—¿Pero qué estás diciendo, Benedict? —Ante su respuesta, quedé sin palabras. Él solo bajó la cabeza en señal de despedida y se marchó de mi oficina. —¡Benedict, no puedes irte así! Tienes que borrar de tu mente lo que ocurrió. Me levanté de mi asiento y traté de ir tras él, pero no se detuvo, incluso salí de mi oficina. —¡Tienes que olvidar lo que sucedió! —levanté la voz, observando a Danna y a un hombre que sostenía una cámara en sus manos. De inmediato supuse que él era el tal Francesco. Benedict se acercó a él y, al parecer, le dijo algo para que lo siguiera. Francesco inclinó la cabeza del mismo modo, despidiéndose de Danna, dejándola con la misma expresión confusa que yo tenía. —Por favor, explícame, que no entendí nada —Danna entró en mi oficina esperando una explicación. —Es