Capítulo IV. Heridas de amor

973 Words
Lucca estaba frente a ella, su mirada era ilusionada, enorme, impaciente. Athena se sostenía en pie con dificultad, pero aparentaba frialdad. Odiaba como su corazón latía al verlo y su piel se erizaba. —Llega tarde, señorita Hyland —dijo Lucca burlón al mirar su reloj de oro —No más que usted, señor Richter —dijo con dureza, Lucca se quedó impactado, ya no estaban hablando del presente y su mirada se volvió triste —Bienvenida. —Gracias, la decoración es hermosa. —Lo sé. Te ves hermosa. Ella arrugó la frente, confundida, Lucca no era un hombre tan demostrativo, ni halagador. Se quedó quieta —Gracias —dijo con dificultad La música comenzó a resonar, era una balada romántica, él sonrió —¿Bailamos? Ella asintió sonriendo. Tomó su mano y fueron a la pista. Entrelazaron sus manos y él sujetó su cintura, acercándola más a su cuerpo. Notó como su calor lo recomponía, eran un dúo perfecto. Y bailaron, mientras sus miradas se gritaban los te amos que no salían de sus labios. —¿Por qué decidiste invertir tanto dinero en una convivencia conmigo? —preguntó mientras bailaban —¿Y por qué no? —Esa no es una respuesta —dijo molesta, él sonrió —El dinero no es importante. —Antes lo era —Lucca bajó la mirada, recordando todo lo que había perdido por conseguir su estatus, incluso negar su amor por ella, para que Maximus le permitiera crear su emporio—. Dime, ¿Qué te cambió? —Ya lo ves, nadie puede permanecer congelado todo el tiempo. —Así es, por que cuando la nieve cae, al final te dolerá. Ahora dime algo que quede entre nosotros —dijo Athena acercándose a su oído, aumentando la curiosidad de Lucca, que estaba atento—; ¿Nuestra historia también te lastimó? Lucca se quedó impactado, mudo. Iba a responder, su rostro era serio, preocupado. Pero, no pudo, la música terminó y una alcoholizada Sarah se acercó interrumpiendo —Disculpa, señora, ¿Me permite el siguiente baile con el señor Richter? —aunque Athena y Lucca se miraban incrédulos, ella tuvo que alejarse, intentó no reír —Claro, señora, todo suyo —dijo irónica —Gracias —exclamó Sarah con ironía. Provocando que Athena la viera con desconfianza, se hizo a un lado, cruzó los brazos y observó atenta Lucca estaba incómodo, Sarah estaba ebria, y se abrazaba a su cuello, tenía la cabeza sobre su pecho, era todo tan raro, incluso los empleados observaban incrédulos. Sarah alzó la cabeza clavando la mirada en Lucca. —Sarah no debes beber, estás un poco pasada de alcohol. —Lo siento… —dijo y casi se desmaya. Lucca tuvo que sacarla de la pista y llevarla hacia el baño, hizo una seña a Athena de que esperara. Los minutos avanzaron, Athena se desesperó, caminó al baño. Quería irse, pero no podía ser tan grosera de marcharse sin una explicación, no quería actuar como una inmadura ante un hombre como Lucca, porque su propio ego no se lo permitiría. Lucca intentó calmar a Sarah, Lucy fue a buscar agua para calmarla, cruzó en el camino con Athena. Sarah estaba mal, no podía contener sus impulsos, se había enamorado del señor Lucca Richter, y necesitaba gritarlo o si no estallaría en mil pedazos. —¡Lucca! —gritó provocando confusión en él—. Te amo… —susurró dejándolo pasmado, pero se colgó a su cuello, lo besó repentinamente, él solo pudo intentar liberarse, pero ella lo sujetó con fuerza, no quería lastimarla. Para su mala suerte Athena estaba al fondo viendo toda la escena. Sintió que se congelaba, algo ardía en su estómago, un nudo apresó su garganta, sus ojos brillaron, pero contuvo el deseo de llorar, gritar y patalear, ¿Qué sentido tenía? ¿Qué reclamaría? Lucca se liberó con prisa, como alguien que padecía, se alejó, aunque la mujer intentó acercarse, cuando se giró miró a Athena, casi con terror, como si presintiera que la había lastimado, negó de prisa, ella dio vuelta y se fue de ahí. Lucy apareció y Lucca la dejó a cargo de Sarah, él salió corriendo. Athena salió del salón, caminaba rápido, pero no corría. Evitaba llamar la atención, ya llevaba su abrigo. Cruzaba las calles de Nueva York, pero la nieve caía intensa. Escuchó que gritaron su nombre, tuvo que detenerse, no quería escándalos —¿A dónde vas? —exclamó Lucca cuando la alcanzó —Lo siento, tu fiesta no es tan divertida, de verdad, estoy cansada —dijo queriendo sonar franca —No te creo nada —Lucca la miraba sin reparos, ella parecía confundida—. Te vas porque estás celosa —aquellas palabras la hicieron reír —Te equivocas, puedes hacer lo que tú quieras, esa chica te quiere de veras. Se nota. Solo no le hagas lo mismo que a mí, ve y quédate a su lado, no seas accidentalmente cruel por fingir honestidad. Lucca se puso serio. —Yo no tengo nada con Sarah. —No te pido ninguna explicación, debo irme —intentó dar la vuelta, pero la detuvo, tomándola por detrás, abrazándose a su cintura —Yo quiero explicarte. Porque quiero que sepas mi verdad, Athena, yo… te amo, más de lo amo la vida. Ella se quedó perpleja, sintió el cuerpo de Lucca abrazándola con fuerza, sintió que temblaba, quiso escapar, correr, pero no lo hizo. De pronto, sintió una especie de deja vu, como si antes hubiese vivido eso, Lucca la hizo volver a él, alzó su barbilla, mirando sus ojos —¿Y tú, me olvidaste? Athena observó sus ojos, pensó en todo el tiempo pasado. Solo podía decir la verdad —No te olvidé. Pero, te superé. Y estoy mejor sin ti. Esas palabras hirieron el corazón de Lucca.
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