Hablando de Derechos

1370 Words
Thianya tuvo que calmar la ansiosa actitud de Renata. Se notaba a leguas que estaba nerviosa por conocer a ese tal Lexter, era como si su vida dependiera de eso en el preciso instante. — Recuerda que hablaremos con ellos con el pretexto de que como vimos que son abogados, necesitaremos de sus servicios, Renata. Nada de hablar de cosas íntimas o temas parecidos… No nos mostremos necesitadas de afecto… Pensarán que somos unas zorras baratas, amiga… — Le recordaba la señorita Sparks a la señorita Pierce a pesar de que la segunda se suponía estaba consciente de las reglas del juego. — ¡Ta bien, Thia! Me voy a comportar como una mujer de negocios que vino a esta ciudad a conversar sobre el tema en cuestión. — Se acomodó Renata la chaqueta que llevaba puesta en señal de compostura. La ciudad de Fialder estaba al norte de Carcomel. Se caracterizaba en tener climas templados en los primeros días de otoño o finales de primavera, y como era principios de la temporada donde las hojas comenzaban a marchitarse y caer, obviamente las chicas estaban vestidas para la ocasión. Un vestido naranja quenado y unas zapatillas altas color beige con una chaqueta del mismo color del calzado llevaba como atuendo la señorita Sparks, mientras que la señorita Pierce se puso un enterizo azul turquesa con una chaqueta negra con botines con el color de la pieza superior. Ellas estaban llegando unos minutos más tarde, específicamente cinco, ya que había de dárselas de interesantes, además que la decoradora necesitaba apaciguar un poco el fuego uterino de su asistente financiera. — ¡Buen día, señoritas! ¿Les tocó lidiar con el tráfico de locos de esta ciudad que han venido retrasadas? ¿Tendremos que hablar con algún otro oficial de tránsito en favor de ustedes? — Bromeaba Lexter, el que fue el piloto del auto rojo deportivo el día que ellos conocieron a las muchachas. — Ni lo uno ni lo otro, mi estimado abogado, sólo que chicas al fin nos tomó más tiempo de lo debido bajar hasta acá a reunirnos con ustedes. — Explicó Thianya con franca tranquilidad. Las recién llegadas fueron recibidas por dos atentos caballeros, los cuales se pararon de sus asientos para acomodarlas a ambas, unos que estaban vestidos de chaqueta negra abiertas sin botones, un pantalón casual de vestir, zapatos mocasines y una franela con manga y cuello, cada uno. Los colores de los atuendos eran diferentes, lo mismo pasaba con el calzado, siendo que Lexter había escogido una gama de colores neutrales cremas, mientras que Diego había se había descantado por tonos tierra. — ¡Oh! Me gusta lo relajados que se ven de acuerdo al atuendo que llevan cada uno. — Elogió Thianya a sus anfitriones. — ¡Gracias, señorita Sparks! — Continuó Diego la interacción. — Y, cuéntennos, ¿Qué son esos documentos que han estado recibiendo y que nos estuvieron hablando? Tanto Lexter como Diego eran dos licanes cuyas familias tenían una firma de abogados, y para continuar la tradición, ellos, como los hijos mayores de las mismas, aceptaron estudiar derecho, más por pasión y vocación sobre todo, y durante los días que estuvieron esperando la respuesta de las chicas carcomelianas, tanto el uno como el otro le escribió a su respectiva elegida, y terminaron interactuando de sus ocupaciones laborales. — ¿Trajeron los documentos a los que nos habían comentado, chicas? — Fue Lexter directo al punto. Thianya le pasó las carpetas con los documentos que últimamente habían recibido; los de la renta del apartamento y los que les habían sido proporcionados por el señor Strong a través de su asistente, el señor Porter. La documentación sobre la renta del apartamento a los socios les pareció muy bien argumentada y redactada, pero en cuanto al contrato que estuvieron revisando por parte de la contratación que pretendía hacer el tal señor Strong más bien les pareció a ellos un contrato de matrimonio. — Esta documentación parece más un prenupcial que un contrato de trabajo, chicas, y habla de las dos. — Explicó Lexter señalando el punto específico al que se refería. Ambas mujeres se implicaron sobre el punto que estaba señalando el abogado de tez más oscura y vestido de colores neutrales más claros, que no escuchaban lo que pasaba alrededor de ellas, hasta que el otro licenciado no llamó su atención con un chasquido de sus dedos. — ¡Ah! ¡Perdón, Diego! — Se disculpó Thianya volviendo en sí. — No importa… Ya pedimos el desayuno por ustedes, si no les importa el atrevimiento… Y como ya está servido, y viendo que tendremos que redactar una contra propuesta de contrato, o desestimarlo de plano, como ustedes decidan, chicas. — Refería Diego, — Yo tengo hambre, así que voy a empezar a comer, damas y caballero. Los otros tres dejaron lo que estaban haciendo para acompañar a Diego en sus pretensiones en lo que parecía ser dejar a todos con la menor cantidad de desayuno posible, por lo que dejaron de lado sus asuntos legales. Mientras tanto, Esteban y Orestes comían en otra mesa, una un poco alejada de su jefe pero lo suficientemente cerca como para estar prestos a acudir en su ayuda. En eso el primero recibió una llamada que no esperaba. — Buen día, Esteban. — Se escuchaba una voz un poco molesta aunque moderada. — Buen día, señor Masters, ¿A qué se debe que me esté jodiendo tan temprano, usted? — Sólo llamaba para saber cómo estaban, es todo. — No está con nadie en este momento ella, sólo está con su amiga tomando el desayuno. Estamos muy a gusto andando por el país… Ventajas de tener una jefe como la nuestra, señor Masters. Ahora, si no es mucho pedirle, estoy comiendo y no quiero una indigestión que indisponga la salida de mi jefe. ¡Buenos días! Después de que Esteban colgó la llamada, Orestes quiso preguntarle acerca de la misma, pero su compañero le hizo señas que lo dejara terminar tranquilo, que luego le contaba. Una vez que aquellos cuatro comensales habían terminado su desayuno, siguieron la interacción con relación a los documentos de aquel contrato poco convencional, cuando de repente Thianya se sintió mal. — ¡Thianya! ¿Qué tienes? ¡Te puesto roja de repente! — Acotó Diego con temor. — No es nada, señores… Es un mareo que me da de sopetón, eso es cuando estoy fuera de forma, es todo. — Quiso Thianya aminorar la situación. — No te ves bien, Thianya. Vamos a llevarte al médico para que te revisen, luego seguimos con la discusión de nuestros asuntos. — Propuso Lexter, haciendo que Renata se pusiera de mal humor. Thianya conocía a su amiga, que aunque para los hombres que estaban con ellas no se notaba, la chica sabía las reacciones de su compañera de viajes sin rumbo, por lo que hizo de tripas corazón para mejorar su semblante, al menos su porte. — ¡Oigan, tranquilos, chicos! Voy al tocador, y luego que me refresque, terminamos de discutir la contra propuesta del tal contrato ese, y luego seguimos nuestro rumbo a donde ustedes quieran, ¿Qué les parece? — Propuso Thianya con cejas levantadas y todo, mostrándose fuerte ante sus anfitriones. — Permiso… — Dijo Renata con timidez al ser tomada de la mano por su amiga. Ya en el baño… — ¿Qué pasó ahí afuera, Thianya? — Exigió Renata respuesta. — El pendejo del enmascarado ese está revolcándose con una perra a pesar de que me marcó… ¡Jodido cobarde! ¡Que me enfrente para rechazarlo como el perro que es! — Iba a seguir Thianya injuriando cuando su amiga le tapó la boca con ambas manos. — Compórtate mujer… Primero lo primero, si ya estás echando pestes, fue que el pedazo de bestia ese terminó su asunto. Segundo, no soporto que un tal juan de los palotes quiera venir a creerse que porque vamos a trabajar con él vamos a obedecer mansamente a sus exigencias. ¡No señora! Dicho eso, las chicas fueron hasta donde estaban los caballeros, quienes esperaron la decisión de lo que proseguía, que fue hacer la contra propuesta de aquel extraño contrato.
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