Operación en cubierta

1421 Words
Marina se desvió del camino alejándose de su casa para que no supiera dónde vive, con miedo se metió en callejuelas repitiendo casi el mismo recorrido, como Raúl le había indicado que hiciera, si se desviaba no podría encontrarla, le había dicho, el coche seguía detrás de ella, después de dos vueltas confirmó que no era una paranoia suya, se quitó los zapatos para poder andar más rápido y correr sí era necesario, miró atrás en la tercera vuelta y el coche ya no estaba. Eso no la calmó, era muy extraño, nerviosa miró a ambos lados de la calle quedándose en el medio, otra indicación de Raúl, nunca te quedes en una esquina, la silueta de un hombre se hizo visible saliendo de una calle paralela, el corazón le latía a mil por hora, tal vez no era él, pensó, pero ante la duda siguió caminando controlando la distancia mientras miraba hacía atrás. El hombre echó a correr hacía ella y asustada corrió tanto como pudo, la alcanzó a los pocos minutos y se abalanzó sobre ella, Marina pudo verle la cara por la luz de las farolas y no era su cita, ¿entonces quién?, se preguntó, ¿por qué ese hombre la perseguía?. El desconocido le tapó la boca con una especie de pañuelo grande, no podía gritar solo hacer ruidos con la garganta con la esperanza de que alguien la oyera, o Raúl no tardase mucho en llegar, la colocó contra la pared, registró por su cuerpo tocando por cada centímetro, ¿Qué estaba buscando? —Este encargo hasta va a ser divertido. —le dijo con un tono tenebroso," ¿este encargo?", se preguntó Marina, ahora sí que no entendía nada, el hombre levantó la falda agarrándola bruscamente, intentó huir, soltarse y echar a correr, pero era demasiado fuerte, empezó a nombrar en su mente a Raúl rogando desesperada porqué llegase pronto, como si la hubiese oído apareció en su coche frenando forzosamente a su altura y de un brinco se deshizo del tipo que la manoseaba, se tiró al suelo llorando por el miedo mientras miraba como se peleaban a golpes, Raúl finalmente consiguió propinar al hombre un último golpe con el que lo dejó cao, le puso unas esposas que sacó de su bolsillo y llamó por teléfono a alguien. Marina no entendió muy bien la conversación, estaba en trance después del estrés de tantos minutos asustada, se acercó a ella en cuánto colgó dejando al tipo tirado en el pavimento —Marina, ¿estás bien? Intentaba secar las lágrimas de sus mejillas en vano, seguían cayendo humedeciendo sus dedos, ella lo miró y lo abrazó con fuerza, necesitaba hacerlo, si no hubiera llegado, a saber que habría pasado, Raúl acariciaba la cabeza de la chica mientras le daba besos en la frente y le susurraba frases para calmarla. —Estas a salvo, nunca permitiría que te hicieran daño. —le dijo con dulzura. Marina pensó que era una frase hecha para tranquilizarla, pero no le importó, en ese momento quería creer en eso. Minutos después aparecieron dos coches, Marina volvió a temblar, Raúl al darse cuenta del movimiento nervioso de su cuerpo la calmó. —Tranquila, son policías. Se relajó al escuchar eso y los miró mientras cogía al hombre dormido en el suelo y lo montaban en un coche, Raúl la ayudó a levantarse y le pidió que esperase en el coche, obediente se sentó en el lado del copiloto, podía ver a Raúl hablar con esos hombres pero no podía escucharlos, cuando llegaban a ella las palabras ya no eran más que susurros, Raúl montó en el coche y arrancó, ella lo miró esperando una explicación para lo sucedido. —Tenemos que ir a un sitio antes de volver a casa. —le informó. —¿Y Valentina? —Tranquila, estará bien, dormía cuando me llamaste y está al cuidado de un compañero, cualquier cosa me llama. —la tranquilizó, ventajas de vivir en un cuartel. Esperaba que su hija no se despertase y se asustara al darse cuenta de que estaba con un desconocido. Raúl paró el coche en una calle, no había ninguna pista que le indicará donde estaban, entraron en un edificio, después en uno de los pisos, ahí había dos hombres ante cámaras, Marina miró la pantalla que enseñaba la puerta de unas casas, un hombre más mayor salió de una habitación. —Hola, ¿qué ha pasado? —le preguntó a Raúl. —Han ido a por ella. —le contestó enfadado, Marina los miraba y cada vez entendía menos lo que pasaba. —Cuanto lo siento, ¿estás bien? —le preguntó el desconocido, ella asintió con la cabeza. —¿Quién era ese hombre? —preguntó finalmente ya que nadie le explicaba nada. —¿Qué te dijo? — le preguntó sin responder a su pregunta Raúl. —Solo dijo algo de que era un encargo. —les contó, el padre de su hija furioso golpeó la pared con la mano. —¡Mierda! —exclamó. —¿Qué ocurre Raúl? —le preguntó asustada, la miró con lástima. —Ese hombre ha sido contratado para hacerte mucho daño Marina, han descubierto que estás conmigo y es el modo de joderme a mi. —le contestó muy cabreado, culpandóse por meterla en eso. —Pero, ¿Por qué? —preguntó nerviosa. —Hace unos meses estuve trabajando en este caso, seguíamos a un narcotraficante bastante poderoso, fui agente encubierto hasta que me enteré de que era padre y pedí que me apartaran del caso, de alguna manera se han enterado y ahora se quieren vengar. —le respondió esperando después la reacción de Marina, ella no dijo nada, la cabeza le dio vueltas y se sentó —No quería que esto pasara Marina, creeme. —se disculpó el. —Solo hacías tú trabajo, no es tu culpa. —respondió mientras asimilaba la situación. —Tendrá que quedarse contigo hasta que acabe esto. — le informó el hombre mayor a Raúl. —Lo sé, quiero volver al caso. — le contestó, el señor asintió con la cabeza. —Eso imaginé. Después de una breve conversación que tuvieron en privado volvió a recoger a Marina y llevarla a casa. Paró en el piso de ella primero, —Quiero que hagas una maleta con la ropa que necesitéis la niña y tú. —le ordenó con tono autoritario. —¡No podemos quedarnos contigo Raúl!, ¿y mi familia?, ¿mi trabajo? —le preguntó ella pensando en su vida. —Nosotros nos encargaremos de eso, tú haz lo que te estoy pidiendo, ya es tarde. —le respondió serio. Marina lo hizo sin volver a preguntar nada, cogieron todo y se marcharon. Llegaron al cuartel y la guió hasta su piso, el otro policía que se había quedado cuidando de la pequeña se levantó del sofá, —¿Cómo ha ido? —Llegué a tiempo, lo están interrogando. —le informó, se despidieron y llevó a Marina a su habitación. —Dormirás aquí. —señaló la cama de matrimonio, Marina la miró y se giró hacía él. —¿Puedo darme una ducha? Seguía estando nerviosa y pensó que eso la calmaría. —Si, claro, ven. —la guió al baño—. Aquí tienes toallas y ahí jabón, usa lo que quieras. —le señaló los objetos, después la dejó sola. Marina se desnudó y se metió a la ducha dejando que el agua se llevara las malas sensaciones, los nervios, el miedo..., al salir se secó y se colocó una toalla alrededor del cuerpo, se había dejado la ropa en la maleta, cuando salió Raúl estaba en el pasillo pensativo y levantó la mirada hacía ella, sus ojos expresaban muchas cosas, pero sobretodo culpabilidad. —Lo siento, debí mantenerme alejado de vosotras, me dejé llevar por la ilusión de ser padre. —se disculpó exponiendo su debilidad a ella, Marina se acercó a él y lo abrazó poniéndose de puntillas —Ni tengo nada que perdonar, hacías tú trabajo, ya te lo dije, estamos bien, ¿vale? —lo consoló mientras se apartaba un poco. —Si os pasará algo... —apretó los puños con fuerza imaginando lo que podría haberle echo ese hombre a Marina. —No va a pasarnos nada, tú nos vas a proteger, ¿verdad? — preguntó en tono maternal, llevado por su dulzura y el deseo que hacía mucho que contenía la agarró de la nuca besándola con pasión.
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