Cerro el joyero y lo guardo nuevamente, luego tomo su abrigo y salió de la oficina. Cuando llego a casa, la vio sentada en la sala de estar conversando con su madre, había una leve sonrisa en su rostro y mostraba una expresión tímida. Él se detuvo en la puerta, y en ese instante escucho la voz de su madre. —Thalia, debes tenerle paciencia. Máximo ha sido así desde niño, ni siquiera su tío ha podido controlarlo. Yo que tú no me preocuparía por él. Máximo no podía creer lo que escuchaba, ¿no se supone que las madres apoyan a sus hijos? Máximo dio un paso adelante. — Mama… La mujer giró su rostro. — ¡Mocoso, has vuelto! — sus ojos estaban llenos de adoración. Thalia, que estaba sonriendo, escucho la voz detrás de élla, miro hacia arriba y lo vio, la sonrisa en su rostro se congeló