Disfrutando al máximo

1345 Words
Lorant se removió impaciente llevando la cabeza hacía atrás a la vez que llevó una de sus manos a su entrepierna, y la apretó acomodándola, al sentir que esta se despertaba por el recuerdo de aquella noche en aquella vieja pensión, donde la llevó por primera vez. No era que no quería llevarla a un lugar mejor. De hecho, había ido primero al hotel que acostumbraba a ir para este tipo de cosas, pero decidió seguir al ver que había varios periodistas estacionados y, pensando a dónde podría llevarla, recordó una vieja pensión fuera de la ciudad, que siempre llamaba su atención cuando pasaba por aquella carretera. Le pareció perfecto al llegar y ver que tenía un garaje subterráneo. Como la entrada era libre se desplazó por ella con facilidad y se estacionó donde encontró lugar. Pidió que tuviera suerte de encontrar una habitación disponible porque, al parecer, el lugar debía estar atiborrado por la poca capacidad en el garaje. Ella se había sumido en un incómodo silencio desde que subieron al auto, que lo traía más nervioso a él, de lo que aparentaba. Normalmente las mujeres que conocía hablaban sin parar y hacían todo por atraparlo. Se sintió afortunado al encontrar disponible una habitación. Jamás había pagado tan poco por una habitación de hotel. Pensó. El señor que lo atendió fue a buscar la llave, y él se vuelve para mirarla, allí escondida detrás de una planta, cerca del ascensor, abrazada a ella misma, nerviosa, y mirándolo asustada. Le gustó mirarla. Verla así asustada, inocente, inexperta. Y a pesar de que él también estaba un poco nervioso, sintió deseos de tomarla entre sus brazos y besarla. Y lo hizo. Le encantó ver su asombro cuando él la aprisionó contra la pared y se apoderó de sus labios. Como cerraba los ojos abandonándose al deseo que se despertaba en ella, y en su reacción ante cada cosa desconocida que iba descubriendo. Pero más había tenido que agradecer cuando el ascensor se detuvo y la tomó de la mano arrastrándola lo más rápido que podía a la habitación, porque estaba tan excitado con solo besarla, que amenazaba con terminar sin siquiera haber llegado a quitarse los pantalones. Abrió la puerta y no se dio tiempo a mirar la habitación, solo notó que era bastante pequeña. Siguió besándola y ella temblaba como la hoja de un árbol abatida por un fuerte viento. Él no se detuvo a tranquilizarla, porque él mismo necesitaba tranquilizarse para no hacer el ridículo como sospechaba que estaba a punto de hacer. Le quitó la ropa besándola y acariciando todo su tembloroso cuerpo y ella se dejaba hacer sin protestar. El sin más que esperar también se desnudó, y mientras lo hacía, vio que ella lo miraba asustada y con las manos cruzadas tapándose los redondos y abultados pechos. Él casi cae al suelo cuando terminaba de quitarse el pantalón y se abalanzó contra ella, apartando sus manos y atrapando uno de sus pechos en su boca, ella no se pudo contener y, un placentero gemido salió de lo más profundo de su ser, al sentir que él succiona. El pasaba de un pecho al otro y como a ella le gustaba lo que estaba sintiendo, lo acaricia y lleva las manos tomándolo por la cabeza para que continuara haciendo eso que tanto le había gustado, sin darse cuanta que sus gemidos desesperados, lo enloquecían a él. _ ¡No, no, nooo! ¡joder! _ Y cayó de rodillas delante de ella, apretándola por la cintura y su cara pegada a su vientre mientras jadeaba avergonzado, por haber llegado al tope sin siquiera haberla tocado a penas. Ella que no entendía todavía con exactitud lo que había sucedido, lo miraba desde arriba, extrañada, pero también excitada. Lorant, la besa allí donde sus labios la alcanzaban. Y aunque se sentía avergonzado, no se dejó ganar por la vergüenza. La llevó hasta a la cama y comenzó a besarla nuevamente. Acarició y beso todo su hermoso cuerpo y fue descendiendo entre besos y caricias hasta llegar a su parte más íntima. Se hizo espacio aparatando una pierna de la otra y abriéndola. Fue levantándolas despacio mientras la miraba a ella temblorosa, mordiendo sus labios, con los ojos cerrados y aferrada con las manos a las sábanas, tratando de controlar los nervios que la atormentaban. Él bajo su cabeza y posó sus labios en su centro, sin dejar de mirarla. Ella se contrajo con fuerza y otro gemido se escapó de su boca. Él se aferró fuerte a sus caderas para que no escapara. Besó, succionó lamió y disfrutó del tibio y placentero sabor de su rosa. Pronto los gemidos de ella se convirtieron en susurros ininteligibles por el placer, su cuerpo se arqueaba, sus manos apretaban más la cubierta de la cama, y sus caderas comenzaron a moverse automáticamente desesperadas, hasta alcanzar el final. El no dejó de contemplar ninguno de los movimientos de su cuerpo. Grabó cada detalle, cada gemido y cada susurro con máximo deleite, mientras él la hacía enloquecer con su boca. Y amó, cuando la vio llevar enloquecida las manos a la cabeza, mientras explotaba y gritaba de placer su clímax. Tirada en la cama con un brazo tapando su rostro, tal vez por la vergüenza, Lorant sintió, después de regresar del baño que quizás se estaba quedando dormida por su respiración calmada. Se acostó despacio a su lado y ella hace un movimiento de susto cuando él pone su mano en su vientre. Sin mirarlo, se vuelve dándole la espalda y, el la sigue contemplando sin poder entender, qué le había pasado. Se estiró mirando hacía arriba con una mano debajo de la cabeza. Desnudo aun, tomó parte de la sabana con la que se cubría Camila y se tapó allí donde pudo, ya que ella estaba enredada con casi toda la cubierta. Nunca en su vida había pasado tal humillación. No estaba seguro de si ella lo había notado, y por más que se hubiese superado con el orgasmo que le regaló, ahora tenía miedo volver a intentarlo. Estaba cansado, pero no podía dormir. Miró por primera vez la habitación. Era bastante pequeña, con solo una cama doble, un sillón viejo y unas corinas a juego. No sabía nada de ella, pero al parecer no le importó porque no dijo nada. Pensó. “Tan diferente a las demás.” Suspiró profundo y decidió que esperaría a que ella despertara para llevarla si eso quería. Entonces recordó, que tenía solo un día. Su corazón se aceleró ante el recuerdo del trato y maldijo por haberlo desperdiciado en nada, por su descontrolado deseo de estar con ella. Tenía que convencerla de alguna manera sin caer en más ridículo del que ya estaba. Este único día con ella, del que no estaba nada orgulloso, no podía terminar así. Aguanta la respiración al sentir que ella se mueve, como si así no pudiera escuchar sus pensamientos. El aliento de ella al respirar chocaba con la piel de su cuello. Lorant siente como su cuerpo reaccionante eso y respira profundo cerrando los ojos, para deleitarse en ello. Una, dos veces, tres, cuatro veces, y se vuelve para mirarla. Sus risos caían revueltos por la almohada, desprendiendo un agradable olor a rosas que él aspiró y le recorrió cada rincón de su cuerpo. Sintió como se despertaba su entrepierna y abrió los ojos para encontrar que ella lo estaba mirando. Sus apetitosos labios estaban casi pegados a los de él, provocando que el despertar en su parte baja se endureciera con más fuerza. Sin pensarlo más y guiado por el instinto, la besó. Este era un beso cargado de pasión, despacio y a la vez intenso. Ella tenía el poder de aniquilar su auto control, y despertaba en él sentimientos encontrados. Quería besarla sin parar. Pronto se encontraba arriba de ella. Acariciando cada curva de su cuerpo, cada rincón en él, con sus manos, con sus labios. Tenía que aprovecharlo. Si tenía solo ese día, esa única vez, entonces tenía que disfrutarlo a lo máximo
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