Ninguna de las señoritas miró hacia atrás para ver la reacción del hombre con el que estuvieron conversando hacía unos instantes, típica costumbre de ellas, sobre todo si les interesaba intimidar al que macho en cuestión, aunque cada una tenía su propia motivación para hacer tal cosa.
A Porter no le quedó más remedio que aceptar las directrices que les dieron aquellas chicas que no lo miraron ni para decirles adiós inmediatamente procedió a llamar a su superior.
— Señor Strong, las chicas recibieron los documentos, pero no los revisaron en el momento. Me pidieron que esperara que ellas me contactarán. No creo que tengan abogado; según lo que hemos indagado de ellas, no indica que cuenten con uno.
— Si lo tienen o no, no es algo que nos afecte, pero en caso que no tengan, nos será más fácil convencerlas de que accedan a nuestros caprichos, señor Porter. Todo es cuestión de paciencia y saber jugar con ellas a nuestro favor.
— ¿Y en caso que sí encuentren uno, señor Strong?
— Seguiremos dando lo mejor de nosotros para que terminen cediendo, muchacho.
Las chicas habían llegado a sus respectivas habitaciones en las mansiones de sus familias para recoger sus pertenencias y emprender su nuevo viaje. Por supuesto, Esteban y Orestes estaban preparados para la nueva aventura, pero le advirtieron a Thianya que no se dejara ver por su madre, ya que esta estaba dispuesta a hacerle la noche de cuadritos.
La señorita Sparks estaba apercibida de encontrarse con su madre, por lo que buscó la forma de entrar a la casa sin que fuera vista, al punto que buscó a la ama de llaves, quien era su nana de toda la vida, para que le suministrara parte de sus pertenencias para su nuevo viaje de fin de semana.
— A tu madre le va a dar un yeyo si vuelves a irte, hija. Ella está empecinada en seguirte los pasos. Está segura que no estás portándote bien, y va a hacer todo lo posible para exponerte… Recuerda que ella no quedó bien después de lo de su primo.
— A mí no me importa ni su opinión ni su intervención en mi vida, Nana. Ella me desestimó desde hace años por su querido primito; sin yo hacerle nada me declaró la guerra, así que ahora no venga a querer meterse a dar pautas de buena conducta. Ella está así de aburrida porque Falcone Sparks no le presta atención como ella siempre ha querido, y conmigo quiere pagar sus rabietas. No me hables de mamá, Nana, ¿Sí? Eres demasiado linda para estar perdiendo el tiempo amargándote con su sola mención. — Besó la joven a su mucama favorita de toda la vida.
— Está bien, niña… Aunque hay algo que a mí sí me preocupa… ¿Cuándo vas a dejar esa vida tan despreocupada que llevas? — Preguntó con profunda sinceridad su Nana a Thianya.
— Yo no creo mucho en los hombres como para tenerlos en cuenta para una relación estable, Nana. Y cometí el error de creer en estos días que pude haber encontrado a un hombre con buenas cualidades para esta hembra, pero el muy descarado me dijo que no se veía conmigo ni con una familia que viniera de nosotros. Así que, Nana, no pierdo mi tiempo con ese tema. — Dijo Thianya disimulando su descontento.
Nana sintió el quiebre en la voz de su niña, pero no le dijo nada al respecto, además ella estaba consciente de todo lo que Thianya había sufrido y lo que la terminó convirtiendo en la bruja sin alma que se empeñaba forjar, pero en realidad era más sensible de lo que la gente pudiera imaginarse.
Thianya salió del patio de su casa escabulléndose para que no la encontraran los demás guardaespaldas de la mansión. Ella sabía que Renata la estaba esperando, y que era impaciente a la hora de esperarla.
— Thianya… ¿Por qué tardaste tanto, maldita loca? La perversa de Kiarah ha estado paseándose por todo el frente como si estuviera buscando algo… Esa mujer será tu madre, pero me causa escalofríos. Hasta llegó a pensar que se trasformaría en licán para salir a rastrear tu esencia. — Se quejaba Renata abrazándose a sí misma.
— Agradezco al cielo que aprendí a cubrir mi esencia. Y lindo es ese efecto cuando hay luna llena… Todos se vuelven locos cuando hago de las mías, Reni. — Decía Thianya aquello con picardía.
— Ese juego un día de estos te saldrá caro, loca vieja. ¡Ahora vámonos! El viaje a Fialder será un poco largo, y mañana tenemos desayuno con Lexter y Diego. Recuerda que primero hablaremos de negocios con aquellos abogados, señorita Sparks.
— ¡Oh sí, señorita Pierce! Primero los negocios y luego “nuestros negocios”. — Encerró Thianya con descaro su último enunciado.
Ya estaban reunidas las chicas con los guardaespaldas estrellas de la hija del alfa líder de Carcomel, los cuales encendieron motores y revisaron el camino para emprender su ruta como si más bien estuvieran huyendo.
Todos los que iban en aquella yipeta estaban nerviosos, pero nadie dijo nada. Era como si estuvieran sintiendo una especie de temor colectivo, todo gracias a Kiarah Sparks, quien siempre estaba buscando la forma de intervenir con la vida de su hija menor.
El problema no era que Thianya no quisiera contar con su madre para que la aconsejara o interviniera como madre al fin que debía ser, el conflicto radicaba en que cuando Kiarah quería saber algo de la vida de su lobezna era porque algún beneficio estaba buscando, o porque quería quitarla del medio para lograr algún plan específico, y desacreditarla delante de su padre era su mayor anhelo.
Todos siguieron en silencio hasta que Orestes encendido la radio para sincronizarlo con su celular y poner música de su reproductor, una que le gustara a los cuatro que andaban en aquel vehículo, lo cual los distrajo.
Cuatro horas de camino nocturno, un cambio de conductor y ya estaban en el destino que las damas habían elegido. Ni a Thianya ni a Renata les gustaba dormirse durante los viajes, ya que así se evitaban distraer a los muchachos y estos no quisieran caer en sueño profundo igual que ellas.
— Filander, preciado Filander… — Suspiró Thianya cuando iban entrando a la parte céntrica de la ciudad mencionada.
— Vamos a dormir todos... — Bostezó Reata descaradamente, — Por favor Orestes, búscate ese hotel lo antes posible, mis ojos pesan y arden, corazón.
— Sí, Reni.
— Gracias… — Besó la aludida al guardaespaldas que precisamente iba al volante.
Después de registrarse en el hotel que habían reservado, como si fuera por arte de magia, aquellos cuatro llegaron casi con los ojos cerrados a sus habitaciones. Pero a la mañana siguiente, las chicas ya estaban de pie; era como si estuvieran ansiosas de volver a conversar con sus dos nuevos amigos.
— ¡Thianya! ¡Ya Lexter me llamó! Nos están esperando él y Diego en el restaurante para el desayuno. — Chillaba Renata por donde quiera que daba un paso.
— ¡Mujer, aquiétate! Que no se note nuestra falta de macho. Salgamos con nuestro característico garbo, nena. — Instó la pelinegra de rizos exuberantes.