CAPÍTULO 13

2109 Words
ANASTASIA ¡Oh, Dios mío. Oh, Dios mío! ¿Y ahora que le digo? Yo sólo quiero ver a mi papá, no tengo tiempo para pensar en esto. —No sé de qué estás hablando —murmuro angustiada. —Vamos, Ana. No me mientas. —Él de verdad parece preocupado—. Tienes que decirme la verdad para poder ayudarte. —¿Quién dijo que necesito tu ayuda? —digo bruscamente y me dirijo a la puerta dejándolo pensativo—. Deja de fingir que te importo. —Y con eso vuelvo a mi asiento en el avión. *** —Hola, papi. —Mis lágrimas comienzan a caer de nuevo cuando lo veo tan pálido y débil en ésta camilla de hospital. Sus ojos están cerrados y sé que no despertará porque, según lo que dijo el doctor, acaban de inducirlo al coma. Ésto es tan horrible. —Tienes que recuperarte, por favor. Recuerda nuestro plan. —Un sollozo se escapó de lo más profundo de mi ser. Odiaba esto. Él es lo único que me queda en esta vida. No sé que haría sin él. Siempre estoy agradecida de que me haya encontrado. Quién sabe que hubiese sido de mi en este momento—. Por favor... no me dejes sola. —Ana... —la voz de Christian llega hasta a mí pero no volteo. No puedo apartar los ojos de mi padre. Su rostro completamente magullado y lleno de moretones—. Nena, deberías reconsiderar ir a descansar. Taylor reservó un hotel aquí cerca. Podemos venir mañana a primera hora pero por favor, necesitas descansar. —Ignoro el vuelco en mi estomago al escucharlo llamarme «nena»... como cuando tuvimos sexo. Aunque para mí fue más hacer el amor. Hablando de eso, aún siento un nudo en mi garganta cuando recuerdo que casi confieso que lo amo. Técnicamente, lo hice. Pero como dije, él nunca se da cuenta de nada. —No quiero dejarlo, Christian. —Él se sienta a mi lado y toma mi mano. En un gesto tan intimo que me hace derretir—. Me siento culpable cuando pienso que no estuve aquí para él cuando esto pasó. —Christian acaricia mis nudillos en un intento de tranquilizarme. —No tienes por qué sentirte así... —Sí tengo... ¿No entiendes el hecho de que pude haberlo perdido? Y eso aún puede pasar. Juro que si le pasa algo, moriré con él, Christian. —Vuelvo sollozar fuertemente y siento los brazos de Christian rodearme en un reconfortador abrazo que necesitaba. —No sigas, Ana. Esto te hace muy mal. Es mejor que te tranquilices. No querrás que te encuentre en ese estado cuando despierte. —Toma mi mentón y hace que mire sus perfectos y tormentosos ojos grises—. Fueron muchas horas de vuelo. Estuviste llorando todo el tiempo y no comiste lo suficiente. —Me da una mirada acusadora que me hace sentir regañada— La que terminará enferma serás tú si no te cuidas lo suficiente. —¿Prometes que volveremos temprano? —pregunto, dándome por vencida. Iré con él porque dijo que no se iría si yo me quedaba. Ya hace mucho con estar aquí conmigo como para que también no lo deje dormir. —Por supuesto que sí. Ya te lo dije. Ray no despertará en un rato, tienes que saber eso. Pero estoy seguro que se pondrá bien. Es un hombre fuerte. —Acaricia mi mejilla, sin darse cuenta el efecto que tiene en mí. —Está bien. Vamos. Sólo...déjame despedirme. —Él asiente y me da una media sonrisa y entendiendo que necesito un momento a solas, se pone de pie, besa mi frente, sorprendiéndome y luego sale. —Te espero afuera. —Asiento y cuando estoy sola, beso la fría frente de mi padre no pudiendo controlar mis lágrimas y acaricio su mejilla. Me despido de él pidiéndole su inmediata recuperación y salgo a encontrarme con Christian. Caminamos hasta el auto de una forma monótona. Siento como si fuera a desmayarme. Me siento tan mal. Duramos unos diez minutos para llegar al hotel. Taylor manejaba y todos estábamos sumidos en un silencio que agradecí. Christian me llevó hasta mi habitación, no me fijé mucho en los detalles ni los lujos, sólo quería estar sola y volver a llorar hasta el cansancio, pero Christian dijo que no se iría hasta que me viera comer algo. Irritada y cansada, tomé lo que mandó a buscar y comimos, ambos en silencio encima de la enorme cama. —Aveces es bueno decir lo que piensas, ¿sabes? —Levanto mi vista hacia él cuando dice esto y lo observo mirarme, preocupado—. Cuando tienes algo que te carcome por dentro, es bueno desahogarse. Sé por qué te lo digo. Lo aprendí cuando era muy joven pero jamás olvidaré esa lección. —¿Cuál lección? —pregunto curiosa. Él suspira antes de hablar. —Soy adoptado. —Mi boca se abre en shock. No sabía eso. Ya me parecía extraño que no se pareciera a nadie de su familia. —¿De verdad? —Esto es mucha coincidencia. Él asiente. —Sí. —Suspira—. Fui adoptado a los cuatro años después de que las autoridades me encontraran encerrado, luego de cuatro días, con el cuerpo de mi madre. —Eso es horrible. —Jadeo. —Lo es. —Me da una sonrisa tan triste que me dan ganas de abrazarlo—. Grace fue mi doctora cuando me sacaron de allí... y luego me adoptó... —¿Elliot y Mia también son adoptados? —Sí. Lamentablemente, Grace no puede tener hijos propios. Pero siempre nos trató a nosotros como si hubiésemos estado nueve meses en su vientre. Sonríe nostálgico. Nos quedamos unos minutos en silencio. Yo procesando esta nueva información sobre él y supongo que él está perdido en sus recuerdos. —No entendí... Aún no me dijiste que lección —murmuro. No quiero que piense que me quiero entrometer en su vida pero me gustaría saber todo lo que él esté dispuesto a decirme. —Mi madre era una puta adicta al crack. No entiendo la razón por la que se prostituía. Supongo que era por mí. Por darme algo de comer... o por un poco de crack y creo que eso le importaba más que yo. —No creo que... —No digas nada. —Me mantengo en silencio—. Su...chulo, era abusivo conmigo. Sacaba hasta la mierda de mí y ella no hacia nada. Hubo un tiempo en el que me convertí en su cenicero humano. —¿Quieres decir qué...? —pregunto asustada sin poder terminar la frase. —Sí. Apagaba sus cigarrillos en mí. —Por eso sus pequeñas cicatrices. Creí que eran de varicela. Esto es tan... inhumano. Siento mis ojos llenarse de lágrimas mientras pienso en todo lo que el tuvo que pasar tan pequeño. —No sé que decir... eso es muy jodido. —Cincuentas sombras —murmura para sí mismo—. El caso es que mi adolescencia fue algo...conflictiva. Cuando cumplí los quince, me escapé de mi casa. Mis padres se volvieron algo locos y Elliot y mi padre no durmieron hasta encontrarme. Una amiga de mi madre se había ofrecido a ayudarme, quedándome en su casa, la cual compartía con su marido, hasta que encontrara algo para mí. Pero esa no era su intención. —Respira profundo y entonces entiendo que lo que viene, no es fácil de decir para él. Aunque no sé la razón de su repentino parloteo —O más bien confesión—, estoy más que interesada en saber lo que sea que tenga que decirme, aún sin saber que esperar—. Ella intentó seducirme... —Espera... Creo que no te escuché bien. ¿Estás diciéndome que la amiga de tu madre, que está casada, intentó seducirte cuando tenías quince años? —Sí. —Mi boca se abre de impresión. —Que perra —siseo. —Ana... —dice en modo de advertencia. —Lo siento, se me salió. —Siento mi cara arder—. ¿Qué pasó después? —Pués... —Hace una mueca—. Elena entró a la habitación donde me estaba quedando esa noche. Aún era mi cumpleaños cuando escuché que la puerta se abría... —Tengo una duda —interrumpo—. ¿Cuál fue la razón por la que te escapaste? —Sentía que no merecía todo lo que mis padres y hermanos me daban. Los escuché planear mi cumpleaños y me sentí poco merecedor después de todas las cosas que los hice pasar. —Él no tiene sus ojos en mí mientras dice esto, sino que juega nerviosa y distraidamente con un mechón de mi cabello. Entonces entiendo que él aún se siente así—. Ya no me interrumpas. —Me da una mirada severa y vuelve su atención a mi pelo. —Está bien. Continúa. —Bien. —Carraspea—. Cuando ella entró a la habitación, yo estaba algo...sensible por todo lo que pasaba por mi cabeza. Dijo que quería consolarme y que conocía la manera perfecta de que todo lo que pesaba en mi interior, desapareciera. —Suspira y yo lo escucho atentamente—. No te daré los detalles escabrosos. —Créeme, chico, me doy una idea—. Sólo te puedo decir que fue mi primera vez y sólo podía estar atento o pensando en si su esposo se enteraba. Sabía que estabamos haciendo mal...pero que más da, la carne es débil. Me siento enferma al imaginarme a Christian con otra... y más si es con esa vieja que, como yo lo veo, se aprovechó de la inestabilidad de Christian para su placer. Es una pedófila. —Se siguieron viendo. —Fue más una afirmación que una pregunta. La idea de esto no me gusta nada. —Un par de veces... —Parece avergonzado. ¿Christian Grey sonrojandose? Los papeles se han intercambiado. Eso me saca una pequeña sonrisa. —Mi papá y Elliot me encontraron a la mañana siguiente. Me echaron la charla de mi vida, incluso Elliot y me convencieron de volver a casa. Me sentí mucho más culpable cuando entendí que irme de casa no fue una buena idea. —Cierra sus ojos brevemente—. Mi familia pasó la noche en vela por mi culpa, mi hermano y mi papá buscándome mientras que mi madre se quedaba con Mia, quienes lloraban desconsoladas, según lo que me contaron. —Entiendo... ¿Qué pasó con Elena? ¿Tu familia nunca se enteró de lo que pasó entre ustedes? —Tengo demasiadas preguntas y necesito respuestas. —Sí se enteraron... —¿¡De verdad? Oh. Dios. Mío. ¿Qué ocurrió? ¿Cómo se enteraron? ¿Se enteró su esposo? ¿Aún sigues en contacto con ella? ¿Sigue ella casada? ¡Responde, maldición! —Si dejaras de hablar tan rápido o simplemente dejaras de hablar, tal vez podría responderte. —Mira el reloj en su muñeca—. Pero ya es tarde y tienes que tomar una ducha para que duermas. —¿Estás diciendo que apesto? —Entorno mis ojos hacia él. —Estás empezando a apestar. —Le doy un golpe fuertemente en el hombro—. No es cierto. No es cierto. —Ríe—. Hueles increible aunque no te duches. Río nerviosa y siento mis mejillas calentarse. Nos quedamos unos minutos en silencio pero puedo sentir su mirada en mí. —Mejor... me voy a mi habitación. —Se pone de pie y de inmediato su calidez desaparece, dejándome fría—. Toma un baño relajante y a dormir. Es una orden, señorita Steele. —Me apunta con su dedo indice— Mañana pasaré por ti. Temprano, como te prometí. Asiento. —Christian... —Lo llamo antes de que atraviese la puerta de la habitación—. Gracias por distraerme y hacer todo lo que estás haciendo. No creo que hubiera sobrevivido a esto sola... así que, gracias. —No es nada. —Sonríe tímido. Amo esa sonrisa, y todas las demás, pero esta la veo tan poco, que cuando lo hago, mi estómago retuerce—. Es lo que hacen los ami-enemigos, ¿no? —¿Desde cuando le añadimos el "ami" a la palabra "enemigos"? Pensé que sólo eramos enemigos y ya. —Eres mi "ami", desde que nos unimos al «Club de los no correspondidos» y somos los presidentes. —Ríe. Ah, esa conversación. De verdad, él nunca parece darse cuenta que él es mi amor no correspondido y la persona por la cual mantengo mi corazón oculto.
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