Valentina caminó como toda una gata seductora hacia Marko, rodeó la mesa de escritorio y después se recostó a este; estiró una mano hasta acariciar el cabello castaño claro y liso del hombre, lo tenía sumamente sedoso.
—¿Otra vez discutieron? —preguntó ella.
Las mejillas de Marko estaban ruborizadas y su entrecejo se fruncía.
—Sí, está más irritada de lo usual —contestó él.
—Debe ser por la boda, organizar una boda es sumamente difícil y más si es tan importante y elegante como la que ustedes quieren. —Las manos de Valentina acariciaban las mejillas de Marko con suavidad y era evidente que él lo estaba disfrutando, pues su ceño fruncido se había relajado.
—Yo no me quiero casar con ella —confesó el hombre, cerró los ojos mientras tomaba las manos de Valentina—. No me voy a casar con Sara.
Esto sorprendió en gran manera a la jovencita. No estaba en sus planes que Marko tomara la decisión de no casarse, ella necesitaba que él siguiera con Sara, al menos por un tiempo y que toda la boda estuviera preparada.
—¿Y ella ya lo sabe? —indagó.
—No, pero lo sospecha. —Marko abrió los ojos y la observó fijamente—. Debo hablar con ella, le informaré que no habrá boda.
—No es bueno que haga eso, señor —replicó Valentina—. Tendrá muchos problemas si no se casa con Sara… por ejemplo, sus padres no estarán de acuerdo, sobre todo el señor Rumanof.
—No me interesa lo que piensen mis padres o la sociedad entera. —Marko atrajo a Valentina hasta hacerla sentar en sus piernas—. Si tengo que casarme con alguien, quiero que seas tú. —Acarició las mejillas de la chica con sus manos—. La única mujer que amo eres tú, siempre has sido tú.
No podía ser cierto. ¿Por qué los planes le estaban saliendo tan mal?
Marko Rumanof se lo estaba dejando demasiado fácil, así no podría vengarse como quería. ¿O él también ocultaba sus verdaderas intenciones detrás de esas palabras cargadas de amor?
—Señor… —Valentina intentó apartarse de a poco de Marko, pero él se lo impidió—. Señor… se está precipitando, si su prometida se entera de sus intenciones, se meterá en grandes problemas y yo también…
Marko dejó salir un largo suspiro.
—Perdón, sé que mis confesiones te consternan —dijo Marko y su mirada empezó a ensombrecerse—. Cómo me habría gustado que nuestra historia hubiera sido diferente… así Lorenzo jamás…
Valentina se aterró por las palabras que Marko iba a pronunciar y se levantó de las piernas del hombre de un salto.
—Eh… creo que lo mejor será regresar a mi trabajo —dijo y acomodó con sus manos su largo cabello n***o—. Tenga buen día, señor Rumanof.
—Valentina, espera. —Marko la tomó de una mano—. Espera, por favor.
La joven sentía que la mano que Marko le sostenía le quemaba. Lo odiaba, le producía asco.
—Perdona… no debí mencionarlo —dijo él—. ¿Qué harás el sábado por la noche?
—¿Por qué?
—Quiero que nos veamos, que tengamos una cita. —Desplegó una sonrisa—. Me encantó pasar la noche contigo, me gustaría que se repitiera.
Valentina vio la oportunidad de poder abrir la caja fuerte. Desplegó una sonrisa cariñosa.
—Claro que sí, me encantaría.
***
Marko Rumanof guardaba fotos de todos los momentos importantes en la vida de Valentina, desde su primer día de escuela en la primaria (una foto que la misma joven le regaló porque en el fondo aparecía él observando a lo lejos); también tenía una foto de los quince años de Valentina, aparecían ellos bailando el vals; la graduación a la que desgraciadamente no pudo asistir con ella; así mismo como la graduación de la universidad.
Él las observaba todas cuando se sentía nostálgico, le generaba tristeza el no poder haber estado en más momentos importantes en la vida de Valentina. Al mismo tiempo odiaba haber estado en algunos momentos importantes como la boda, estuvo a punto de levantarse e impedirla, de hecho, le pidió a Valentina que no se casara, pero ella no le hizo caso.
Si Valentina lo hubiera escuchado, él jamás habría tenido que asesinar a Lorenzo.
Marko cerró de golpe el libro donde se encontraban las fotos.
Sara entró a la habitación. Marko la analizó para así saber en qué humor lo estaba visitando, se le veía más calmada, aunque era evidente que se encontraba triste y hasta preocupada.
—Qué bueno que llegaste, tenemos que hablar —informó Marko.
La mujer se sorprendió y al mismo tiempo temió qué le podría decir su prometido.
—Oh… —fue lo único que su garganta pudo dejar salir.
Se sentó en un sillón al lado de Marko, su mirada se paseó por la habitación, inspeccionando si había alguna pertenencia femenina; se tranquilizó al concluir que Valentina o alguna otra mujer no había estado en el cuarto de su novio.
—¿Has estado en casa de mis padres? —preguntó Marko.
—No, pero me reuní con tu madre esta mañana —informó Sara—, me estuvo preguntando por ti, quería saber el por qué no los has visitado. Creen que no estás bien, bueno, sabes que es razonable que se preocupen después de lo que pasó.
Marko se removió incómodo en su sillón, bajó la mirada al libro donde guardaba las fotos.
—¿Qué es lo que quieres hablar conmigo? —indagó Sara para cambiar de conversación.
—Sara, ¿realmente te quieres casar conmigo?
Hubo un momento de silencio incómodo. La joven desplegó una sonrisa que lucía bastante bien con sus intensos ojos azules. Pero estaba llena de miedo, temía el rumbo que tomaría la conversación, podía presentirlo.
—Claro que me quiero casar contigo, amor, es lo que he estado esperando por años —respondió.
—Pero tú no me amas —replicó Marko.
Sara abrió los ojos con estupor y su respiración se contuvo.
—Sara… has estado diez años al lado de un hombre de quien se te ha hecho imposible enamorarte y quien tampoco ha sido capaz de amarte —insistió el hombre y la tomó de las manos—. Deberías casarte con un hombre del que te enamores perdidamente, que no te engañe con otras mujeres y te trate como la diosa que eres.
—No, Marko, yo sí te amo —dijo ella con voz temblorosa y lágrimas en los ojos—. Todo este tiempo mi mayor sueño ha sido casarme contigo. Por favor, no me digas cosas tan hirientes… por favor…
—Sara, tú me quieres, te acostumbraste a mí, han sido diez años juntos. —Le apretó las manos con fuerza, podía sentir el sudor que transpiraban las palmas de la jovencita—. ¿Recuerdas que al conocernos me dijiste que serías la mujer más miserable si terminabas casándote conmigo? Te parecía injusto que tus padres eligieran el hombre con quien te casarías. Hasta te daba asco que yo te tomara de la mano.
—Era muy niña, Marko, no lo entendía en ese entonces. Pero con el tiempo aprendí a verte de otra manera… y me enamoré, claro que me enamoré de ti.
—Sara, si de verdad me amaras jamás me habrías sido infiel con otros hombres…
—¡Eso lo hice porque tú también lo has hecho! —replicó ella y soltó el agarre con rabia y brusquedad—. ¡Tú comenzaste, te acostaste con Valentina! ¿Sabes lo horrible que me sentí? ¿Sabes lo mal que estuve al enterarme que habían sido novios y que, aunque estabas comprometido conmigo te seguías viendo con tu exnovia? —Se cruzó de brazos y evadió la mirada del hombre—. Valentina ha sido como una maldita sombra en nuestra relación. No sé por qué no eres capaz de olvidarla. Todo lo que has hecho por ella… es una locura… ¿crees que no sé que ese estúpido libro que cargas a todas partes tiene fotos de esa mujer? Lo tuyo parece ser una horrible obsesión, estás mal.
—No puedes entenderlo porque nunca te has enamorado —dijo Marko con voz tranquila.
Sara volteó a verlo con curiosidad.
—Cuando te enamoras de verdad, por más años que pases alejada de esa persona, nunca podrás olvidarla, te acostumbras a su ausencia, pero sus recuerdos siempre te acompañan. Sara, lo que sientes por mí es cariño y capricho, también crees que es tu responsabilidad como hija el obedecer las órdenes de tus padres. Sé que en algún momento de tu vida conocerás al hombre que te enamore perdidamente y no me gustaría convertirme en un impedimento para que estés con él. No quiero que vivas la misma vida que yo he vivido, no quiero que contigo la historia se repita.
Las lágrimas comenzaron a correr por las mejillas de Sara. Una vez más, Valentina le estaba arrebatando lo que ella más quería en el mundo: su felicidad.