CAPÍTULO 15

1809 Words
ANASTASIA —Nena... —Abro los ojos y la idea de que todo lo que pasó anoche fue un sueño es totalmente descartada cuando veo sus bellos ojos grises y sus deliciosos labios sonrientes. —Hola —murmuro, repentinamente tímida. Es la primera vez que despertamos juntos y se siente totalmente increíble. Desperté junto al hombre que amo, después de haber hecho el amor de una manera alucinante. Aunque eso fue real, mi sueño fue aún mejor; escuchaba de sus labios un susurrado «Te amo»... pero sé que eso no es posible. —Hola —murmura. Sus ojos estan tan brillantes y su sonrisa tan sincera, que por un momento consideré el hecho de que en realidad me amaba. Sólo por un momento. —¿Por qué me miras así? —Mis mejillas ardían bajo su intensa mirada. —Es que... me gustas. Mi corazón se salta varios latidos. Tal y como me pasó ayer cuando me dijo lo mismo. —También me gustas. —Bajo la mirada a mis manos. Por mucho tiempo, al fin, me puedo sentir emocionada y muy esperanzada. Sus manos se posan en mis mejillas y me da un dulce beso que me deja deseando más. ¡Dios mío! La intensidad y profundidad de mis sentimientos por él son impensables. Siento que floto cada vez que sus labios tocan los míos. Es como si nada existiera a mi alrededor y viviera en un permanente e increíble sueño. —¿Lista para ver al señor Steele? —Sí... —Pues a levantarse. —Me da otro beso antes de tomar mis manos y levantarme fácilmente. Es entonces cuando la sábana se desliza a través de mi cuerpo desnudo, dejándolo al descubierto—. Mmm... creo que... iremos más tarde a ver a tu padre... Y antes de que lo sepa, me está besando apasionadamente y devolviendome a la cama. *** —Espera... —Christian me detiene antes de que entre a mi departameto—. ¿Crees qué... podamos hablar un momento? —Claro... pasa. —Abro la puerta y lo dejo entrar. Hace una semana que volvimos de Londres. Dejamos a mi padre instalado en su casa con una enfermera a su disposición para que lo ayude en su recuperación. Aunque le ofrecí que viniera conmigo, se negó con un rotundo no y aunque también insistí, no hubo manera de convencerlo. Estos días he estado viviendo en una nube. Christian se ha portado tan...diferente. Aunque no sé que somos ya que solo nos estamos acostando. Pero es más de lo que alguna vez imaginé y no quiero perder lo que tenemos buscando una clasificación a nuestra "relación". —Tú dirás —digo, ya que se ha quedado en silencio y parece nervioso. Acabamos de llegar de la empresa y él se ofreció a traerme, aunque sabe que tengo auto, insistió. ¿Y quién soy yo para resistirme a él? —Yo... —Carraspea—. ¿Puedo quedarme ésta noche? —Eh... sí, sí puedes. —Le sonrío—. Creí que era algo peor. Pareces nervioso. —Hay algo más. —Se acerca a mí y pasa sus brazos por mi cintura, acercándome a él—. Quiero que... seamos más que enemigos. —Pensé que ya habíamos superado ésta fase, Christian. —¿A qué te refieres? —Pues... los enemigos no se besan. Los enemigos no viajan juntos. Los enemigos no se acuestan y creo que los enemigos no se gustan entre sí... ¿O sí? —Supongo que no... —Entonces hace mucho que no somos enemigos. —No me refiero a eso... es que —Se pasa una mano por el pelo—, quiero saber que somos. —Créeme, mi amor, yo también quiero saber eso. —De hecho... yo también estaba pensando en eso... —Entonces hecho; eres mi novia. —¿Qué? —Mi corazón da mil vuelcos. ¿Acaba de decir...novia? —Como lo oyes. —Ríe. —¿Dijiste la palabra con "ene" para definir nuestra relación? —Estoy esperando a que se eche a reír en cualquier momento y diga que es una de sus bromas. —Sí... ¿Qué tiene de malo? —Ya no está riendo ni sonriendo—. Ana, hacemos todo lo que los novios hacen y los enemigos no deberían hacer. —Lo sé... —Entonces, ¿cuál es el problema? —De repente sus hombros se hunden y parece triste—. No quieres ser mi novia, ¿cierto? —Se aleja de mí. —Christian... —Tranquila. Lo entiendo. Sé que amas a alguien más y no es lo mismo amar que gustar... —Christian, no... —No te preocupes. Supongo que que soy el entretenimiento para sacarte a otra persona de la cabeza. —Hace su camino hacia la puerta pero me interpongo entre él y la puerta. —No estás escuchandome. —Es que no quiero escuchar como me rechazas, Ana —susurra—. Creo que no lo soportaría. —No amo a nadie más —musito. Sólo a ti... —Tú dijiste que amabas a otra persona. —No amo a nadie más —repito más firme. —Pero tampoco me amas a mí. —Tú tampoco me amas. Y también dijiste que amabas a alguien más. Él suspira exasperado y vuelve a pasar sus manos por su pelo. Parece desesperado. —Yo... —Déjalo, Christian. Tal vez sólo soy el entretenimiento para sacarte a otra persona de la cabeza. —Sus palabras repetidas por mí hacen eco entre nosotros—. Y quizás sólo quieras estar conmigo como "novia" para darle celos a la persona que en realidad amas —continúo cuando él no dice nada. Mi pecho se comprime de sólo pensar que él me está usando. —Me pregunto si alguna vez me escuchas. Es como si vivieras en una burbuja donde todos a tu alrededor saben lo que me pasa contigo, pero tú sigues encerrada en tu burbuja. —¿Ahora de qué estás hablando? —pregunto confundida. —¡A eso me refiero! Nunca pareces escuchar lo que pienso. Nunca ves lo que hago. Nunca sientes... lo que siento. —Niega con la cabeza—. Olvídalo, Anastasia. Yo haré lo mismo. —Entonces me aparta de la puerta y lo veo salir. *** —Me alegro que ya estés mejor, papá. Hablamos luego. —Cuelgo el celular y giro en la silla de mi oficina hacia el ventanal. No es tan genial como el de Christian pero aún así, la vista es hermosa. Christian... hace dos días que no sé nada de él aunque estamos en la misma empresa. Lo extraño tanto. He llorado las ultimas dos noches en la soledad de mi habitación repitiendo nuestra última conversación en mi cabeza, una y otra vez. Fui tan estúpida. Debí decirle simplemente que sí. Ser su novia... o algo más, es lo que he soñado desde que lo conozco. Aunque me usara era mejor vivir en la ignorancia, pero tenerlo a él. Seco dos rebeldes lágrimas que se escaparon, pero caen varias más. Escucho que tocan la puerta. Rápidamente limpio mi rostro y respiro profundo. —Adelante. —Hola, pequeña. —Una pequeña sonrisa se posa en mi cara cuando veo a Elliot asomarse en mi puerta. —Hola, Elliot. —¿Tú también? —pregunta mientras frunce el ceño. —¿Yo también, qué? —¿Estabas llorando? —¿Se nota mucho? —inquiero preocupada. Él asiente. —¿Hablaremos todo el rato con preguntas? —No... —Bien. Porque quiero que me digas cual es la razón por la que alguien tan dulce como tú está triste. —Elliot se sienta en mi escritorio, frente a mí. Tu hermano. —No es nada. Sólo he estado preocupada por mi papá, pero acabo de hablar con él y me aseguró que está mucho mejor, lo cual es un alivio. —Ah, sí. Christian algo me contó. —Mi estómago se contrae al escuchar su nombre—. Me alegro de que Ray esté mejor. —Gracias. —Ahora dime la verdadera razón por la que lloras. —No puedo mentirte, ¿cierto? —Sonrío un poco. —Nop. —Da un toque en mi nariz—. Es Christian, ¿no? —¿Qué? No. No. No. Por supuesto que no. Él no tiene nada que ver. ¿Por qué tendría que ver con Christian? Eso sería loco. Elliot ríe. —De verdad no sabes mentir. Tal vez te ayudaría el saber que él está peor. Sus ojeras me muestran que tiene un buen rato sin dormir, al igual que sus ojos irritados me dicen que lloró en algún momento. Pero claro... Christian Grey jamás admitiría que lloró por una mujer. —¿Llorar? ¿Por mí? —Río sarcásticamente—. Permíteme reírme. —Ustedes son unos estúpidos... con todo respeto —corrige cuando le doy una mirada amenazadora. —El señor Grey y yo no somos ni fuimos nada. —Ana, sé todo. No tengo secretos con mi hermano. Sólo me gustaría que en verdad algún día dejaran su tozudez de lado y se dijeran... —Se detiene abruptamente—. Lo que trato de decir —carraspea—, es que sé que estás enamorada de él. —¿Tanto se me nota? —murmuro mientras entierro mi cara en mis manos. —Sí y créeme... tú también le gustas mucho. —Sé eso. Él me lo ha dicho. Pero no me ama como yo a él. Elliot rueda los ojos lo cual me hace sentir estúpida por un momento. —Habla con él, Ana. Estoy seguro de que pueden resolver las cosas y darse una oportunidad. —Me dijo que amaba a otra. —Mis lágrimas comienzan a salir, haciéndome sentir avergonzada por llorar frente a Elliot. —Oh, Ana. —Me hace ponerme de pie y me abraza, lo cual agradeco devolviéndolo. Necesitaba uno—. Habla con él, mi dulce niña. Verás como todo se resuelve. —Gracias, Elliot. Te quiero mucho. —También te quiero, pequeña. ¿Y sabes que también quiero? —¿Qué? —Una cuñada. Así que date prisa. —Río y él se despide con un beso en la frente. Una hora después, en la que me mantuve ocupada redactando un informe para nuestra próxima junta, decidí hablar con Christian y poner las cartas sobre la mesa con una conversación como personas decentes. Salgo de mi oficina y camino hasta el pasillo que lleva a la suya. —Hola, Andrea —saludo con una sonrisa leve y ella me la devuelve. Me informa que Christian está adentro y le avisa que estoy aquí. Parece que duda en darme el permiso a pasar pero finalmente accede. Bien, Christian Grey, es hora de aclarar las cosas.
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