A pesar de que ella estaba dando su mejor yo para divertirse, Renata notaba cierto cambios de humor en Thianya, pero se negaba a rebatir a su amiga, pues sabía que ella no quería hablar del tema.
Después de la última aventura de los chicos, Thianya le hizo saber a sus guardaespaldas que era hora de volver a casa, por lo que sin más dejaron la ciudad de Leke, por supuesto no sin antes pasar la chica por recepción, siendo recibida por un amable gerente.
— ¡Buenos tardes, señorita Sparks! ¿En qué puedo servirle? — Preguntó Víctor muy atento.
— Quiero pagar mi cuenta, así que tenga mi tarjeta para que la pase por el monto de mi consumo. — Pausó Thianya, luego volvió a hablar apresuradamente: — ¿Cuánto hace mi consumo, joven? Nunca me llegó la cuenta como pedí a mi correo electrónico.
— ¿En serio, señorita Sparks? Déjeme revisar… — Víctor hizo silencio para dedicarse a revisar en la computadora. — Sí, es cierto que hizo la petición, señorita. ¡Mil perdones! Permítame enviarle su cuenta total por el correo que nos suministró. — Asumió el gerente, pero antes de que ella pudiera tan siquiera abrir su mensajería, ya él había ejecutado el cobro con la tarjeta que Thianya le había dado.
— Este monto no era el que me esperaba, señor gerente. Está por debajo de lo que se suponía valía el paquete que pedí, además de que mis invitados y yo consumimos muchas bebidas y alimentos a la carta. ¿Podría recibir una explicación al respecto? — Hablaba Thianya desde su orgullo pero con pocas ganas de imponerse.
— ¡Oh, sí, señorita Sparks! Le explico: Lo que sucede es que usted salió agraciada con un descuento que proporciona nuestro hotel a ciertos clientes bajo ciertas condiciones de consumo o de p**o, y ya que usted aplicaba con respecto a los requisitos, se le otorgó esa gracia. Pero si quiere le cobramos el monto justo. Por cierto, ¡Aquí está su tarjeta! Ya se le debitó el monto, mi estimada. — Indicó Víctor amablemente.
Tal y como Víctor le dijo a Thianya, el monto que había debitado se le fue notificado, pero ella lo dejó pasar. En otros momentos ella hubiera exigido una explicación más acabada de por qué su deuda era tan mínima con relación a lo que se le había presentado previamente, y hasta hubiera hecho que le presentaran al dueño del hotel, mas no en el día de hoy; ella estaba emocionalmente muy cansada, y no era por cosas de los días previos a las costumbres de las mujeres.
— Thia… ¿Te pasa algo? Desde esta mañana te siento muy rara, más que de costumbre, pero no quise decirte nada esperando a que mejoraras tu humor, aunque ya me cansé de verte así. ¿Qué tienes, Thia? — Hablaba una Renata verdaderamente preocupada.
A pesar de la insistencia de Renata, Thianya se negaba a contestarle y sólo se limitaba a negar con la cabeza, tratando de hacerle creer a su amiga que estuviera mal, aunque sus ojos enrojecidos la traicionaban vilmente.
Tanto Esteban como Orestes sabían lo que estaba pasando en el caso de cobro del hotel, ya que Thianya lo había comentado en el auto camino a Carcomel, pero ninguno se atrevía a hacer el mínimo comentario, uno porque Jake se los advirtió de manera reiterativa, y segundo, porque la vieron tan afectada que mejor optaron por callar.
Varias horas de camino más tarde, se detuvieron en un motel para descansar. Allí cenaron pechuga a la plancha con vegetales las damas, mientras que los caballeros comieron costillitas ahumadas.
— No sé cómo son capaces de comer así a esta hora, muchachos. — Objetó Renata.
— Y yo no entiendo cómo es que ustedes se sostienen con tan poca carne, niñas… ¡Van a desaparecer! Coman como si fueran dos licanes hambrientas. — Señaló Orestes.
— Comí porque ustedes insistieron, y verlos hacerlo al fin de cuentas me abrió un poco el apetito, pero no es algo que tenga por necesidad ahora.
Las palabras de Thianya hicieron que los dos que estaban bromeando dejaran de hacerlo, mientras que los tres se miraron extrañados, ya que la otra fémina era de buen comer, aunque no fuera tan voraz como los hombres que la acompañaban.
Por otro lado, Jake no estaba de humor para tener ninguna de sus sesiones terapéuticas. Por más que miraba su teléfono y repasaba una y otra vez su lista de contactos, ninguna de las chicas en las que se detenía le llamaba la atención su nombre.
— Señor… — Interrumpió Gina la concentración de su jefe.
— Dime, Gina… — Contestó Jake estrujándose la cara y bostezando después de desperezarse.
— Me dijo que no lo molestara, pero me preocupé al ver que no salía de su despacho, además me dijo que le informara cuando supiera algo del rumbo que lleva la señorita Sparks.
— Sí… Recuerdo que te pedí algo así… Puedes decirme. — Instó Jake mientras iba al mini bar a servirse un trago.
Gina carraspeó antes de emitir alguna palabra de su boca cuando de repente sonó el celular de su jefe quien con una mano la detuvo en el acto.
— ¡Habla, Esteban!
— ¡Buenas noches, señor! Quisiera preguntarle algo, ¿Acaso le hizo algo a la señorita Sparks?
— No, no le he hecho nada a tu jefe. Ella estuvo bien todo el tiempo conmigo y yo con ella. ¿Por qué la pregunta?
— Desde esta mañana ella ha estado actuando muy extraña, y justamente anoche estuvo con usted.
— Realmente todo transcurrió normal como todo entre nosotros. Pero si recuerdo que haya pasado algo extraño, les haré saber, ¿Está bien?
Sin decir más nada Esteban cerró la llamada y no dejó en claro si estaba de acuerdo con el señor Masters.
— Gina, ¿Sabes dónde está la señorita Sparks?
— Eso le iba a decir, señor. Ella está en un motel a las afueras de Leke. Al parecer se detuvo allí y rentó dos cuartos, uno para ella y su amiga, y el otro para sus guardaespaldas. Ya cenaron, pero ella lucía un poco triste.
A Jake le molestó que dos veces le mencionaran la condición de tristeza de Thianya. Trataba de recordar lo que sea que hubiera pasado entre ellos dos que la levaran a ese estado, pero no dio con lo que se suponía pudo haberla puesto así.
Al día siguiente, los hombres de la señorita Sparks llevaron el desayuno a la habitación; unos pancakes con leche chocolatada, tal como le gustaba a Thianya, a quien le obligaron a comer, ya que definitivamente no quería hacerlo, obviamente todos participaron en la comelona matutina gustosos para lograr su cometido.
Aquellos llevaban en su yipeta una neverita para refrigerar bebidas varias para el viaje, pero esta vez a Thianya le dio con comprar algunas pintas de helado, todos con algún toque de chocolate en las combinaciones que hizo, y sin más, se colocó sus auriculares, y tomando uno que otro envase, de los quince que compraron, apenas si dejó tres reservados para sus acompañantes, comiéndose cinco en su ruta a casa y reservando los restantes para ella. Por supuesto compartió de los que se iba comiendo con Renata.
Esteban, Orestes y Renata no encontraban como abordar a la chica, pero ella estaba más que renuente a hablar de lo que le adolecía, incluso entró a su casa en absoluto silencio, como si había llegado de madrugada, y apenas si eran las seis de la tarde.
— Buenas tardes se dice cuando se llega a una casa… Se llama modales, creo que te los enseñe… — Remilgo Kiarah.
— Buenas… — Respondió Thianya el saludo a su madre con los dedos índice y mayor de su mano izquierda.
— Deja en paz a la niña, Kiarah. — Solicitó Falcone mientras miraba las noticias en su móvil.
Thianya subió rápidamente las escaleras, apenas si tuvo fuerzas para darse un baño, lavarse los dientes, y echarse a dormir sin más.