No vuelvas a tocarme

1224 Words
La toalla calló al suelo dejando a Marina completamente desnuda, Raúl le acarició la espalda provocando un escalofrío y excitación en ella, llegó al trasero y la apretó contra el haciéndola sentir su erección, Marina gimió al sentir en su entrepierna el bulto, la cogió de la nuca delicadamente dándole un beso mientras la miraba a los ojos, creó un camino por su cuello hasta llegar a la montaña de sus pechos. —Aquí no, Valentina podría despertarse.—le dijo Marina con la voz entrecortada. Como respuesta la tomó en brazos obligándola a sujetarse con las piernas a su cadera, la llevó a la habitación pero no la tumbó en la cama, la dejó de pie en el suelo mientras el se deshacía de su ropa. Marina, excitada, lo observaba con admiración, cuando se quitó la última prenda con impaciencia la volvió a coger en brazos sujetándola contra la pared y la penetró con fuerza mientras se apoderaba de su boca, una especie de juego sensual entre todos sus miembros los llevaron al clímax, la estimulación de sus bocas, cuellos y partes más íntimas fueron el desencadenante de un orgasmo increíble, dejándolos agotados. Marina se acostó en la cama pensando que él haría lo mismo, no fue así, Raúl se volvió a vestir y se marchó sin decirle ni una sola palabra, se quedó mirando a la puerta sintiéndose muy estúpida, se había dejado llevar creyendo que el sentía lo mismo y nuevamente la había rechazado, no lo volvería a permitir, debía controlar los impulsos de su corazón, se dijo. Cuando Marina se levantó por la mañana el no estaba en el piso, inspeccionó la cocina buscando café para despejarse, es de esas personas que hasta que no toma un poco de esa bebida estimulante es un zombie, en la encimera había una nota. "Llegaré tarde, cualquier cosa que necesitéis se lo dices a alguno de mis compañeros, no salgáis del cuartel, Raúl." ¿Quién se creía que era para decirle lo que podía o no hacer?, se dedicaba a darle órdenes como si fuera una niña insensata, no estaría en esa situación si no hubiera aparecido en si vida, estaba tan enfadada con el y no podía decirle nada, cogió el papel haciendo una bola y lo tiró a la basura. Obviamente no haría nada imprudente, no era necesario que él se lo dijera, sabía cómo cuidarse a ella misma y a su hija, lo había hecho durante muchos años, no lo necesitaba. Raúl estaba en la misma habitación que la noche anterior, con exactamente los mismos hombres. —¿Cómo está la chica?—le preguntó el hombre mayor refiriéndose a Marina, —Está bien, gracias por dejarme volver Elías, es el único modo de asegurarme de que no van a volver por ellas.—, le contestó Raúl aún furioso por lo ocurrido. —No sabía que te habías casado.—le dijo Elías aún sorprendido de haberlo visto tan preocupado por una mujer. —No lo he hecho, es una larga historia, pero si tengo una hija y haré lo necesario para que esté bien.— le informó muy serio. Elías no dudó de ello, él mismo temía muchas veces por la vida de su familia, sintió lastima por Raúl, haría lo posible por ayudarlo a acabar con esa lacra antes de tener que lamentar una desgracia. Ya era muy tarde y Marina nerviosa daba vueltas en el salón, solo había sido un día y se le había hecho eterno. Limpió por puro aburrimiento el piso, jugó con la pequeña, dieron un paseo por el cuartel conociendo a varios oficiales y sus familias, ella no sabía que vivían allí. en su cabeza estuvo todo el tiempo Raúl y su ausencia, la puerta se abrió y un cansado Raúl hizo acto se presencia, su intención era gritarle cuatro verdades pero sintió como se le encogía el corazón al verlo abatido. —¿Dónde has estado?—le preguntó solamente —Trabajando, ¿por qué?, ¿me has echado de menos?—, sonrió el con burla. Su actitud enfureció de nuevo a Marina, —Eres un imbécil.—, le contestó dolida por burlarse de ella. Sin ganas de discutir otra vez se fue a la habitación dejándolo solo en el salón, fue al baño a lavarse los dientes antes de dormir pero para su sorpresa Raúl entró y la sujetó de la cintura mientras la miraba a través del espejo, le besó el cuello dejando un camino de saliva. —Yo si te he hechado de menos.—se sinceró mientras la acariciaba. Marina sabía que si se dejaba llevar estaría pérdida de nuevo, no podía pensar con claridad cuando lo tenía cerca y la tocaba, se dió la vuelta y lo miró. —No vuelvas a tocarme.—le dijo muy seria, después lo apartó y salió dejándolo mirándose al espejo. Confundido, no fue tras ella, tal vez era mejor así, aunque no había mentido, había estado deseando volver a casa para poder abrazarla y besarla, pero si ella no lo deseaba no lo volvería a tocarla. Durante unos días esa misma rutina se repitió, cuando Marina despertaba él ya no estaba, regresaba por la noche y ella intentaba estar ya en la cama para no tener que enfrentarse a el, más bien a lo que sentía por el, se hacía la dormida cuando habría la habitación para comprobar que ella estaba allí, algo que hacía también con Valentina, a diferencia de que a ella le daba un beso en la frente y la miraba durante un rato. No podía disfrutar de ella como el quería, pero en cuanto pasara sería el padre que tanto deseaba y que durante unos días pudo ser. —Raúl, tómate un descanso, estate con tu hija, aunque sea solo un par de días, sacalas del piso, ¡haz algo con tu vida!, o te volverás loco.—le insistió Elías preocupado. No descansaba ni se tomaba ratos libres, Raúl se frotó la nuca cansado, —Está bien, tienes razón, me voy a casa, cualquier novedad me llamas.— le dijo despidiéndose. Entró por la puerta del piso sorprendiendo a Marina, Valentina efusiva se alegró de verlo. —¡Papá! —se abalanzó sobre él abrazándolo, no quería que ese contacto acabara, la abrazó también mientras le daba besos en la frente. —Te he hechado de menos, princesa.— le dijo dulcemente, Marina consciente del vínculo que ya se había creado entre ellos no se metió, observó la tierna escena y derramó una pequeña lágrima, Raúl se puso de pie y sonrió. —Tengo una sorpresa para vosotras.— les dijo sabiendo que deseaban salir de allí con muchas ganas—. Vamos a ir a ver a mi padre, tu abuelo.—le indicó a Valentina—.Vive en la montaña, os encantará.—volvió a sonreír,. Marina se alegró de ello, por fin podían salir de su propia prisión, prepararon las maletas para pasar allí un par de días y se marcharon. Cuando llegaron Marina lloró al ver a su familia allí tambien, su loca hermana pequeña y sus padres, los abrazó mientras lloraba y miró a Raúl, —Se que los hechas de menos, así que los he invitado, aquí estaréis seguros.— le informó orgulloso de si mismo.
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