CAPÍTULO 28. ―¡Perdón, mi amor! ¡Perdón! ―Paolo le dijo al oído, una y otra vez. Nunca se había separado de ella tanto tiempo desde que la trajo a Estados Unidos, fueron meses sin saber nada de ella. Fue durante este tiempo que la persona que más amaba fue secuestrada. Después de llorar un rato, se alejó de su pecho y lo miro con los ojos rojos. Se echó a reír de nuevo y trato de limpiar su camisa ahora mojada con sus lágrimas, pero el tomo su mano y la beso suavemente en la frente. ―¿Dónde has estado todo este tiempo? ¿Por qué la Interpol dice que estás muerto? ―ella tocó su rostro como si quisiera corroborar que no era un sueño. Sin querer toco una pequeña cicatriz y Paolo atrapo su mano en un acto reflejo. ―¿Te duele? ―murmuro ella. Paolo le sonrió suavemente y sacudió la ca