—Benedict… Me quedé sin palabras al verlo allí, en mi casa, donde nunca imaginé que volvería a estar. ¿Qué hacía aquí? Mi pecho se apretó al recordar todos los rumores, especialmente el del supuesto embarazo que ya me tenía al borde. Pero antes de que pudiera preguntar algo, él levantó una mano, mostrándome un cuaderno. Un escalofrío recorrió mi espalda cuando habló: —¿Sabes quién es el dueño de este objeto? Mi respiración se aceleró. No, no podía ser… Pero entonces susurré el nombre que había guardado en mi corazón tanto tiempo. —Arnav… Lo recordé de inmediato, como si lo tuviera delante de mí. Me acerqué lentamente a Benedict, mis manos temblaban, el peso de ese nombre era demasiado. —Así es —respondió, acercando el diario, como si quisiera que yo también sintiera la carga que lle