Plantado

1322 Words
Albert, su amigo con el que ella vivía, se asombra al verla entrar. _ ¿Qué pasó cariño? ¿Por qué vuelves tan temprano? _Le pregunta extrañado. Ella tira la cartera sobre uno de los asientos y se deja caer sobre otro. Recuesta su cabeza y llevando ambas manos a esta, comienza a llorar dando riendas sueltas a la impotencia que sintió desde que llegó a esa fiesta de compromiso, y se encontró, con que era Lorant quien se estaba comprometiendo. “¿Podía la vida ser más cruel con ella?” Se preguntaba mientras lloraba y recordaba cómo él la miraba enojado. Su amigo estaba ahora preocupado y se sienta al lado de ella y la abraza. _ ¡Ey, Ey! ¿Qué pasa cariño? _ Sus sollozos se hacen más fuertes al sentir el apoyo de su único amigo. _ Oye, dime si el bombón buenazo de Norman resultó ser un maldito, porque ya sabes de lo que soy capaz cuando de defenderse se trata. Puedo ser el macho más macho que cualquiera, si tengo que golpear alguien. Dime que te hizo para que estés así. _ Ella sonríe por las ocurrencias de su amigo. _ Nada. _ Se aparta para limpiar su nariz. _ No fue Norman. Pero ¿podemos dejarlo para mañana? _ ¿Vas a dejarme así? _ Protestó Albert. _ ¡Estoy preocupado por ti! _ Ya estoy aquí. Era lo que quería. Regresar a casa. _ Respira más calmada. _ Y voy a dormir, porque estoy agotada. No te preocupes yo, solo tengo que pensar y ya mañana te cuento en el desayuno. _ El acepta resignado. _ ¿Está dormida? _ Pregunta con el rostro iluminado. _ ¡Hum! Hace un rato ya. _ El vuelve a abrazarla. _ Ve y descansa con ella anda. _ Le dice limpiando las lágrimas en su rostro. _ Y deja ya de llorar, ¿quieres? Mañana será otro día. Las cosas pueden verse mal en un momento, pero algún día toman sentido. ¡Ya lo verás! _Le da un beso en la frente y la empuja hacia la habitación con cariño. _ ¡Qué descanses! Melani, su pequeño tesoro como solía llamarla, era para ella, como su lugar de descanso. La miró allí en su camita, tan pequeña, tan hermosa e inocente allí dormida, tan ajena de las burlas de este mundo, que deseó que se quedara pequeña para siempre. Deseaba poder evitar que sufriera, expuesta allá afuera, bajo el dominio, no solo del sistema, sino también de los designios de esta vida. Se puso su piyama y luego la sacó de su cuna y la llevó a su cama. Abrazó y besó a su pequeña hija, jurando que la protegería contra todo y contra todos. Entendía que había sido ingenua. Que la culpa de lo que sucedió era solo de ella. Se puso a jugar con fuego y terminó quemándose ella misma. Los recuerdos de aquellos días nublaron su mente. Pensó que era más lista. Pero resultó ser tan débil e ilusa, como su madre. Ella se detuvo por momento sorprendida al verlo allí, y se preguntó a sí misma _ “Qué carajos…?” _ Pero luego, sonrió sacudiendo mentalmente sus pensamientos. ¿Cómo puedes ser tan ingenua Camila? El jamás estaría aquí esperando por ti. “Pensó, e intentó seguir su camino, pero él se paró frente a ella impidiéndole continuar. _ Hola Camila. _"¿Oh, ¿sí?" _ Pensó al escucharlo llamándola por su nombre. Se detiene arrugando la nariz y, haciendo todo tipo de muecas con su rostro. _ ¿Tú… cómo sabes mi nombre? _ preguntó desconfiada. _ Todos saben tu nombre. _ supo que su respuesta no fue la correcta al ver su expresión de asombro y que mueve la cabeza sin entender. _ Bueno estamos en la misma escuela. Y… te … veo allí siempre. _ Intentaba rescatar la situación, pero sentía que seguía metiendo la pata cada vez. _ ¡Oh, oh! Para_ Lo interrumpe y se ríe burlona. _ ¿Me ves dices? _ Hace un gesto de resignación, restándole interés a lo que iba a decir. _ ¡Ah, está bien! ¿Qué quieres? _ Quiero… conocerte. _ El asombro en su rostro de ella cada vez que él hablaba aumentaba. Pero la sonrisa burlona en sus hermosos labios, lo hacían sentirse más avergonzado. _ ¿De qué se trata? _ Preguntó mirando a todas partes, como si esperara que alguien saliera de algún lugar escondido de un momento a otro. _ ¿Hay alguna cámara oculta por algún lado? _ Lorant sonríe ante su ocurrencia. _ No. No la hay créeme. Estoy aquí… solo. _ EL se notaba nervioso. Quizás por la fija expresión de asombro de ella, que luego pasa a ser incomodo por el escrutinio al que la estaba sometiendo. La miraba detenidamente, conforme le permitía ver el reflejo de las luces de la calle. Parecía complacido con lo que veía. Admiró cada una de sus facciones. _ Eres hermosa Camila. _ Susurró embelesado aun, sin quitar la vista de sus labios y estirando la mano para poder tacarlos, tocarla a ella. _ ¡Ya basta! _ Se aparta y le grita enojada. _ ¿Acaso crees que soy idiota? _ Intenta seguir sin más, por su camino, pero la toma del brazo deteniéndola y haciendo que quedara frente a él. _ He estado aquí horas esperando para hablar contigo. Al menos escúchame. _ Ella recupera su brazo de un tirón. _ Ese es tú maldito problema. _ Gritó enojada _ Yo no te mandé a buscar. _ Sale caminando apresurada, sin mirar atrás. El viaje en taxi hasta la dirección que le había enviado Jeromé, le estaba pareciendo demasiado largo. Iba a preguntar al conductor si faltaba mucho por llegar, pero desistió y miró hacia afuera. Sonrió y lamió sus labios, mientras recordaba cómo lo había dejado plantado, aquella primera vez, cuando fue por ella. Quedó mirando como ella se ponía los famosos audífonos, mientras se marchaba, y pensó si sería mejor desistir, que las cosas no serían como el esperaba tal vez y, que esto no parecía traer nada bueno. Se fue a su casa decepcionado con él mismo. Apenas pudo dormir, pensando en aquellos ojos que lo miraban desconfiados y burlones. Aquellos labios que deseaba poder probar, y en lo hermosa que le parecía cuando estaba enojada. Era en verdad hermosa. Sus ojos a veces marrón a veces amarrillos, eran más hermosos viéndolos bien de cerca. Su nariz pequeña y redonda tenía unas cuantas pecas que parecían luciérnagas que adornaban su rostro. Sus labios gruesos y bien delineados que, deseaba poder tocarlos, besarlos y, tal vez después, dejaría de sentir esa obsesión por ella. Al siguiente día en la escuela, coincidieron en unos de los pasillos. Él venía, como siempre, rodeado de amigos. Ella, con sus audífonos y su libro, saliendo de una clase. Se detuvo asustada cuando lo vio y lo miró por solo un segundo. Pero fue suficiente para que sus amigos se dieran cuenta. Él También la miró y, aunque sintió el susto en el estómago, ese que le hacía latir el corazón sobremanera, siguió caminando porque sus amigos comenzaron a burlarse de ella. _ ¡Vaya Lorant, parece que le gustas a la chica solitaria del restaurante! ¿Has visto como se asustó al verte? _ Y comenzaron a reírse. El deseó, que sus audífonos no le hubieran dejado escuchar la burla de sus compañeros. Esa noche volvió por ella al restaurante. Quería explicarle sobre sus amigos, y decirle que le permitiera al menos ser su amigo. Pero no estaba. La siguiente noche volvió a ir pocos minutos antes de que ella se fuera. Porque extrañamente, no la había visto tampoco en la escuela y, se sentía ansioso por ella. Se asomó discretamente por las ventanas y allí estaba. Suspiró profundo, y decidió esperar afuera.
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