Estaba tan arrepentido, si tan sólo no hubiera sentido curiosidad, si su mal presentimiento al escuchar aquella llamada de Elia no hubiera sido tan profundo entonces quizá no hubiera subido al auto, tal vez entonces no habría pedido a su chofer que lo llevara al hotel, esperanzado de llevar a Elia a su apartamento para seguir festejando su cumpleaños. Por curiosidad se encontraba ahí, bebiendo, siendo la encarnación pura de la ira y el coraje, de todas las personas en el mundo Elia era la única en la que había confiado en mucho tiempo y para él todo decía que ella se sentía del mismo modo que él.
—Está bien, dame eso… —Murmuró Román, quien había observado el deterioro emocional de su amigo, bebiendo como loco y gritándole a las personas como antes hacía.
— ¿Quién te crees que eres?
