Es ella.

1581 Words
Aunque Dana esperaba mucho más, no le importó. Casarse con Lorant era lo que más deseaba en su vida. Lo amaba, claro está. Pero más amaba la posición social que ahora tendría. Así que, qué más daba si había un discurso romántico o no. Tenía lo que más quería y con el hombre que quería. Era más de lo que esperaba, aunque ahora estaba segura de que ella lo merecía. Sus gritos exagerados de júbilo diciendo el sí ante la propuesta de Lorant, fueron seguidos de aplausos y felicitaciones. Ella misma lo toma por el rostro, desconectando su mirada de aquella mujer que apareció con Norman, y que, por algún motivo, él no dejaba de mirar enojado, y lo besó. El comprendió que ese el próximo paso que seguía y que se había saltado por no poder dejar de mirar a Camila. Sabía que Norman estaba incomodo como casi todos allí presentes. Pero no le importaba. Podían juzgar como quisieran. Lo que más deseaba ahora mismo era hacer lo que nunca hiso antes: hablar libremente con ella delante de todos. Hacer las preguntas que tenía que hacerle para entender qué había sucedido. Quería decirle que se había enamorado de ella, aunque no dijo nunca nada. Pero en vez de eso, estaba intentando besar con normalidad a quien había acabado de pedir que se convertirse en su esposa, mientras su mente evocaba los recuerdos de aquellos días difíciles que estaba viviendo por no saber el paradero de la mujer que amaba, y fue Dana quien llegó para consolarlo. Se conocían desde que eran niños. Habían ido juntos a la escuela hasta que tomaron rumbos distintos por escoger universidades distintas. Siempre habían sido los mejores amigos, y aunque ya no estaban en la misma escuela, seguían viéndose de vez en cuando y llamándose cada día. Hasta que ella conoció a un hombre del que se había enamorado y la comunicación poco a poco fue disminuyendo. Haberla visto aparecer después de mucho tiempo, fue reconfortante para él. Pero jamás esperaba que las cosas tomaran el rumbo que habían tomado. No sabía cómo, pero en medio de su dolor, una de esas noches en las que se iba al Bar_ restaurante donde había trabajado Camila y bebía hasta perder la conciencia, despertó al otro día con Dana en su cama, los dos totalmente desnudos, y a ella acariciándolo en su parte intima, excitándolo. _ Te deseo otra vez Lorant. Creo que no podría cansarme nunca de desearte. Eres perfecto hasta haciendo el amor. _ Murmuraba ella entre besos y caricias. _ Felicidades amigo. _ Le dice Norman interrumpiendo el curso de sus recuerdos. El se vuelve y sus ojos pasan rápido de Norman a su mano entrelazada a la de Camila. _ Me alegra mucho por los dos y les deseo mucha felicidad. _ Dice con sinceridad, dándole un abrazo a su amigo, a la vez que miraba a Dana _ Gracias. _ Devuelve el abrazo, siendo también sincero y agradecido. Porque, sin saber como ni por qué, le había tomado cierto cariño especial a su amigo, tan pronto como este llegó a su vida. _ Muchas gracias, Norman. Estoy segura de que así será. _ Responde Dana eufórica de alegría, para posar su mirada en Camila, quien no sabe dónde meterse ni qué decir en el momento, siendo observada por todos, como si ella fuera un bicho raro o, como si supieran algo que ella no. _ También les deseo muchas felicidades. _ Fue lo que alcanzó a decir firme y decidida a no dejarse amedrentar por la furiosa mirada de Lorant y las acusadoras de los demás, mientras que Dana se da la vuelta y se va sin responder, ignorandola. Consciente de que tenía que salir de allí ya, se dirige a tomar su cartera. No se quedaría ni un minuto más. Norman, sintiéndose apenado al entender la urgencia de su novia por escapar de aquel lugar, por algún motivo que él no lograba entender, rasca su cabeza y arrugando la nariz se dirige a su amigo. _ Tengo que irme ahora Lorant. _ Sí. Puedo verlo. _ Le dice con obstinación. _ Lo siento. Es que… _ apunta a Camila. _ No se siente bien y me pidió que la llevara a casa. _ ¡Vaya! ¡No sabía que vivían juntos! _ Exclama asombrado y sospechoso, con la intención de sacar información, para sacar la duda que se le había creado _ No. _ Norman sonríe. _ aunque no es porque yo no quiera. Es ella quien se ha negado a hacerlo. _ Mira a su amigo extrañado, con los ojos entrecerrados. _ ¿Es por eso por lo que se te ve molesto desde que llegué? _ No estoy molesto. _ Niega de mala gana y respira aliviado. Tendría que ser un maldito descarado para sacarla de su casa si resultaba que vivieran juntos. Pensó. Aunque estaba seguro de que eso no sería un motivo demasiado fuerte tampoco, como para que él desistiera de su intención. _ Pero me parece extraño que no me hayas dicho nada. _ Tal vez lo olvidaste. Pero te lo dije Lorant. _ Es que no esperaba que fuera algo… serio. _ ¿Nos vamos ya por favor? _ Interrumpe Camila. _ Igual y puedo llamar un taxi, no es necesario que vengas conmigo. _ No te dejaré sola. Me voy contigo. Solo vamos a despedirnos… _ Yo prefiero esperar afuera. Necesito tomar un poco de aire. Discúlpame con todos por favor. _ dice rápidamente tratando de salir lo más rápido posible de allí al fin. Era suficiente para ella. _ Yo puedo acompañarte hasta afuera. _ Le pareció percibir cierto deje de ironía en la voz de Lorant, al ofrecerse para acompañarla. Pero prefirió ignorarlo y continuar. _ No es necesario. Gracias. _ Respondió sin volverse a mirarlo y continuó su camino. Lorant tomó su teléfono y rápidamente hizo una llamada, apartándose de la multitud. _ Ella va a salir ahora mismo. Ya se van. _ Hace una pausa escuchando lo que decía la otra parte. _ ¿Una morena con un vestido azul? _ Sí. Es ella. _ Dice mientras se acercaba a los ventanales. _ Y, Jeromé… _ ¿Sí señor? _ No la pierdas de vista por favor. _ Aquellas palabras salieron como una súplica, más que como una orden. Terminó la llamada, viendo cómo se subían al auto y como se iba la mujer que amaba con otro hombre, que, además, no era cualquier hombre. Era, su mejor amigo Marcel, quien había estado atento a todo sin decir nada, se acerca a su hijo. _ ¿Es ella? _ Le pregunta a pesar de estar seguro de que ya conocía la respuesta, mientras le entregaba una copa con vino. Esta mira primero la copa y un gesto doloroso aparece en su rostro. Bebe un largo sorbo del líquido rojo escarlata y luego mira a su padre, aun con el rostro compungido. _ Sí. Es ella. Su padre aprieta el puente de su nariz expresando de esa forma su preocupación ante la situación. Y esa escena lo llevó al pasado a una parecida, cuando su hijo llevaba dos días sin aparecer por la casa. Habían hablado y él afirmaba que estaba bien. Que solo necesitaba estar solo por un tiempo. Pero algo le decía que no era del todo verdad. Preocupado e investigando dónde podría estar, su contador le había informado que su hijo había hecho un gasto prominente no hacía muchos días atrás. Que se había comprado un apartamento, que, aunque era muy lujoso, no era una zona que ellos solían frecuentar. La información fue suficiente. Como también la dirección para ir y cerciorase de que estaba allí. Era un edificio residencial en el centro de Frankfurt. Contaba de mucha seguridad y hasta con una recepción, en la que tuvo que presentase y explicar que no sabían de su hijo hacía unos días, para que le permitieran el acceso hasta el apartamento. Y como en efecto. Allí estaba. Con una barba de mas de dos días y un insoportable mal olor a alcohol, que invadió sus fosas nasales solo de abrir la puerta. _ Papá, ¿qué haces aquí? ¿Cómo me encontraste? _ Fue fácil al saber que compraste un apartamento. _ Le dice su padre mirando por todos lados y encontrando a su paso, botellas de vino y de whisky vacías y recipientes de comida delivery por doquier. _ Y no me arrepiento de haber venido hijo. Porque es más que evidente que no estás nada bien. _ Dice apuntando todo el desorden y luego se dirige a él, hablándole con amor, pero con autoridad. _ Ve a ponerte ropa Lorant. Porque te vienes ahora mismo conmigo a casa. Ya veo que no estás bien. Y lo entiendo, créeme. Pero no te dejaré aquí solo. Puedes hacer todo este desorden y seguir sufriendo si eso deseas. Pero en tu habitación en la casa. _ Estoy bien aquí. _ Hace una pequeña pausa y mira a su padre frente a él. _ Y la verdad es que no quiero que mamá me fastidie llenándome de preguntas e intentando ayudarme cuando lo que menos deseo ahora mismo es ayuda papá. _ Se tira en el único mueble que había. Un pequeño sofá de tres asientos, donde al parecer también dormía. _ Tendrás que soportarlo Lorant._Fue la respuesta de Marcel, quien se mantuvo firme y determinado. _ Eres su único hijo.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD