La piscina

1265 Words
Tal como prometió, Raúl estaba en casa de Marina a primera hora de la mañana, lo invitó a un café que recién había hecho y se sentaron a hablar mientras la pequeña dormía. —¿Cómo fue? —le preguntó queriendo saber, Marina lo miró sin saber a qué se refería—El parto .—específico al ver la cara interrogativa de la chica. —Lo cierto es que no puedo quejarme, rompí aguas durante el día y en cuestión de horas salió, era un bebé precioso.—le contó. Raúl se sintió molesto por no haber estado allí, pero de eso no podía culparla, era cierto que no tenía manera de saber quién era o encontrarlo, en ningún momento hablaron de sus vidas, hasta el final... —¿Tiene alguna alergia o problema de salud? —preguntó queriendo saber todo de Valentina. —No, nada más grave que un simple catarro, está perfecta de salud.—sonrió. —¿Y tú? —continuo para su sorpresa. ¿Le importaba como estuviera ella? —Yo tampoco, fuerte como un roble.— .¿Cómo decidiste hacerte policía? —le preguntó ella queriendo también saber más de él. —Mi padre fue policía y supongo que heredé esa pasión, me gusta la adrenalina, ser útil en esta sociedad tan peligrosa. —le respondió con media verdad. Lo cierto era que se crió en un barrio bajo, en el que era él o ellos, y aprendió muy joven a defenderse para no tener más secuelas, si volvía a casa habiendo sido la víctima, su padre le recriminaba diciéndole que era un cobarde. —¡Buenos días! —los saludó Valentina medio dormida mientras se frotaba los ojos. —¡Buenos días, cariño! —le respondió Marina mientras se ponía de pie y le daba un beso en la frente—.¿Qué quieres desayunar? —Leche y galletas mami. —respondió ella mientras se sentaba de un salto en la silla. —¡Buenos días, princesa!, ¿cómo has dormido? —preguntó Raúl con tono paternal sin atreverse a darle un beso como había hecho su madre. —Bien, ¡pero soñé con un zombi que me seguía y quería ser mi amigo! —le contó la niña haciéndolo reír. —¿Y tú que hiciste?, ¿querías ser su amiga? —¡Claro!, ¡era un zombi bueno! Raúl pensó que era la primera vez que hablaba tanto con un niño, los pocos que conocía en comisaría eran hijos de compañeros o familiares de detenidos que pasaban momentáneamente, el resto eran llevados directamente con asistentes sociales que estaban preparados para hacerles sentir seguros. Marina los escuchaba hablar y sonreía, ¿Así hubiera sido si hubiese estado desde el principio?, su corazón se enterneció al ver como él miraba a su hija, los ojos le brillaban y una sonrisa dulcíficaba sus duras expresiones. —¿Lista para irnos de vacaciones? —le preguntó a la pequeña provocando un salto entusiasta. —¡Sí!, ¡vacaciones!, ¡mami, voy a preparar mi maleta! —se entusiasmo y salió corriendo hacía su habitación. —¿La prepara ella? — preguntó sorprendido provocando una carcajada de Marina. —No, no, ya se la preparé anoche, tiene una mochila pequeña donde mete sus peluches favoritos y una libreta. —le contó. —¿y tu maleta está lista?—, le preguntó mirándola fijamente, Marina tembló bajo su mirada. —Si, pero no es necesario que hagas esto, de verdad, podéis conoceros aquí. —intentó convencerlo. Estar tan cerca de él le provocaba sentimientos muy profundos que hacía mucho no se permitía sentir, romper el corazón a Álex ya fue demasiado. —Quiero hacerlo, estar todo el día con ella, sin distracciones. —respondió. —Está bien, ¿puedo saber yo dónde vamos? —preguntó finalmente con curiosidad. —No, también es sorpresa para ti. —contestó mostrando una sonrisa preciosa. Cuando terminaron el café recogieron todo lo necesario y subieron al coche de Raúl. Fueron tres horas de viaje agradable, cantaron, jugaron... en la gasolinera le dijo el dependiente que tenía una familia preciosa y él no lo desmintió, apenas las conocía pero así era, su familia, se sintió bien imaginando que estaban los tres juntos, llegaron a su destino dejando a las chicas con la boca abierta. —¿Nos vamos a quedar aquí? —preguntó la pequeña entusiasmada mientras veía la piscina y la casa enorme. —Si, aquí, ¿te gusta? —le preguntó alegre por su reacción. —¡Me encanta!, ¡quiero bañarme en la piscina! —gritó de felicidad. Marina permaneció callada un poco abrumada por tanto lujo, entraron en la casa y observó todo detenidamente mientras Raúl enseñaba su habitación a Valentina, la cual no tardó nada en ponerse un bañador, habían ido preparadas para cualquier situación, hasta había metido un par de abrigos por si iban a la montaña. —¿Te gusta? —le preguntó Raúl de repente asustándola, no lo había escuchado entrar. —Si, esto es increíble, hace mucho que no íbamos de vacaciones. —le contó—.¿es tuya? —No, es de un amigo, no soy una persona que vaya mucho de vacaciones, yo solo, me acabaría aburriendo. —le confesó. En ese momento Marina se preguntó si no habría tenido novia durante esos años, alguna seguro que tuvo, pero no sé ánimo a pregúntaselo a él. —Me voy a poner el bañador, ¿nos vemos en la piscina? —aunque parecía una pregunta no lo era, ella asintió. Pocos minutos después salía al jardín y la imagen que tenía ante sus ojos le llegó al corazón, Raúl jugaba en el agua con la niña a carcajadas, instantes antes en su habitación se había mirado de manera crítica al espejo por la elección de su bikini, pensando en que la vería así, la edad no pasa en vano pensó también, dándose cuenta de que ya no tenía el cuerpo de una veinteañera, nunca le había preocupado eso, hasta ahora... Raúl la vio salir con una inocencia que lo capturó, un bikini n***o tapaba apenas su cuerpo y provocó reacciones en él,más concretamente debajo del bañador, la mujer vergonzosa se tapó con las manos hasta llegar a la tumbona, a relajarse bajo el sol, minutos después Raúl dejó a la pequeña jugando en la piscina y él aprovecho para acercarse a Marina un poco más. —¡Cuidado no te duermas! —la avisó al ver como cerraba los ojos. Marina los abrió y lo miro sonriente. —No será por falta de ganas, se está muy bien aquí, gracias por traernos. Raúl se arrodilló, se puso crema solar en la mano y se la puso en el vientre sin avisar, el estómago de Marina tembló ante el tacto de su piel y la crema fría. —¿Qué haces? —le preguntó ella nerviosa. —Ponerte crema, estás muy blanca y te vas a quemar.— Formaba círculos blancos en su vientre, la mano llegó a las costillas debajo del pecho y ella pensó si se atrevería a llegar tan lejos, no lo hizo, le pidió que se sentara para echarle crema en la espalda, ella obedeció, Raúl sin previo aviso desató la cuerda del bikini y los reflejos de Marina hicieron que se lo sujetara por delante tapando sus pechos. —¿No haces toples? —¡No!, ¡qué vergüenza! —se ruborizó la chica. —No tendrías porqué. —¿Tu crees? —le preguntó cogiendo valor para provocarlo.
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