Un abrir y cerrar de ojos.

1433 Words
A Camila, siempre le había parecido genial parecer invisible para los demás. Conocía a algunas chicas y había hablado con ellas, incluso alguna que otra vez hizo tareas con una u otra, pero eso de hacer amigas no se le daba para nada bien. Siempre sospechó que tal vez era debido a que estaba rodeada siempre de mujeres. Dos hermanas mayores y una madre bastante joven que, ni siquiera parecía madre por lo bella que se mantenía. O sea que de presencia femenina en su vida estaba ella, desde que tenía uso de razón, abarrotada. Ellas cuatro eran muy unidas. Excepto en aquella época en la que Yoh, que había encontrado una amiga, se había rebelado contra su madre porque quería saber de su padre y le reprochaba por tener la vida que llevaba. Fue una etapa difícil para Marien, su madre, pero con paciencia y sabiduría, y a pesar de ser una madre bastante joven, lo superó. Y como siempre se dice que todas las cosas suceden por algún motivo mejor, aprovechó el acontecimiento, y manipuló a sus hijas con ello, para que, según ella, se apartaran de las malas influencias que podían traer las amistades, que, en su mayoría, eran falsas. Aunque Camila era bastante pequeña para entender los berrinches de su hermana para aquel entonces, sí que creció escuchando los concejos de Marien, sobre las falsas amistades. A veces le parecía que era casi invisible porque, todos le pasaban por el lado y ni siquiera la miraban. Pero, aunque se encontraba a veces cuestionándose al respecto, muy en el fondo le gustaba que fuera así. Y como se había acostumbrado a ser invisible, no entendía cómo era que, precisamente, el chico guapo y famoso, fuese quien haya notado su invisible presencia. Así que se había sentido extraña cuando se vio dentro de aquel auto de lujo. Y aunque lo que deseaba era escurrirse como el agua y pasar desapercibida como estaba acostumbrada hacer, decidió mostrar lo contrario; levantó postura para parecer normal, y miró por la ventana para que él no notara su nerviosismo. Sabía lo que iba a pasar. Podía pecar de todo, menos de tonta, aunque los demás creyeran lo contrario por su poca falta de comunicación. Se acostaría con él y luego voila. Como si nunca hubiese sucedido. Pero, aunque lo sabía y estaba asustada, lo extraño era que lo deseaba, y no le importaba. Quería vivir esa experiencia desde que comenzó a descubrir su cuerpo. Pero como nadie se fijaba en ella, se preguntaba, quién entonces le haría el bendito favor. A veces, cuando tenía poco trabajo, que eso era muy pocas veces, hasta se sorteaba imaginariamente a sus compañeros de trabajo. Pero nunca ninguno le dirigió una mirada a menos que no fuera para mandarla a hacer algo. En los días que apareció Lorant por ella frente a su trabajo, cosa que le había sido difícil adaptar a su consciencia debido a las circunstancias, no lo aceptó de pronto, pero cuando pasó la etapa del miedo de que fuera una mala broma de parte de él y sus amigos, sí que comenzó a fantasear con que tal vez fuera esta su oportunidad. Y, qué mejor que con él. Se llevaría un buen premio, aunque nunca nadie supiera nada. Con que lo recordara ella, bastaba. Y como era consciente de que eso no pasaría a cosas mayores, se planteó lo de solo una vez. A lo que bautizó, por lo avanzado de su fantasía: Solo un día para amar. Así que rechazando recordar los consejos de su madre para no tener que desistir, se concentró en recordar lo que había leído acerca del sexo para que fuera satisfactorio. Pero su cuerpo tembloroso, enviaba constantemente avisos de advertencias a su mente. Entonces entre hacer desparecer a esos avisos inoportunos, e incorporar a su sistema cognitivo, cómo tener sexo satisfactorio por primera vez, no se había dado cuenta que habían salido de la ciudad y que se habían detenido. Se incorporó y miró a su alrededor, reprendiéndose por no haber estado atenta, al notar que estaban en un garaje interior y ni siquiera sabía dónde estaban. Sus nervios no querían ceder. Lorant la miró y le sonrió. Lo vio bajarse del auto y ella automáticamente hizo lo mismo. El se paró al lado de ella y volvió a mirarla sin dejar de sonreír. _ ¿Dónde estamos? _ El la tomo de la mano invitándola a que lo siguiera, sin responder a su pregunta. Lo vio seguir las instrucciones de cada señal que indicaba la salida del garaje y, pronto estaban en un ascensor. Supuso que los llevaría a algún tipo de suite a algo así, aunque el garaje no se parecía en nada a los típicos garajes de los hoteles de lujos que acostumbraban a frecuentar los modelos famosos. A ella le parecía, que no era la única nerviosa por allí. No dijeron nada, ni siquiera se miraron mientras estaban en el ascensor. Cuando este se detuvo y salieron, Lorant miró a todos lados, descartando la presencia de, tal vez periodistas u otras personas que lo conocieran, pensó ella. Pero luego se dio cuenta de que allí no había nadie más que un hombre bastante mayor, medio adormilado en algo que parecía una recepción. _ Espera aquí un momento. _ Dijo sin esperar respuesta alguna y se fue a hablar con aquel señor. Ella tenía ganas de salir corriendo del lugar. Hasta lo perecía que sería lo más sensato que haría en su vida. Pero pronto su atención se centró en él, como caminaba, como se veía mientras hablaba con el señor mayor, de eso que parecía una recepción. En como él la mira de repente y le sonríe. Entonces no le hizo caso a eso extraño que literalmente, comprimió su estómago y llevó como una corriente, por todo su cuerpo, desde donde se originó, hasta el corazón, dejando su garganta completamente seca, y a su mente cautivada ante tal visión. Lo vio coger una llave que, el señor mayor de aquello que parecía una recepción le tendió, y otra vez miró como una maldita ilusa cuando él, con una hermosa sonrisa y una mirada como si estuviera mirando a la mujer de su vida, se acercaba. Fue diferente esta vez cuando entraron en otro ascensor que, seguro que sí los llevaba a una habitación, porque dudaba que en un hotel así, hubiese una hermosa y lujosa suite. Pero como todo en esa noche parecía pasar a una velocidad infernalmente rápida, como si algo o alguien estuviese conspirando para que ella no tuviera tiempo de pensar y meditar, él se acercó a ella, dejando cero distancias entre ellos, y aprisionándola contra la pared. Camila se quedó sin respiración por los nervios que se aumentaron alcanzando su máxima expresión. Ya no solo temblaba, ahora se había quedado sin voz, no sabía como respirar y su mente la obligaba a obedecer automáticamente, a todo lo que él hacía. Cerró los ojos y sintió su aliento acariciando sus labios. Pronto fueron los labios de él los que la tocaban. Sabía ya, por él mismo, que debía abrir la boca para besar y, lo hizo. Entonces sintió su lengua húmeda atrapar la de ella e, instintivamente le siguió el juego, haciendo lo mismo que él hacía. Sus manos, que antes estaban apoyadas en la pared, una a cada lado de la cabeza de ella, ahora bajaron despacio, una tomándola por la nuca, para profundizar el beso, y la otra por la cintura, apretándola más a él. Los ojos de ella se abren desmedidamente al sentir su abultada entrepierna, dura e imponente, apretada contra su vientre. Vuelve a cerrarlos deleitada cuando él besa ahora su cuello, despacio, como saboreando cada parte que probaba, y llevaba la mano detrás de su cintura en un recorrido hasta su muslo, levantando su pierna lentamente mientras emitía entrecortados gemidos, que la hacían brotar a ella, desde partes desconocidas de su cuerpo, un extraño y embriagador placer, que la deleitaba y la hacían desear cada vez más. Y era un cierra y abre de ojos, asombrada, bajo el descubrimiento de lo que era capaz de sentir su cuerpo con cada beso, y cada caricia que él la daba. Mientras levantaba una de sus piernas, él se iba agachando de poco, para quedar a la altura de ella y acomodó su dureza, apretándola contra su parte íntima.. Un gemido se desprende desde el interior de ella y ni tiempo le dio, una vez más, de analizar de donde y por qué era eso. El ascensor se había abierto.
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