Actualmente La mañana siguiente, mientras desayunábamos fruta, huevo y pan en la cama, Winter soltó el tenedor para encararme. —Quiero verla —articuló—. La casa. En nuestro viaje a Canadá le comenté que compré una casa en la montaña para ella poco después de iniciarse el pleito del divorcio. Quería un lugar donde Winter fuese a inhalar aire libre, alejado de todo el ruido de la ciudad. Era un lugar para esconderse, alejarse de todos, incluida su pegajosa amiga Brenda. Gracias al cielo, después de visitarla e irse a vivir conmigo a Nueva York, Brenda la dejó en paz. Ni siquiera le enviaba mensaje. Suponíamos que estaba demasiado ocupada vomitando la bilis o insultando a Jesse. Dejé el cubierto a un lado del plato y la miré a los ojos. —Es más una cabaña —corregí—. Esta en lo profundo