una menos fea. Tete se encargó de sacarme las cejas y cortarme un poco el cabello, igual de razurarme las piernas. Doña Gloria me arregló la falda que solía quedar una cuarta por debajo de mis rodillas y ajustarme la camisa. Esa mañana como siempre, tomamos juntas la camioneta, llegamos al colegio, cuando entré todos me veían de pie a cabeza, al principio sentí miedo, no lo niego, pero luego me fue gustando la idea de ser atractiva y llamar la atención de Nicolas, uno chico de la secundaria que siempre me trató diferente al resto a pesar de no ser muy atractiva. No sé si en algún momento le llamé la atención o si sólo sentía piedad por mí. Durante el receso fui hasta el cafetín del colegio, mientras desayunaba, él se sentó a mí lado y me miró sonreído. —¡Qué guapa estás! Yo me sonrojé como un tomate y él volvió a sonreírme. —No tienes por qué sonrojarte. Lo que te acabo de decir, es verdad. Anya eres una de las chicas más lindas que conozco, no sólo por tu forma de ser, sino por la inocencia que guardas. No tienes que cambiar para convencer al resto de lo especial que eres. Sus palabras eran perfectas. Yo sentía mi corazón a punto de estallar. Al igual que él, yo creía que la belleza humana está dentro y no fuera de nosotros. —No lo hice por ellos, lo hice por mí —le respondí, mientras él tomó mi mano y la besó caballerosamente. Luego se puso de pie y se alejó. Nico, era el chico más inteligente, guapo y sensible que creí encontrar en mi vida. Pero pronto terminarían las clases y él estaba por graduarse. Me enamoré de él, sí. No puedo negarlo. El tiempo pasó rápidamente, después de eso no volví a verlo. Quizás algún día lo encuentre y le confiese mi amor, por ahora sólo escribo algunos poemas y le escribo cartas que nunca le enviaré. *** —¡Hey! Reacciona —me dice Tete. Le sonrió y la ayudo a arreglar la ropa que tiene sobre la cama. —Es hora de ir a casa, estoy algo cansada. —me levanto y estiro mis piernas para relajarme un poco. —Ve y descansa. Necesitas estar relajada para cuando te toque la entrevista. Tengo algunas cosas de maquillaje que no uso, pero que te quedarán muy bien. Voy a dejártelas con mamá. Pasa por ellas mañana. Si no tuviese que trabajar, te maquillaría. —No te preocupes, ya has hecho mucho por mí. Yo veo como resuelvo, aún recuerdo las clases que me diste en secundaria y si busco un tutorial, será más fácil. —En eso tienes razón, no hay nada que no se resuelva teniendo un celular e Internet. Salgo de la habitación de Tete, me despido de Doña Gloria y regreso a mi casa. Abro la puerta, busco algo de cenar, galletas y un vaso de leche estarán bien. Voy hasta mi cuarto, oro a la virgen y me acuesto a dormir. Necesito que estos tres días pasen volando de forma imperceptible.
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