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Valentina tuvo que esperar por más de dos horas a que Marko se durmiera para poder escabullirse por la mansión.
Sabía dónde estaba la caja fuerte, varias veces vio a su jefe guardar documentos importantes como escrituras de propiedades y muchas joyas importantes, hasta barras de oro.
—¿Alguna vez en tu vida has visto una barra de oro? —le preguntó Marko una tarde.
Esa vez Valentina no sabía cómo reaccionar ante lo que veían sus ojos. Marko le extendió el lingote de oro y la joven lo tomó con sus dos manos, era pesado, ancho y duro como un bloque, resplandecía y casi se podía ver reflejada en el oro.
—Con un único lingote podrías vivir cómodamente para el resto de tu vida y dejar una fortuna a tus hijos —le comentó Marko.
—¿Y cuántos de estos posee la familia Rumanof? —indagó Valentina.
El hombre ladeó una sonrisa.
—Somos dueños de muchas minas de oro, en pocas palabras, somos los que creamos los lingotes de oro que se almacenan en los bancos, nos pertenecen —contestó.
Valentina le devolvió el oro y Marko lo guardó en la caja fuerte, pudo vislumbrar otras barras de oro que estaban en el fondo de la caja.
Marko confiaba tanto en ella que le había mostrado el lugar secreto de la mansión Rumanof donde se guardaba la caja fuerte. Se encontraba en una pequeña biblioteca que pocos conocían, hasta integrantes de la familia no sabían de su existencia, por lo cual, a Marko le gustaba guardar todo lo importante en dicho lugar.
Valentina se escabulló hasta la biblioteca, había robado del cuarto del hombre la llave que abría la habitación.
Las paredes estaban empotradas con estanterías y muchos libros antiguos forrados en cuero. También había una mesa de escritorio de madera con papeles apilados y carpetas marrones.
La joven buscó entre los libros, tanteando con sus manos, hasta poder dar con los libros falsos que escondían la puerta de la caja fuerte.
Pero había un problema, Valentina no recordaba la clave para abrir la caja fuerte. Varias veces observó a Marko ingresarla, pero no recordaba los dígitos.
Intentó con la fecha del cumpleaños de los padres de Marko, también con la del mismo Marko, pero ninguna era la correcta. Así estuvo un buen rato, sin embargo, ninguna funcionaba.
—Vamos… ¿qué fecha sería especial para Marko Rumanof? —se dijo a sí misma.
Decidió ingresar su propia fecha de cumpleaños. Una vez más, no era la clave.
—Claro, para él no es una fecha importante —soltó una risita—. Qué ingenua eres, Valentina.
Después de varios intentos más, se dio por vencida. Si quería averiguar la contraseña, debía hacerlo manipulando a Marko para que se la revelara.
***
Aunque su plan por robar los documentos importantes de la familia Rumanof no fue exitoso por el momento. Valentina sí pudo llevar a cabo su segundo plan, escondió el frasco de veneno en la mansión. Decidió guardarlo en una gaveta de la cocina, sabía que le sería de mucha utilidad muy pronto.
—Un poco de este veneno en una copa de vino y morirá al instante —susurró Valentina mientras cerraba la puerta de la gaveta.
Mientras volvía a la habitación, reflexionaba sobre el hecho de asesinar a una persona. Nunca creyó que fuera a mancharse las manos de sangre, mucho menos que su víctima sería Marko Rumanof.
Se cuestionaba cómo pasó de estar perdidamente enamorada de Marko a querer verlo muerto. Su yo de quince años jamás lo habría imaginado, sobre todo porque en esa época no hacía otra cosa que fantasear con él, creyendo que al ser su novia podría algún día casarse y conformar una familia a su lado.
Qué ingenua había sido.
Al entrar a la habitación y acostarse en la cama, observó el rostro de Marko entre la luz grisácea. Una vez más este hombre volvió a decirle palabras lindas, pero ya no creía en ellas, en ese punto de su vida sabía que se trataba de un monstruo, uno que por años se encargó de destruir su vida. Ahora ella también destrozaría la vida de Marko Rumanof, lo llevaría consigo a las puertas del infierno.
***
La puerta de la oficina se abrió abruptamente, Sara entró como una fiera a la oficina de su prometido y dejó caer con fuerza su bolso de mano sobre la mesa de escritorio.
Marko no se inmutó, después de diez años, ya estaba acostumbrado a los berrinches de la jovencita.
Sara, intentando calmarse, echó con una mano su cabello liso y rubio hacia atrás. Después puso sus manos en jarra y fulminó a Marko con la mirada.
—¿Por qué no contestas mis mensajes y llamadas? ¡Te he llamado más de cien veces! —estalló.
Marko no despegaba la mirada de la pantalla del computador.
—¡Contesta!
Volteó a verla con rostro neutral.
—¿Otra vez me estás engañando? —preguntó Sara—. ¡¿Otra vez tienes una amante?!
—¿Y si fuera así qué harás? —cuestionó Marko—. ¿Acaso tú también no haces lo mismo?
Sara quería replicar, pero las palabras se le atoraban en la garganta.
—¡Claro que no tengo ningún amante!, ¡averigua si quieres! Estamos a tres meses de casarnos, ¿crees que tengo tiempo para malgastar? Contrario a ti yo tengo una boda que planificar y no estoy recibiendo nada de ayuda de tu parte. Tus padres ya están sospechando que sucede algo, ¿por qué te comportas de esta manera? ¿Acaso tus estúpidas amantes no pueden esperar? ¿Acaso son más importantes que nuestra boda?
Marko dejó salir un suspiro lleno de cansancio y apoyó su espalda en el respaldo de la silla.
Sara se inclinó sobre el escritorio, apoyando el peso de su cuerpo sobre sus manos. Fulminó a su prometido con la mirada.
—Además, ¿por qué rayos sigue esa mujer trabajando en esta empresa? Tenía entendido que la reubicarían en otra sede, muy lejos de aquí. ¿Acaso asesinaste a su esposo para quedarte con ella?
—Con Valentina no te metas, ya te lo dije —gruñó Marko.
—¡Lo sabía, estás volviéndote a acostar con ella! —gritó Sara con furia—. ¡¿Qué te pasa, Marko?! ¡¿Acaso te volviste loco?!
—¡Ya basta! —restalló el hombre.
—¡¿Por qué de todas las mujeres debe ser ella! —gritó Sara con fuerza y le dio un fuerte manotón a la mesa—. ¡Me dijiste que no volvería a pasar, me lo prometiste! ¡¿Por qué debe ser Valentina?! ¡Maldita sea, acabas de asesinar a su esposo y aún sigues detrás de ella?!
—Eso fue un accidente —aclaró Marko.
Sara soltó una gran carcajada y dio un paso hacia atrás.
—¡Claro, fue un accidente! —soltó con sarcasmo—. ¿Acaso me crees idiota? ¿Crees que no sé de los enfrentamientos que tenías con Lorenzo? Y todo por la maldita de Valentina. —Comenzó a caminar en círculos por la oficina—. Valentina, Valentina… siempre la maldita Valentina. Todos nuestros problemas han sido por esa estúpida bruja. —Volteó a verlo y lo señaló con el dedo índice derecho—. Como me entere que estás volviendo a revolcarte con esa zorra no te lo voy a perdonar.
Marko se levantó de su silla y apoyó las manos en la mesa de escritorio, dejando el peso de su cuerpo sobre ellas.
—¿Y qué vas a hacer? —indagó—. ¿Vas a vengarte otra vez? ¿Volverás a contratar a otro hombre que la conquiste y se case con ella?
Los ojos de Sara se abrieron en gran manera del miedo y la sorpresa.
—¿Qué? ¿Crees que yo no lo sabía?
—No, yo no…
—Ay, por favor, Sara, sabes muy bien que tú estás tan involucrada en la muerte de Lorenzo al igual que yo.
—¡Eso no es cierto! —exclamó la mujer. Estaba hiperventilando, con el corazón latiendo a mil por hora y la frente perlada de sudor.
—Si vuelves a tocar a Valentina, esta vez seré yo quien no responderá por lo que pueda hacer —advirtió el hombre—. Ya lo viste, por ella soy capaz hasta de matar.
Las lágrimas se agolparon en los ojos de la mujer. Se acercó a tomar su bolso del escritorio y después salió a paso ligero de la oficina.
En el pasillo se encontró con Valentina que se acercaba a lo lejos. Frustrada y con impotencia, caminó tan rápido como los tacones se lo permitieron hasta el ascensor.
***
Sara se veía demasiado alterada, como si acabara de ver a un muerto. Valentina moría de la curiosidad por saber qué estaba pasando.
Marko últimamente se comportaba muy extraño. Lo más probable es que este comportamiento le estaba afectando a Sara, sobre todo a tan poco tiempo de la boda. Bueno, si es que iba a ver boda, lo más probable es que no la hubiera, porque ella se encargaría de impedirla.
Entró a la oficina de Marko fingiendo su mejor sonrisa.