Strong se rió tan estridentemente que hasta las lágrimas les brotaron, mientras que Thianya estaba tornándosele el rostro cada vez más rojizo de la ira.
— Por más que quieras rechazarme, mi compañerita amada, no vas a lograrlo, primero porque te falta mi nombre completo, porque apenas tienes un fragmento del mismo, y segundo, es una manera cruel, pero así te tengo monitoreada, que cuando me canse de tu perra manera de comportarte, te acortaré la soga y jugaré como me plazca contigo. — Advertía el señor Strong riéndose todavía.
— ¡Pues dame tu nombre completo, pedazo de bestia! O si quieres puedes rechazarme, no le tengo miedo a que alguien como tú, una porquería cobarde me provoque el dolor del rechazo. Peor es saber que te estás revolcando con alguna ramera a mis espaldas. — Rezongaba una Thianya furiosa.
— ¡Oh! Pero si lo que quieres es ver con quien estoy dispuesto a provocarte la agonía del dolor por estar con otra que no eres tú, mi amada compañera de vidita, sólo tengo que decirle a una amiguita de las que tengo disponible que venga a complacer tu fantasía.
La propuesta que le había hecho el señor Strong a Thianya había sido lo último que había pensado aquella mujer que escucharía en una oficina de trabajo que se respetara. Se suponía que estaban allí para conversar, no para divertirse, y menos para nadie ver a alguien más intimar con otra persona.
Había sido una respuesta muy repulsiva de parte de ese hombre, por lo que ella decidió cambiar el tema inmediatamente.
— No quiero verlo intimar con nadie en mi presencia, muy asqueroso. Yo vine aquí por motivos de trabajo, incluso me había citado con el señor Porter, pero me salieron con esto, un modo de trabajar muy inapropiado de su parte y de lo que se supone significa su marca, señor Strong, lo que me indica que no será bueno trabajar con usted, puesto que es una persona desleal, infantil y nada profesional a la hora de tratar temas laborales. Así que, con su permiso, me retiro de sus oficinas, y hasta nunca, señor.
Thianya con toda razón ejercía su derecho a retirarse de la oficina tipo pent-house a la que había sido dirigida mientras que Strong tomaba el teléfono tan frenéticamente, que por poco y lo dejaba caer al piso.
Por otro lado, durante aquella conversación, Renata estaba atónita al escuchar todas las sandeces que estaba tratando de justificar el señor Porter. Según él, era necesario para ella y su socia, la señorita Sparks, aceptar el primer contrato que ellos habían propuesto, ya que iban a permanecer poco tiempo con ellos, pero que sería un trabajo intenso, por lo tanto, las diversiones personales estaban totalmente prohibidas durante su interacción laboral con este señor y su jefe.
— Suena fuera de lugar y poco profesional de su parte, señor Porter. Prefiero no trabajar con usted o el señor Strong si esa es la posición a la que ustedes van a apegarse, y créame que mi socia va a estar de acuerdo con mi decisión. — Expresó Renata con rotundo enfado.
— Es que usted no entiende la situación, señorita Pierce.
— El que no entiende es usted, señor Porter, así que, con su permiso, voy a buscar a mi amiga que nos vamos. Ustedes no valen la pena… Y por cierto, ese perfume que usa su novia, no le queda ni a usted ni a ella, debería pensar en cambiarla.
Las dos señoritas tomaron las mismas postras ante aquellos caballeros. Se sentían burladas descaradamente por dos hombres que en vez de verlas desde la perspectiva profesional, las vieron como si fueran dos prostitutas baratas.
— Señor Strong, estoy teniendo problemas para convencer a la señorita Pierce. Ella salió al pasillo y va rumbo a buscar a su amiga.
Al escuchar a Josh Porter hablar apresuradamente al mismo tiempo que la mujer con la que estaba iba rumbo a la salida de su piso en su edificio de oficinas, decidió bajar la guardia y cambiar la estrategia.
— ¡Señorita Sparks! — Vociferó el señor Strong haciendo que la aludida se detuviera y volteara la cabeza en dirección a la voz que la llamó. — Empezamos con el pie izquierdo. Tiene razón, no debí imponerle reglas de ningún tipo en primer lugar. Usted no es una mujer que ande a la ligera en la vida como yo pensaba, aunque en su vida íntima sea un poco liviana. — Decía aquel hombre eso último lamentando su condición.
— Mi vida íntima es algo que a usted no le debería importar, ya que usted no es capaz de dar su cara, a pesar de que me marcó, y actúa como un animal ponzoñoso en vez de hacerlo de la manera correcta, porque créame, si al menos diera un puñetero motivo para creerle que podría ser un buen compañero de vida, pero esta actitud egoísta suya es de un hombre narcisista y cobarde en potencia. Lo único bueno en usted, señor Strong lo destruye con su manera de comportarse.
De las pocas veces que ese señor se sentía tocado por las palabras de alguna persona había sido precisamente las que dijo la señorita Thianya Sparks, pero ella no estaba en las condiciones emocionales para sentir pena por nadie, por lo que se dio vuelta para pedir el ascensor, este no le respondió.
— Ese ascensor responde a un código que sólo yo manejo, señorita. Si quiere subirse ahí, tendrá que esperar a que yo introduzca la clave en cuestión.
A Thianya se le abrieron los ojos en toda su extensión, y aun en contra de su voluntad, contuvo las ganas de llorar, más de rabia que de impotencia, por lo que se dio vuelta nuevamente, esta vez con los brazos cruzados a la altura de su pecho, mientras taconeaba rápidamente en señal de impaciencia.
Renata estaba desesperada porque por más que ella quería comunicarse con Thianya, era como si en aquel edificio no había señal.
— Debemos configurar su teléfono para que tenga acceso a la red nuestra. Es un circuito cerrado.
>> ¡Maldición! << Fue la única palabra que pasó por la cabeza de aquella mujer.
— Voy a pensar que todo esto se trataba de un secuestro, señor Porter. — Enunció nerviosa la señorita Pierce.
— ¡No diga palabras tan grandes como esas, señorita!
— ¿Y cómo le llama usted a todo lo que está pasando con nosotras, señor? Nos citan para hablar con el supuesto representante de un caballero que podríamos decir que no conocemos, y encima que nos separan a mi socia y a mí, nos tienen encerradas e incomunicadas. ¿Cómo carajo debería ver todo esto, según usted?
Josh estaba poniéndose nervioso, que si no fuera por su color de piel, se notara lo carmesí que se había puesto. Sólo rogaba que su jefe encontrara una solución rápida a lo que creía sería una jugada fácil para ellos.
— Veo que es usted una mujer con mucho temple, señorita Sparks.
— Cosa de lo que usted está desprovisto, señor.
— Voy a acceder a firmar el contrato que usted, su socia y sus abogados enviaron en contrapropuesta. Es justo que se sienta insultada después de meterme con su vida privada y la de su amiga. Aunque seguiré insistiendo, porque al fin de cuentas, quiéralo o no, estamos vinculados.
— Estoy de acuerdo con mi contrapropuesta, y bajo ese contrato sí estoy dispuesta a firmar. En cuanto a lo de estar vinculados, créame, señor Strong, estaré más que dispuesta a hacerle cambiar de opinión.