—Te ves estupenda. —Aplaudió su madre. — ¿No es muy formal lo que llevas para el festejo de un amigo tuyo? —Elia bufó, si supieran el tipo de amigo que era, y el restaurante al que iban ella misma se hubiera ofrecido a comprarle un vestido nuevo para la ocasión, pero indispuesta a mortificarla decidió no darle muchas explicaciones.
— ¿Papá sigue dormido? —Una mueca incómoda se alojó en los labios pequeños de su madre, no le gustaba angustiar a su hija, pero resultaba difícil ocultarle lo que era obvio.
—No la ha pasado bien. —Lo justificó. —No lo contratan por la edad, pero mañana irá temprano otra vez a rascar. —Asintió juntando sus manos desesperadamente, Elia respiró profundo, odiaba verla así, odiaba verlos así.
Su padre había sido un leal y excelente contador en una compañía de m
