—Mónica, ¿no puedes hacerlo sola?
—Imposible, señor —respondió—. Su padre lo requiere.
Solté un suspiro seguido de un pedido de súplica al cielo.
—Mi padre esta en Grecia —repliqué—. Puedo hablar con él desde aquí. No necesito viajar a Nueva York.
—No con los nuevos socios que adquirió en su viaje.
Desconocía que mi padre viajaba por negocios. No sabía nada de ellos desde la fiesta de año nuevo, cuando mi padre me pidió hablar con él. La relación no era la mejor en ese momento, no solo por lo sucedido con Winter, sino por la estrecha amistad de mi madre con Simoné. Ella buscaba la manera de cambiar mis pensamientos, retorcerlos a su antojo, como si fuera el niño que domaron años atrás. Aunque quisiera moldearme a su capricho, nadie cambiaría mis sentimientos por Winter. Éramos el un
