El sonido de las esposas hizo sonreír a Morgan, cautivado por la desnudez de su esposo, aún portaba el vestido de novia, cuando Domenico la esposó a su cama. Los ojos azules de Domenico la brillaban y estaban deseosos por volver a explorar el sexo que solo Morgan podía darle. Acaricio su cuerpo sobre la tela del vestido. — Esperó que no ames mucho este vestido – sacó una navaja. Rasgó el vestido, rompiéndolo con la navaja, Morgan gimió al sentir como la navaja llegaba a cortarle ligeramente la piel. Tiro de las esposas, quería tocarlo, pero estaba inmovilizada. Domenico tomó su rostro y la beso, la beso como si sus labios fueran el mejor vino del mundo y quisiera saciar su sed con ellos. Morgan tiró de su labio inferior, robándole un dulce gemido al rubio. Separando sus labios, mirán