CHRISTIAN
Cuando la puerta de mi oficina se abre, respiro profundo intentando prepararme para ver a Anastasia. Supongo que Elliot tiene razón, no puedo evitarla toda la vida. Y, aunque me duele bastante el hecho de sólo verla, después de nuestra última confrontación, tengo que aceptarlo. La amo más que a nada, pero ella ama a otro.
Después de la semana pasada estaba esperanzado. Creí que si me arriesgaba a pedirle que fuera mía oficialmente, ella me diría que sí porque mientras estuvimos juntos, creí que ella sentía algo por mí. Que tonto fui.
Lo peor fue enterarme que ese otro del que ella está enamorada podría ser mi hermano, me tiene destrozado.
Tomé la decisión de hablar con ella hace una hora. Olivia no estaba en su sitio —como habitualmente—. Así que decidí pasar. La sorpresa que me llevé al ver a la mujer que amo en un caluroso abrazo con mi hermano mientras se susurraban un «te quiero». Esa imagen no sale de mi cabeza. Aunque me aparté rápidamente y puedo estar malinterpretando, no puedo dejar de pensar que tengo razón.
La miro a los ojos y noto decisión y firmeza en ellos. Me digo que al parecer no podré aplazar la conversación que está por venir.
—¿Qué se le ofrece, señorita Steele?
—No puedes evitarme para siempre. No después de lo que pasamos.
—¿Lo qué pasamos? —Mi voz suena demasiado fría hasta para mis oídos—. ¿Qué pasamos, señorita Steele?
—Christian, por favor...
—¿Por favor, qué?... Ya hablamos, Ana. Y dijiste todo lo que querías decir.
—No... Escúchame.
—¿Por qué no te vas con mi hermano? —Mierda... creo que debo callar.
—¿De qué estás hablando? —Su cara de confusión me enoja más de lo que alguna vez pensé. Me acerco más a ella y susurro en su oído:
—¿Te divertiste jugando con los dos? Dime... ¿Te lo follabas al mismo tiempo que a mí? —Antes de que pueda saberlo, su mano se posa contra mi mejilla con fuerza. Aprieto la mandíbula y resisto el deseo de llevarme la mano a la mejilla afectada.
Está bien. Merecía eso.
—No estoy, no estuve y no estaré con tu hermano. Pensé que podríamos hablar como persona civilizadas. Pero al parecer no conoces el significado de eso. —Puedo ver que no miente. Se da la vuelta pero antes de que llegue a la puerta, tomo su brazo y cuando se gira, estampo mis labios cotra los suyos.
Cuando se quiere separar, llevo mis brazos a su cintura y la aprieto contra mí. Llevo mi mano a su nuca y aprieto mi boca en la suya. Se le escapa un jadeo y aprovecho para enredar mi lengua con la suya. Entonces ella se rinde y me devuelve el beso. Aflojo mi agarre tanto en su nuca como en su cintura y el beso se vuelve más lento, dulce y menos carnal pero aún deseoso y ansioso.
Me separo de ella levemente, dejando breves besos sobre sus labios. Cuando abro los ojos, observo su hermoso rostro. Sus ojos siguen cerrados y su boca está entreabierta. Apoyo mi frente contra la suya.
—Lamento lo que te dije. Fue muy irrespetuoso de mi parte.
—¿Qué es lo que pretendes? Me tienes confundida. Por eso estoy aquí. Quiero que aclaremos las cosas de una maldita vez.
—Yo no pretendo nada. Y no tenemos nada que hablar. Todo está claro. Yo quiero estar contigo, pero tú no quieres estar conmigo. Es así de simple y doloroso.
—¿Por qué? ¿Porque daña tu ego el hecho de que alguna mujer se te niegue? Porque yo estoy segura de que tú no sientes lo suficiente por mí como para tener una relación estable. —Suspiro desesperado y restriego mis manos en mi cara dándole la espalda.
—¿Cómo estás tan segura de eso? —digo sin mirarla. ¿Será que le digo que la amo? No, no es buen momento.
—¿Qué quieres decir?... ¿Qué sí sientes algo por mí?
—Te dije que me gustas. ¿No es eso suficiente? —Volteo hacia ella y veo como hace un mohín.
—También te dije que me gustas. —Sonrío un poco porque de repente está toda tímida y ruborizada. La decisión que vi en sus ojos cuando llegó, ya no está.
—Escucha... tengo una idea. —Me acerco de nuevo a ella.
—¿Qué idea?
—Hagamos como que nos acabamos de conocer.
—Estás loco...
—Vamos. Finjamos que nos acabamos de conocer y que nunca nos hemos lastimado entre nosotros. Finjamos que no somos enemigos. Finjamos que... nos amamos. ¿Crees qué serías capaz de fingir algo así?
—Soy buena fingiendo. —Suspira y cierra los ojos—. Pero me gustaría más que dejar de firgir que no me importas.
Mi corazón se acelera. Es justo como estuve toda la semana anterior, soñando que tal vez podría despertar junto a ella todas las mañanas por el resto de mi vida.
—Bien... eh... Soy Christian Grey. —Tiendo mi mano y ella me mira sonriente mientras la toma.
—Un placer, señor Grey. Soy Anastasia Steele.
—Señorita Steele, ¿puedo besarla?
—¿Por quién me toma, señor Grey? Acabo de conocerlo. Incluso soy virgen. —Ambos reímos y me controlo para no tomarla en mi escritorio.
—¿Podemos ir a tomar algo más tarde? Para conocernos mejor, por supuesto. —Ella sonríe y mi estómago hace giro extraño.
—¿Es una cita?
—Definitivamente es una cita —digo rápidamente. Nuestra primera cita.
—Pues tenemos una cita. Esta noche. En mi casa. —Se acerca lo suficiente a mi como para alzarse de puntillas y darme un beso en la mejilla derecha. Entonces la veo salir.
Suspiro y sonrío. Sé que tenemos muchas cosas que resolver, pero definitivamente estoy mejor que hace dos días. Ni yo me podía creer que había llorado por una chica. Jamás pensé que algo así me ocurriera.
Anastasia y yo tenemos una cita esta noche.
Y no desperdiciaré la oportunidad de decir lo que siento.