Las treinta y seis horas exigidas por Jake Masters habían pasado. Él y su familia recuperaron la mansión donde había nacido tanto Jake como Jossie, ya que ellos eran muy unidos, y la residencia era bastante amplia; con dos alas, una al este y la otra al oeste, por tanto él y Josh se fueron al área oriental de la edificación mientras que el resto de los residentes se establecieron en el ala occidental.
Por supuesto, Thianya les concedió su apartamento rentado a su padre, quien se llevó a rastras a su mujer y a sus hijos, los cuales no querían moverse tan lejos del centro de la ciudad, y mucho menos a un espacio tan pequeño. Mientras que la señora Kiara Achiaga retorno a su casa, con una expresión de felicidad que no era propia de alguien que estaba viendo a su familia caer en desgracia.
— ¡Hola, amor! — Saludó Alexander Achiaga a su esposa con un beso.
— Hola, amor… — Respondió Kiara desganada.
— ¿Tan fuerte estuvo todo allá en la mansión Sparks?
— Ya no es la mansión Sparks, ahora es la mansión Masters. Mi madre se puso como loca cuando la sacaron de su apreciada residencia, lo mismo que mis hermanos. Pero la que me preocupa más de todos es Thianya. No ha dicho ni media palabra desde que todo se supo, y no sé cómo interpretar su silencio.
— Dale tiempo, Kiki. No es fácil que alguien venga a remover tu vida de la noche a la mañana y cambie el panorama de todo lo que conocías.
— Esa parte la entiendo, Alex, pero cuando las comiencen a tomar más velocidad, ¿Ella pretenderá seguir así, en estado de letargo? Ella no es así, y podría ser que su estallido sea más fuerte de lo esperado, amor.
— A veces creo que piensas las cosas más de la cuenta, Kiki.
Kiara y Alexander vivían en otra ciudad de Kindra, que considerando que los Achiaga era una familia prominente de aquella provincia, Kirah entregó a su hija mayor gustosamente, que por suerte se habían fascinado de la chica desde que la conocieron.
En el caso de Thianya no había sido la misma suerte, ya que desde que Nora la conoció, aquella muchacha le pareció demasiado frívola para su hijo. Esperaba que su compañera de vida fuera más bien una mujer con un cc de principios y buenos modales, aunque no la culpaba del todo, debió ser un infierno crecer al lado de Kirah, pensó la señora Masters.
— Renata, muévete, niña… Tenemos demasiado trabajo el día de hoy con Clide. Nos va a decir hasta del mal que vamos a morir. — Apuraba Thianya a voces desde la planta baja de la mansión.
Eran poco más de las seis y treinta de la mañana cuando esa joven estaba dando voces en aquella mansión donde ahora vivía gente extraña, incluyendo su propia amiga, quien se quedó en la antigua habitación de la hermana de su compinche, mientras que ella se metió en la suya para no salir más de allí.
— ¿Podría saber que le diste a mi hijo para que él se creyera que eres su compañera de vida, Sparks? — Preguntó Nora con adorable sarcasmo para entonar desde temprano el día.
— No sé, señora… Seguramente fui la que mejor le abrió…
— Buenos días, amor… Madre… — Interrumpió Jake dándole un beso en la frente a su progenitora e intentando besar a Thianya en la boca, pero ésta puso la mejilla derecha rápidamente.
— ¡Ya estoy lista, Thia! ¡Buenos días! — Saludó Renata mostrando su mejor sonrisa.
— Ya era hora, Pierce.
— Tan pesada como siempre, Sparks.
Habiendo hecho su interacción de la mañana, las chicas salieron de la mansión en la que se estaban hospedando con fingida sonrisa, pero en realidad estaban muriendo de rabia por dentro.
Esteban y Orestes no estaban trabajando para Thianya. El primero se quedó a trabajar con Jake porque este se lo rogó sin rogarle; le pidió que no lo dejara solo allí, que necesitaría apoyo en lo que concernía a ese lugar desconocido ya para el empresario. Mientras que el segundo le comunicó a su madre que se iría a la tierra que la vio nacer, ya que allí no tenía nada qué buscar, algo que casi le partió el alma a Nana, pero muy en el fondo ella entendía las razones de su hijo, al cual besó y envió a nuevo camino que quería emprender.
Había sido mucha conmoción para Thianya, incluso para la misma Renata, que uno de los que para todos era uno de los guardaespaldas de la señorita Sparks, no sólo uno de sus amigos de parranda, incluso ellos habían intimado alguna vez, siendo él el primer hombre con el que estuvo, pero sabiendo que aquel muchacho era demasiado bueno para ella, prefirió no darle falsas esperanzas.
— Lloremos ahora, Thianya… Ya nadie nos ve, y necesitamos botar un poco del veneno que llevamos dentro, aunque sea por medio de las lágrimas. — Aconsejaba Renata mientras iban rumbo a las edificaciones del nuevo hotel de la cadena Hams en Carcomel.
— ¡Buenos días, mis damas favoritas! — Recibió Clide a las amigas, que por lo que presentaban sus caras, parecían que iban a un funeral.
— ¿Sería mucho pedirte que le bajes un poco a tu algarabía, Clide? Estamos con el alma hecha añicos, ambas. — Puntualizó Thianya.
Las chicas les contaron todo lo que había pasado desde el día que Benjamin Conroid fue a encontrar a Thianya a querer acostarse con ella obligada, la reacción de Jake ante la situación, y la realidad que había ido a plantear aquel hombre, justo cuando el casi violador de la señorita Sparks pretendía cortejarla con todo y sus progenitores como respaldo.
— Ese tipo es un mañoso. He escuchado decir que tiene su compañera de vida, e incluso creo saber quién es, pero su familia no la aceptaba, pues a su juicio ella no tenía las cualidades económicas para estar con el muchacho. Por eso iba tras de ti, aunque eso significara aceptarle las estupideces al hijo. — Comentaba Clide.
— ¿Sabes qué, Clide? Hablemos de trabajo. Cualquier tema es más entretenido que mi vida actual. — Propuso Thianya con el rostro de lado apoyado en el dorso de su mano izquierda, la misma recostada desde el codo sobre la mesa.
Clide inmediatamente abandonó el tema y se dispuso a hablar de trabajo, pero cualquier cosa podría esperar hasta que ellos terminaran de tomar su desayuno. En eso el teléfono de Thianya sonó, sacando a aquellos tres de su concentración ante su primera comida.