Nuevas Amantes

1140 Words
Tal y como habían planeado, esa noche João y Sara fueron a cenar a un bonito restaurante, no de los costosos; pero sí era de esos lugares en los que se come bien. João no pidió disculpas, ni siquiera habló del tema que tan molesta tenía a Sara, por lo que ella decidió que más tarde le daría una lección: nada de sexo. Volvieron al departamento después de haber tomado helado de postre y Sara, como suele hacer cada vez que su novio se queda a dormir, lo mandó a darse una ducha. João ni siquiera protestó. Sabía que esa era una de las condiciones intachables de su novia. Sara lo esperó en la cama, completamente desnuda, con toda la intención de decirle: “Esto no lo vas a tocar hasta que pidas disculpas”. Sí, se lo podría tomar como chantaje; pero también era la única forma en la que João admitiría su error. Estaba debatiéndose sobre esto cuando el golpeteo contra su pared comenzó. No la sorprendió. Sospechaba que Hakim no sería capaz de cumplir su promesa. “A veces me dejo llevar por la situación”. Y sí que se estaba dejando llevar. Los gemidos no tardaron en aparecer. Le resultó imposible determinas si se trataba de Natalia, Vany o alguna otra amante. Lo único de lo que estaba segura era que esa mujer estaba disfrutando mucho. No, mucho no. Muchísimo. “Dios, cómo le está dando”, pensó Sara. Los gemidos se volvieron más intensos. “La está matando a pijazos”. Sin siquiera darse cuenta, Sara comenzó a acariciar su sexo. Solo fue consciente de este acto cuando notó la humedad en sus dedos. Se preguntó en qué momento había comenzado a masturbarse; pero de inmediato su mente viajó para otro lado. Cerró los ojos y comenzó a imaginar lo que estaba pasando en el dormitorio contiguo. No porque pretendiera fantasear con Hakim, ese hombre le resultaba simpático, pero no atractivo. Solo quiso imaginar la situación como quien se deja llevar por la morbosa curiosidad del chismoso. Se dio cuenta de que le gustaría poder espiar lo que estaba pasando. “Quizás soy más chismosa de lo que creía”. Sus dedos se metieron en su concha y siguieron el ritmo de los golpeteos en la pared. —Amor… ¿qué estás…? Sara se sobresaltó. Abrió los ojos y se encontró con su novio, completamente desnudo. De pronto le pareció más sexy de lo habitual. Su cabello castaño lacio le caía sobre los ojos color miel, un chico de facciones delicadas y cuerpo menudo. Incluso es un poco más bajo que ella, algo que acompleja un poco a João; pero a Sara le da igual. Le parece lindo. —Te estaba esperando a vos —le dijo, sin pensarlo. João dio un salto de alegría y cayó sobre la cama. No lo pensó dos veces. Rara vez Sara estaba tan dispuesta a tener sexo con él. Por lo general se hacía suplicar. —Parece que acá al lado también la están pasando bomba. —Sí, y no podemos ser menos —dijo ella, con una sonrisa. Pero sí fueron menos. Mucho menos. No pasaron ni siete minutos. Sara lo sabe porque miró el reloj de su mesita de luz justo antes de empezar, y luego al terminar. Menos de siete minutos le tomó a João acabar dentro de ella y después cayó destruído a su lado. Sara se quedó mirando el cielo raso con bronca. Lo sentía como una derrota personal. Hakim y su amante habían empezado antes que ellos y seguían dándole al asunto como si no sintieran ningún signo de agotamiento. En cambio ella… y su novio… Le daba rabia solo pensarlo. —Uhh, sí que le dan duro los de al lado —comentó João. —Sí, muy duro. Espero que se callen pronto, de lo contrario los voy a denunciar. —¿Será cierto que la tiene grande? —¿Eh? ¿De qué hablás? —De tu nuevo vecino. Hoy me crucé con Gabriel, el portero. Me comentó que tu nuevo vecino es un senegalés… y ya se corre por el edificio el rumor de que está muy bien dotado. —No podría importarme menos. —Vamos, amor… no hace falta que me mientas. ¿No te da curiosidad saber si es pijudo? A todas las mujeres le gustan los hombres con pija grande. —No, a todas no. Y me parece una falta de respeto que pienses eso. —¿Me vas a decir que no te gustaría probar con uno de esos negros que salen en películas porno? —No. Para nada. Soy estrecha, por si te olvidaste. Un hombre así de… dotado no podría proporcionarme placer. Me dolería mucho y la pasaría mal. Por eso no me genera ningún tipo de atracción un hombre que la tenga muy grande. —Uf… me quedo más tranquilo. Gabriel me dijo: “Tené cuidado con el senegalés, es un casanova… y tu novia es muy linda… y vive sola”. —Ese Gabriel es un pelotudo y se mete donde nadie lo llamó. Mañana voy a hablar seriamente con él. Me va a tener que explicar por qué le insinúa a mi novio que yo puedo serle infiel. Pelotudo de mierda. —Está bien, amor, no te enojes… no tendría que haberte contado. Soy un boludo. Pero de verdad me quedo más tranquilo al saber que no te gustan los pijudos, en casi de que Hakim la tenga grande. —La tiene grande… y no me gusta. —¿Cómo sabés? —Preguntó João, sentándose en la cama. —Hablé con una de sus amantes, cuando le pedí que hicieran silencio. Me comentó ese detalle de Hakim. —¿Y estaba buena? —¿Quién? —La amante. —Qué sé yo… —Siempre lo mismo con las mujeres. Cuando uno les pregunta sobre otra chica, enseguida se ponen a la defensiva. No son capaces de reconocer cuando otra mujer es linda. —Hey, yo sí puedo reconocerlo. —¿Entonces? ¿Estaba buena la amante? —No era una… al otro día conocí otra. Y sí, las dos eran muy bonitas. Una rubia y una morocha. La segunda me pareció más linda. —Uy, ¿ya se cogió a dos? Tendré que preguntarle cuál es su secreto… auch! —Recibió un duro codazo en las costillas, cortesía de su novia—. Era un chiste, amor. —Más te vale. Bueno, ahora vamos a dormir, que mañana tengo que trabajar. João no tuvo problema con esta petición. En cuestión de minutos se quedó profundamente dormido. Sara, en cambio, se quedó mirando fijamente el cielo raso durante largo tiempo esperando que en el depto de al lado dejen de coger de una puta vez.
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