Sam no me permitió cambiarme de ropa antes de comenzar a explicarme el mecanismo de trabajo. Era bastante simple. No eran tablas profesionales, por ende no debíamos explicar de qué estaban hechas ni darle ninguna indicación de maniobra. Me contó rápidamente cómo enseñarle a los turistas. Fue poco lo que entendí, pero Sam me aseguró que con los días aprendería. Y tenía razón. Una semana después le enseñaba a las chicas a subir a la tabla. La posición de la mano, el empuje del cuerpo y la manera en la que debían mantenerse dobladas para no volcarse al mar. Sam no tenía ninguna queja conmigo. Una tarde antes de cerrar, se acercó a mí y me dio lo que él llamó un incentivo para continuar trabajando tal como a él le gustaba. Ni siquiera sabía que eso existía, sin embargo creí que era similar a