Isabella bajó el rostro sin muchas ganas de responder, ¿Qué le diría?¿La verdad?¿O una mentira? Daba igual, realmente. Así que dejó que la honestidad ganara, esta vez. -Yo, señor- levantó la vista y Cíen se sintió intimidado por la chica que hablaba con total seguridad por primera vez en la noche- Me suicidaré y necesito el dinero para cubrir mis gastos funerarios, así mi familia quedará libre de cargos y cada quién podrá seguir con lo suyo- las palabras salieron como un torpedo, disparadas, y volteó el rostro para llamar de nuevo al chico de los tragos, porque realmente quería uno, pero tampoco quería ver la mirada de lástima que aquel millonario excéntrico le daría. Pero en lugar de lástima, Cíen sentía admiración. Y respeto. En su consultorio como psiquiatra trataba semanalmente a pac