13 de diciembre de 2002 Annice se pasó las manos por el rostro con exasperación mientras seguía rebuscando entre el papeleo. Después del momento intenso que había tenido con Daimon, no había podido pegar ojo en toda la noche. Se sentía agotada, abrumada y avergonzada. ¿Cómo se le había podido ocurrir la idea de pedirle un beso? Y, por si fuera poco, él se lo había dado. La había besado y se había sentido maravilloso. Aun podía sentir la textura de sus labios sobre los de ella, suaves y exquisitos como una cucharada de miel. Su boca se había amoldado sobre la de ella perfectamente y le había robado múltiples suspiros. Tenía que estar volviéndose loca. Las cosas entre Daimon y ella eran confusas. Un día estaban bien y al otro estaban peleados. Suspiró con resignación y se masajeó la