Sara había llegado de correr y se estaba dando su religiosa ducha. Había acordado con João que cenarían en algún restaurante para limar las asperezas de la relación.
Mientras el agua recorría su cuerpo desnudo Sara se debatía si permitiría o no que João tuviera sexo con ella. “Tendrá que ganárselo”, pensó. Todavía no se había disculpado por su inmaduro comportamiento de la última vez.
El timbre sonó una vez, luego dos… y tres veces. Sara puso los ojos en blanco. João tenía la maldita costumbre de olvidar traer la llave del departamento, para que ella no tuviera que abrirle. Cerró la ducha, se cubrió con una toalla, cruzó todo el comedor y el living y abrió.
—¿Acaso no te dije que pongas la llave en el mismo llavero que usás siem…?
No alcanzó a completar la oración. El hombre que estaba frente a ella no era João. De hecho, no podía ser más diferente.
—Hola, Sara. Perdón por venir sin avisar, es que aún no tengo tu número de teléfono.
—Ah… hola, Hakim. ¿En qué puedo ayudarte? —Aún se sentía avergonzada por lo que había ocurrido el día anterior con Vany.
—¿Puedo pasar un minuto? Me gustaría charlar con vos, para hacer las paces… pero si querés, puedo venir en otro momento.
Sara pensó que lo mejor sería pedirle que volviera unos minutos más tarde, cuando ella ya estuviera vestida. Sin embargo la invadió un sentimiento desafiante. Hakim siempre la atendía desnudo, cubriéndose con una toalla o un almohadón, y no parecía avergonzarse en absoluto. ¿Por qué ella debería sentirse avergonzada de su propio cuerpo? Además… se le ocurrió que al estar prácticamente desnuda pondría incómodo a Hakim y eso le daría ventaja en la conversación. Aún tenía unos cuantos reclamos que hacerle sobre el ruido y sobre el comportamiento de sus “amiguitas”.
—Está bien, pasá —dijo Sara, haciéndose a un lado.
—Tenés un departamento muy bonito —dijo Hakim, con amabilidad.
—Muchas gracias, procuro tener todo siempre ordenado.
Sara estaba orgullosa de su juego de living. Era sencillo y de color blanco, con una mesa ratona de vidrio en el centro. Le señaló un sillón a Hakim y ella tomó asiento justo frente a él, cuidándose de mantener siempre las piernas bien juntas.
—Siento que arrancamos con el pie izquierdo. Me gustaría que hagamos de cuenta que recién nos conocemos.
—¿Por qué? ¿Qué intenciones tenés? —No quería repetirle a ese hombre que ella ya tenía novio y que no estaba buscando ningún tipo de aventura.
—Solamente una: la de ser un buen vecino.
—¿Solo vecino? —Preguntó ella con frialdad.
—Y quizás, con el tiempo, podamos ser buenos amigos.
—Si con “ser amigos” te referís a lo que hacés con tus… amiguitas, entonces desde ya te digo que estás muy equivocado conmigo.
—La que se equivoca sos vos —Sara no esperaba esa respuesta. Se quedó en silencio y alerta—. A esas mujeres ni siquiera puedo considerarlas amigas. A Natalia la vi solo una vez y a Vany, a pesar de que la conozco desde hace tiempo, solo la llamo cuando… em… ya sabés. Eso no es amistad, Sara. Es solo sexo. Pero tampoco pretendo obligarte a que seas mi amiga. Me basta con ser un buen vecino, y por eso tengo que empezar pidiéndote disculpas.
—¿Por los ruidos o por la forma en que me trataron tus amig… tus amantes?
—Por las dos cosas. Sinceramente a veces me dejo llevar por la situación. No me di cuenta de que estaba haciendo tanto ruido… y en ningún momento le pedí a esas mujeres que se comportaran así con vos.
—¿Fue decisión de ellas?
—Sí, lo juro —levantó la mano derecho, mostrando su palma.
—Mmmm, muy bien —Sara se sentó aún más erguida, sus pechos parecieron inflarse bajo la toalla. La tenía atada justo encima de los pezones, sabía que estaba dando un espectáculo bastante erótico, pero Hakim ni siquiera bajó la mirada. Se centró en sus ojos y nada más—. ¿Querés que empecemos desde el principio otra vez? Te escucho.
—Ok. Mi nombre es Hakim Diabayé. Tengo veintitrés años —Sara se quedó sorprendida, ¿de verdad ese tipo tenía veintitrés años? Por su porte físico parece mayor de treinta—. Soy de Senegal, pero llevo cinco años viviendo en Argentina.
—Por eso tenés ese acento tan peculiar.
—Así es. Aunque lo voy perdiendo con los años, ya me estoy acostumbrando a la forma en la que hablan los argentinos. Me gusta el acento que tienen —volvió a sonreír.
—¿Y a qué te dedicás, Hakim?
—Soy jugador de fútbol. Antes jugaba para Nueva Chicago, pero recientemente empecé a jugar en Ferro Carril Oeste, por eso me mudé a este departamento.
—Ah… tiene sentido, sí. La cancha de Ferro está a unas diez o doce cuadras de acá. Es la primera vez que conozco un jugador de fútbol profesional. ¿Sos bueno?
—Sí que lo soy, aunque… si te soy sincero, dentro de un par de años me gustaría estar jugando en Europa. Ahí pagan mucho mejor.
—Es el sueño de cualquier jugador sudamericano. Por eso los mejores nunca se quedan.
—Sí, yo siempre digo que el fútbol sudamericano es tan bueno que solo en Europa pueden pagarlo. Y algo parecido está ocurriendo con África. Pero bueno, no quiero aburrirte con estos detalles. Me gustaría saber más de vos.
—Mmm. Bien. Me llamo Sara Ferreira, tengo veintiseis años. Trabajo en una oficina. Es algo rutinario, a muchos les aburriría; pero a mí me gusta la rutina.
—Yo no puedo soportar la rutina —aseguró Hakim. Para volver a probarlo, Sara separó un poco sus piernas. Él ni siquiera hizo el intento por mirar—. Aunque, si a vos te hace feliz… ¿quién soy yo para decirte lo contrario?
—Sí, soy feliz. Mi vida es cómoda. Tranquila. Rutinaria. Intento acostarme a un horario decente para poder levantarme temprano al otro día e ir a trabajar.
—Lo entiendo perfectamente. Haré lo posible por no causarte más molestias. Encantado de conocerte, Sara. Espero que de ahora en adelante podamos llevarnos mejor. Me voy, no quiero robarte más tiempo. Si estabas bañándote, seguramente tenés planes.
—Siempre me baño después de salir a correr. Aunque, justamente hoy sí tengo planes. Voy a salir a cenar con mi novio.
—Muy bien, algún día me gustaría conocerlo.
Hakim se marchó, dejándola sola. Se sintió un poco estúpida por haberlo puesto a prueba de esa manera. Él ni siquiera se fijó en su cuerpo, le habló como si estuviera completamente vestida. Definitivamente Hakim no es como la mayoría de los hombres que conoció.