Capítulo tres.
Bianca
Estábamos camino al aeropuerto. Después de escuchar a Adrián dirigirse a mi así por tercera vez en nuestra relación de ya 4 largos años, la primera vez que lo hizo pensé que solo estaba furioso, pero luego lo volvió a hacer y estaba a punto de romper con él, no permitiría que alguien quisiera hacerme menos simplemente porque no puede lograr las cosas que se propone, pero lo remedio pidiéndome matrimonio y estúpidamente acepté.
Pensé que solo era algo repentino que con el tiempo le pasaría, pero me equivoque, lo volvió a hacer.
¿Qué le hace creer que después de tratarme así seguiré queriendo ser su esposa?
Siento mis ojos empapados esperando un simple movimiento para derramar las lágrimas que contiene, hay un dolor en mi pecho, inconscientemente mis dedos están girando y sacando el anillo de compromiso de mi mano izquierda.
—Bianca ¿te encuentras bien? —suena como una pregunta estúpida, pero me regresa a la tierra, al auto del señor Cooper camino al aeropuerto para no perder el vuelo.
Una lagrima baja por mi mejilla humedeciéndola, rápidamente la limpio y levantó mi mirada.
—estoy bien —intento sonreír, pero es inútil.
—¿conoces al joven de hace un rato? los vi hablando… —intenté moderar mi respiración para controlar e y no romper en llanto.
—e-es mi prometido —trago grueso y miro al frente.
—oh, lo siento, no quiero ser entrometido, pero… no me gusto su tono ni la forma en que te hablaba —trago grueso porque yo misma me sentí fatal por eso.
Mi madre siempre me ha enseñado a darme a respetar y tener siempre presente mi valor como mujer y darme mi lugar, siempre me hablo de las personas machistas y su trato hacia las mujeres, pensé que eso era algo normal en Adrián, pero ahora veo que es una persona machista, estaba en mis narices y no me había dado cuenta, presentaba señales y yo lo ignore.
La vez que me compraría un coche dijo que mejor ahorrará mi dinero que sería difícil he inútil que intentará aprender a manejar, la vez que fue a comer a mi casa y le pedí ayuda con la mesa, dijo que como mujer era mi deber ponerla yo, que la cocina es para las mujeres nada más, cuando me aceptaron en el trabajo y dijo que trabajar es de hombres… ahora comprendo lo que mi mamá me quiso decir todo este tiempo, darme mi lugar.
—estaba algo molesto —lo excusé como siempre lo hago.
—esa no es una razón para hablarte así, incluso si su molestia fuera probócada por ti —dijo algo molesto, en su rostro se notaba que le había incomodado lo que ocurrió —sé que no debo, pero no quiero que te hable así y menos en mi empresa, no era parte de la reunión y aún así le permito escuchar, pero dirigirse a una mujer así.
Meneo la cabeza resoplando y miró por la ventanilla.
—¡a mi secretaria!
—no volverá a pasar, cuando vuelva hablaré con el y todo estará bien —sonreí no muy convencida de mis propias palabras.
Se que siempre que lo excusaba lo hacía en voz alta no para convencer a los demás sino a mi misma, me dejaba cegar por el amor.
Minutos después de que llegamos al aeropuerto tuvimos que ir al avión porque ya iba a despegar. Al llegar a Londres fuimos a un restaurante, tenía paredes coloridas y floreadas que daban una apariencia relajante, habían cuadros colgados con obras muy lindas que llamaban la atención de cualquiera que entrase y más de un turista, las mesas eran redondas con los cubiertos bien acomodados y un arreglo de flores mediano en medio de la mesa, con sillas de madera, acolchonadas y unos grande ventanales que permitían admirar los edificios de alrededor, la luz natural invadía el lugar aunque habían luces amarillas algo opacas, pero le daban un toque al lugar. 3 minutos más tarde de haber llegado 2 vendedores se dirigieron a nuestra mesa.
—Frenando… —dijo el más alto y nos pusimos en pie para recibirlos.
—oh, bienvenidos —estrecho sus manos —ella es Bianca Díaz, mi secretaria.
—al fin tengo el gusto de conocerte —dice el joven vestido de azul.
—Bianca ellos son Oliver Carter y Thomas Gibson —los salude de un apretón de mano y nos sentamos.
Ambos hombres apuestos, el más alto. Oliver, se veía más joven que probablemente estaba entre unos 29 o 31 años, tenía un traje crema con el pantalón a juego, llevaba una camisa blanca por dentro y una corbata roja con rayas anchas doradas y negras, su cabello castaño bien peinado, sus ojos grises que al verlo fijamente quedaba atrapada como en un encanto y un cutis nítido muy bien cuidada sin rastro de barba. Thomas se veía de más edad como de unos 36 o 37 estaba con un traje azul al igual que su corbata y el pantalón, la camisa de su interior era celeste que de lejos parecía blanca, tenía unos ojos celeste muy parecido al cielo, su cabello rizado medio alborotado con una barba que le quedaba bien, lo hacía lucir más apuesto de lo que ya era.
El mesero trajo 4 menú para dar su breve charla y apuntar en su libreta lo que cada uno pedía, se marcho y me quedo atenta a lo que hablarán, es mi primera vez que viajo con el jefe, normalmente no viajo o lo hago sola y salgo de mañana y vuelvo al día siguiente en la mañana, voy directo al grano y trato de no estar tanto tiempo lejos de mi madre, me da temor pensar que le ocurra algo y yo no esté ahí para ella.
—te noto algo tensa —dice Thomas con una sonrisa pícara notando que les estaba viendo atentamente reparando lo que traía.
—estoy bien —sonreí acomodando e en la silla.
—es su primera vez en Londres —dice Fernando mirándome como diciendo relájate.
—eso es asombroso ¿te gusta lo que vez? —pregunta Oliver arreglando su saco.
—es… es maravilloso —sonrió y justo llega el mesero haciendo que no me sienta tan incómoda por no saber que decir o preguntar.
—¿cuanto tiempo se quedarán? —le pregunta Thomas a Fernando.
—3 días, es la primera vez que Bianca viaja conmigo y quiero que disfrute el viaje, no todo es trabajo —bebe un poco de agua —quiero que conozca y tenga más experiencia, es muy buena en su trabajo no tienen idea.
—muero de ganas por verla en acción —dice Thomas y siento que empieza a hablarme en doble sentido o simplemente es producto de mi imaginación.
Bianca deja de hacerte ideas extrañas en tu cabeza, ese galán de seguro tiene una dama y tu tienes a tu galán en casa, un galán que cuando se trata de trabajo te intenta hacer menos. ¿Por qué no conocí a estos sujetos antes que a Adrián? Ha cierto, no salías del país.
—si quieres salir a conocer, podría ofrecerme de voluntario —tomo agua y trato de relajarme un poco.
—no sé… vinimos de viaje por trabajo… —el señor Fernando me interrumpió evitando que rechace la propuesta.
—tranquila Bianca, mañana no hay trabajo hasta la noche que hablaremos con el socio para firmar el contrato —sonrió amablemente, pero solo quiero ir a el hotel o donde sea que nos vayamos a quedar y llamar a Amalia para saber como está mi madre.
—te noto algo ausente ¿pasa algo? —meneo la cabeza y me sirvo un poco de agua para beberla hasta dejar el vaso vacío.
—estoy bien, gracias por preguntar —sonrió, pero ni siquiera se como comportarme y menos si estoy preocupada.
Reviso mi celular y no hay mensaje de Amalia, le escribo y no responde, pasan 1,2,3… minutos y nada, las manos me empiezan a sudar y siento frío.
—Bianca —dice Fernando tomando mi mano.
—¿si? —lo miro confundida por lo que acaba de hacer.
El contacto es cálido y mis manos están frías y sudando, estoy nerviosa, empiezo a crearme escenarios en mi cabeza y Amalia no responde mis mensajes.
—calmante, ella está bien —apretó mi mano y sonrió, solo asentí y tomé el vaso nuevamente, pero me detuvo —Bianca.. Mírame —obedecí.
Hasta ahora pude notar que sus ojos son de un chocolate claro muy sobresaliente y llamativo que no comprendo como no lo había visto.
—pareces una niña cuando se le pierde la madre en el almacén, ella está bien ahora respira profundo y sigue comiendo —asiento y hago justamente lo que me sugirió.
—¿suele pasarle seguido? —pregunta Oliver curioso.
—por esa razón no había salido de viaje conmigo —me mira y cuando lo miro fijamente a los ojos y nuestras miradas se cruzan ciento una calidez que no había sentido antes —pero no le pasa seguido.
—¿porque siente pánico? —dice Thomas —¿le da miedo salir a otros países o separarse de alguien?
—mi madre esta enferma —digo ya más tranquila.
—comprendo.
Después de comer nos despedimos y fuimos a un hotel reservado, ahí note que Amalia me había escrito diciendo que todo estaba bien la llame y me tranquilice a un más cuando escuche la voz de mi madre.
Desperté temprano y baje a desayunar en el restaurante del hotel cuando veo a Thomas con una niña de unos 5 años y se acerca a saludar.
—hola de nuevo —saludo sonriendo.
—buena forma de comenzar el día —dice con esa sonrisa pícara que le hace ver atractivo —ya más tranquila —comenta.
—sii, pude hablar con ella y me calme —lo invite a tomar asiento señalando el lugar vacío.
—que buena noticia, ella es Andrea, mi pequeña—saludo a la niña y se sientan.
—yo soy Bianca —colocó mi mentón en mis manos y sonrió.
—eres bella —sonríe.
—se parece a mamá —dice la pequeña mirándome muy contenta.
—lo siento tanto —se disculpa y mira a la niña algo serio.
—tranquilo, no me incómodo ¿cómo es tu madre? —la pequeña abre la boca para hablar, pero luego la cierra y Thomas habla.
—ella… ella ya no está con nosotros.
—lo siento tanto, y-yo no quería… —Thomas me interrumpe.
—no te disculpes no sabías ¿comemos? —sonrió algo avergonzada por la pregunta que hice.
—claro.