CAPÍTULO 12

1524 Words
CHRISTIAN ¿Me estoy volviendo loco? Sí, definitivamente se me está zafándo un tornillo. En primer lugar no debería estar aquí. ¿Qué pasó con la jodida promesa que me hice a mí mismo de «no volver a tocarla y ser sólo socios»? ¡A la mierda eso! Verla en pequeña ropa interior, moviéndose sensualmente mientras cantaba de igual manera, fue una maldita tentación, a la no tuve la suficiente voluntad propia para negarme a ella. La sigo besando como si mi vida dependiera de ello. Si ella no me correspondiera estoy seguro que la dejaría en paz, pero lo hace. Me corresponde de la misma manera en que yo lo hago. Ya no soporto estar alejado. Lo quiero todo con ella: noviazgo, boda, luna de miel, bebés, nietos, bisnietos...todo. —Ya basta, Christian —susurra separándose de mí—. Estoy cansada de esto. —¿A qué te refieres? No te beso siempre. —De hecho extrañé muchísimo sus labios. —¡No es eso...! —Levanta la voz—. Son tus malditos altibajos los que me tienen con un hueco en el pecho —Veo sus ojos cristalizarse —No soporto más esto. —Se sienta en la cama y lleva sus manos a su rostro. ¿Qué demonios pasó? Creí que estábamos bien y que iba a haber un poco de acción. —¿Hueco en el pecho? No entiendo lo que estás diciendo... —¡Nunca entiendes nada! ¡Nunca te das cuenta de nada! —Se pone de pié nuevamente y empieza a hablar mientras recorre la habitación aún en ropa interior—. ¿Crees que no sé que sólo me usaste? ¿Una noche nada más y después si te vi, no me acuerdo? Me ignoraste por dos malditas semanas. —Tú iniciaste el jueguito de "a ver quien dura más ignorándose". No me vengas a culpar a mi, de algo en lo que tú eres completamente consciente de que eres la culpable. —Me molestó muchísimo que me ignorara todo el día siguiente después de nuestra noche juntos. Así que me dije: yo juego mejor que ella. —¿Sabes? Tienes toda la razón. Yo soy la culpable por haberme acostado contigo y luego darme cuenta que fue un total error darte mi virginidad. —Mierda. Hubiera dolido menos un disparo a quema ropa. —Oh, vamos. No me vengas con "arrepentimientos" que mucho lo disfrutaste. —Intento defenderme pero incluso así siento un nudo en la garganta. —Es lo único que te importa —susurra cubriendo con una bata de baño su delgadisima figura—. No te importa el hecho de que estuve guardando mi pureza hasta mi matrimonio. —Lágrimas caen de sus hermosos ojos—. No te importa el hecho de que el remordimiento de haberme acostado con alguien que no me ama me está matando. —Si supieras... —Te pregunté muchas veces, Ana. Si sé lo importante que era para ti. Aún así; tú me dijiste que era lo que querías y que lo querías conmigo. No puedes venir a culparme de las cosas. Para eso se necesitaron dos. Y si mal no recuerdo, tú estabas muy entregada a la pasión. —Me acerco más y ella vuelve a sentarse en la cama con las manos en la cara. —Lo que siento me está destruyendo, Christian —dice a través de su voz amortiguada por sus manos—. ¿No se supone que el amor es algo maravilloso y después que te enamoras viene el felices para siempre? —¿Amor? ¿Está diciendo lo que creo que está diciendo? Frunzo el ceño confundido. —¿Estás enamorada, Ana? —Siento como mi corazón se acelera y deseo más que nada en el mundo que mi nombre salga de sus labios en lo que sea que vaya a decir. —Como una loca. Duele no ser correspondida, ¿sabes? —Me mira a los ojos y sintiendo como mi corazón se rompe al saberla enamorada de otro, me siento a su lado. —Créeme, lo sé —murmuro en un suspiro. —¿Estás enamorado, Christian? —repite mi pregunta. Su cara se contrae en una graciosa mueca que me saca una pequeña sonrisa. —Como un loco. Duele no ser correspondido, ¿sabes? —Ella ríe leve al escucharme imitar sus palabras. Sin darse cuenta lo verdaderas que son y que ella es la protagonista. —Hagamos un club de «Los no correspondidos» Estoy segura de que seríamos los presidentes. —Vuelve a reír y seca sus lágrimas. Suspiro al escuchar su risa. —Sí... bueno... ¿Quién es el afortunado que tiene el corazón de mi hermosa y tierna socia y enemiga? —Trato de darle menos interés a esa pregunta pero espero la respuesta ansioso. —No puedo decírtelo. —Baja su mirada a sus manos entrelazadas. —¿Por qué? ¿Acaso es alguien que conozco? —Sea quien sea, tendré una charla con ese hijo de puta. —Lo conoces demasiado. Es como si habláramos de ti mismo. —trago saliva con dificultad. ¿Como si habláramos de mí mismo? ¿Elliot? ¡No! —Pero jamás te enamorarías de alguien como yo... ¿O sí? —Levanto su mentón para verla a la cara—. ¿Llegarías a amarme alguna vez? —Llevo mis manos a sus mejillas sonrojadas y acuno su rostro. —Ya lo hago —musita inaudible, pero la pude escuchar. Mi corazón late como si miles de caballos hicieran una carrera allí dentro. —¿Me... amas? —pregunto anonadado. Esto tiene que ser un bendito sueño. Uno de los mejores. Mi pregunta queda en el aire ya que ella no me responde y cuando escucha un sonido telefónico escaleras abajo, ella sale corriendo. Respiro profundo intentado calmarme y luego la sigo escaleras abajo. La veo sentada en el sofá de la sala con el teléfono al oído y su rostro bañado en lágrimas. Alarmado, me acerco a ella. —No es cierto... ¿Por qué me mientes?... Eso no es posible... dime que no es verdad —solloza. Me siento a su lado y espero a que termine la llamada. —¿Qué pasa, Ana? —Definitivamente parecen malas noticias. —Mi papá... mi papá está en emergencias. —Se para con rapidez y vuelve a subir las escaleras. Por inercia la sigo. —Ana... ¡Ana! —La detengo por la cintura, abrazándola a mi pecho mientras ella se sacude en fuertes sollozos—. Detente, ¿sí? Iremos a verlo pero no querrás que él te vea en ese estado. —Ella voltea y entonces estamos frente a frente. Aprovecho para limpiar sus lágrimas. Entramos a su habitación y ella, sin importale que yo esté allí, quita su bata y comienza a vestirse a toda prisa. Luego saca una valija y empieza a echar ropas allí. Sabiendo que viajaremos, ya que no la dejaré ir sola en el estado que se encuentra, hago una llamada a Taylor y le digo que prepare todo lo referente a nuestro vuelo privado y que pase al Escala a buscar mi maleta. A continuación, llamo a la señora Jones y le digo que me prepare el equipaje y que Taylor pasará en breve por ello. Sé que su padre está en Londres, así que tenemos un largo viaje por delante. —Vamos, iremos a ver al gran señor Steele a Inglaterra. —Tiendo mi mano hacia ella y la toma. Entrelazo nuestros dedos, sintiéndome completo por segunda vez, la primera fue cuando la hice mía, y vamos hacia mi auto de camino al aeropuerto donde esperaremos a Taylor. *** —Come algo, Ana. —Pongo la comida frente a ella y, por supuesto, ella niega como las demás veces que he intentado que coma—. Necesitas comer algo. Si sigues así terminarás desmayada antes de llegar al hospital. —No quiero... —Mira la comida despectivamente. He sospechado que tiene algún problema de desorden alimenticio. De pronto se levanta con rapidez y la veo correr al baño del jet. La sigo y sujeto su larga cabellera al verla inclinada vomitando en el váter. Cuando termina la ayudo a ponerse de pié y ella se lava la cara y se enjuaga la boca. ¿Por qué siento que no es la primera vez que pasa esto? —Lo siento... —susurra avergonzada—. No tenías por qué ver eso. —Está bien... —La abrazo—. Sólo quiero que me respondas algo con sinceridad. —¿Qué? —¿Tienes algún desorden alimenticio? —pregunto, sintiendo una mezcla de ansiedad, nerviosismo y miedo. Tengo miedo de que se esté destruyendo a sí misma. Su rostro se levanta como un resorte de mi pecho y me mira a los ojos. Puedo notar que está asustada. ¿Es eso un sí? No puede ser. —No voy a juzgarte, Anastasia. Sólo quiero que me digas la verdad. Sé que sea cual sea la respuesta, pondrá mi mundo de cabeza... más de lo que está.
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