Sara abrió la puerta al tercer timbrazo. Creyó que se trataría de Hakim, quizás para pedir disculpas por llevar más de una semana haciendo ruido de forma casi constante. Habían pasado diez días desde que se mudó al edificio y solo podía recordar dos noches de paz. Estaba intentando ser tolerante; pero la paciencia tiene un límite.
Sin embargo, no se trataba de Hakim. Frente a ella había una joven de diecinueve años a la que conocía por los esporádicos cruces que habían tenido en el ascensor.
—Hola, Paulina ¿cómo estás? Disculpá que demoré en atender. Justo me estaba cambiando para salir a correr.
—Ah, te encontré justo entonces.
—¿Necesitás algo?
—Sí, la verdad es que sí. Necesito que me hagas un gran favor. Estoy intentando localizar a tu vecino, pero no responde.
—Ah… quizás está entrenando. ¿Para qué lo necesitás?
—Tengo que hablar con él muy seriamente, de lo contrario lo voy a denunciar.
—Epa… ¿qué pasó? —Sara analizó detenidamente a Paulina, era una chica sencilla, pero muy bonita. Por lo general llevaba su cabello castaño atado en una cola de caballo y solía usar ropa deportiva. Ahora mismo tenía puesta una remera sin mangas con un sugerente escote. Los pechos de Paulina son más pequeños que los de Sara, aunque están muy bien definidos, siempre bien levantados. Y para colmo lleva el ombligo a la vista. El pantalón n***o es algo holgado, pero aún así le queda muy bien. Le da un toque juvenil—. ¿Acaso Hakim se te insinuó de forma inapropiada?
—No, no… a mí no. A mí mamá…
—¿A tu mamá? —Sara recordó a Norma, la madre de Paulina. Una mujer… bueno, ¿cómo podría describirla? Si Paulina se puede considerar sencilla pero bonita, su madre se queda solo con el sencilla. Es algo rechoncha, bajita, de cara no está tan mal; pero no es la clase de mujer que atrae miradas, mucho menos cuando está junto a su hija—. ¿Qué fue lo que le dijo a tu mamá?
—Bueno, no estoy del todo segura. Solamente los vi hablando en hall, mi mamá se reía mucho de sus comentarios… y ya vi muchos tipos chamuyando en mi vida como para entender qué era lo que estaba intentando hacer Hakim. Y hace poco vi que mi mamá ponía excusas para salir a las ocho o nueve de la noche para “comprar algo y vengo”. Tardaba más de una hora. El otro día vi que al salir de casa el ascensor, en lugar de bajar, subió… hasta este piso.
—Quizás vino a charlar con Amelia.
—Mi mamá no se lleva bien con Amelia. No le caen bien las depresivas.
—Amelia no es… —Sara se quedó a mitad de la frase. Quería defender a su vecina, aunque en el fondo sabía que Paulina tenía razón. Amelia tiene una clara tendencia a deprimirse. La vio llorando en los pasillos más de una vez—. Em… ¿te molesta si vamos bajando mientras me contás el resto?
—Sí, claro. No te quiero robar mucho tiempo.
* * * * * * * * *
Cuando le llegó un mensaje de texto de Paulina, se sorprendió. Esa chica le había escrito por última vez hacía tres meses, solo para invitarla a salir a correr. Y ahora le había enviado un simple “Hola, ¿cómo estás?”.
Habían pasado dos días desde que charlaron en el ascensor y Sara se alegró, quizás estaba más cerca de hacer una nueva amiga en el edificio. Le gustaría ser amiga de Paulina, le cae bien, es simpática y divertida, además le gusta correr. Se dio cuenta de que en realidad no sabía mucho de ella; pero eso se podía solucionar en un par de tardes tomando mates juntas. Pensó en invitarla después de responderle el saludo. Sin embargo, la respuesta que recibió la disuadió de hacerlo.
—Mirá lo que encontré en el celular de mi mamá —decía Paulina en su segundo mensaje.
Y a continuación envió una foto de una mujer desnuda. A Sara le llevó un par de segundos reconocer a Norma en la imagen. Esa mujer de pelo n***o y hasta los hombros, regordeta y simpaticona, estaba sentada en su cama, abierta de piernas y sonreía para su fotógrafo mientras separaba sus labios vaginales con dos dedos.
—Ay… no deberías mandarme eso sin consultarle a tu mamá —respondió Sara.
—Me da igual. Estoy segura de que esa foto se la sacó Hakim.
— ¿Y cómo podés estar tan segura? Quizás se la sacó tu papá.
—No, porque esa no es la cama de mi mamá…
—Ah…
—Además… mirá esto: la prueba definitiva.
Recibió una segunda foto, incluso más impactante que la anterior. Si a Sara le sorprendió ver a Norma en una actitud tan erótica, esto ya no lo podía dimensionar. Y la evidencia era irrefutable. Nora estaba de rodillas, mirando fijamente hacia arriba, hacia el lente de la cámara, y estaba luchano por tragar un glande n***o y bien ancho. Se notaba que estaba haciendo un enorme esfuerzo por tenerlo dentro de la boca, tenía toda la cara roja.
—Ay, Paulina —escribió Sara—. Yo solo intentaba reducir la tensión; pero ya no hay dudas. Esa es tu mamá y ese tipo solo puede ser Hakim. Lo siento mucho.
—Y aún hay más…
La siguiente foto que mandó mostraba a Norma acostada boca arriba en la cama, con las rodillas a la altura de la cabeza, toda abierta, sudada y con la cara roja. Estaba recibiendo una gran v***a por la concha. Sara se quedó boquiabierta. A pesar de que no podía ver ese pene en toda su dimensión, porque una buena parte estaba dentro de Norma, el tamaño era impresionante.
—¡Ay por favor!
—Yo ni siquiera sabía que mi mamá podía abrir las piernas de esa manera —comentó Paulina—, y ahora también me entero de que tiene una concha en el espacio de un hangar.
—Es impresionante que le entre todo eso —escribió Sara.
—¿Viste? —A continuación envió un mensaje de voz—. A mi mamá se la están cogiendo con un cañón de alto calibre, y yo ni siquiera sé cómo reaccionar a eso. Y disculpá que te joda con todo esto, pero vos sos una de las pocas personas con las que hablé del tema. ¿Entendés cómo me siento? Es mi mamá. La misma mamá que me preparaba el desayuno todos los días y me peinaba para ir a la escuela… esa mamá a la que siempre vi como un ser asexual, ajena a todo morbo… y ahora la tengo que ver toda abierta y reventada por una pija kilométrica. Y mirá, hay más…
Al finalizar el audio, envió un video. Duraba apenas veinte segundos. Se podía ver claramente a Norma en la misma posición de la foto sufriendo (o disfrutando) con esa v***a inmensa que parecía un monstruo del espacio profanando su cuerpo.
Pocos segundos después de que el video hubiera finalizado, Sara recibió una llamada de Paulina.
—¿Te das cuenta? —dijo la chica apenas aceptó la llamada.
—¿De qué? —Preguntó Sara, que aún estaba un poco aturdida por tanto contenido explícito.
—Del pedazo de chota que le están metiendo a mi vieja.
—Em… bueno, sí… hay que reconocer que es… importante.
—Vi ese video como un millón de veces… no puedo creer que le entre todo eso… y además, hay un detalle que no me puedo sacar de la cabeza.
—¿Cuál?
—Mirá el video otra vez…
—Lo estoy mirando —y era cierto, esas imágenes se estaban reproduciendo en un bucle constante en la pantalla de su celular—. Aunque no sé cuál es el detalle al que te referís…
—Mirá bien la v***a…
—Ajá… —la mirada de Sara estaba puesta en el ancho falo. No podía creer que ese m*****o perteneciera a su vecino.
—Está toda mojada…
—Ah sí… ¿Estará usando lubricante?
—No, después de mirar atentamente me di cuenta que todo eso sale de la concha de mi mamá. Y cada vez que se la mete, se moja más. ¿Entendés lo que eso significa? ¡La está haciendo gozar como una puta! ¡A mi mamá! ¡La convirtió en puta!
—Emm… sigue siendo tu mamá.
—Mi mamá no era puta antes de conocer a ese tipo. Te lo puedo asegurar —Sara hizo silencio, ya no sabía qué responder—. Disculpá por joderte con este tema, sé que me pasé de la raya…
—No, no… está bien, Paulina. Me alegra que me hayas llamado. Podés mandarme mensajes cuando quieras.
—¿De verdad?
—Sí, de verdad. Podés contarme lo que quieras cuando quieras.
—Ay, es muy bueno saberlo. Sinceramente en estos días necesito más de una oreja para que me escuche.
—Y podés contar conmigo.
—Muchas gracias, Sara. Sos muy buena.
Se despidieron y cortaron la llamada. Sara se quedó pensando en que no debería molestarse con Paulina por haberle enviado ese material tan explícito sin consultarle, al fin y al cabo ella solo intentaba tratarla como una amiga… y le vendría muy bien tener una. Con el tiempo se distanció de las pocas amistades que tenía. Ahora solo tiene a João… pero João no cuenta. Con él no puede hablar de “cosas de chicas”.
Entraron en el ascensor, Paulina presionó el piso número siete y Sara el de la planta baja.
—En fin… debe haber otra explicación para el comportamiento de tu madre.
—No lo creo. Y ella está casada, ¿entendés? Si yo me entero que le está poniendo los cuernos a mi papá con ese tipo, te juro que armo un quilombo inmenso. Lo voy a denunciar.
—Emm… no creo que se pueda denunciar a alguien por tener una aventura. Si Hakim no maltrató a tu mamá, no hay muchos motivos para denunciarlo.
—Pero… puede arruinar toda mi familia ¿entendés?
—Sí, sí… eso lo entiendo perfectamente. Por eso contame ¿qué querés que haga?
—Simple: quiero que prestes atención a quiénes lo visitan. Si algún día llegás a ver a mi mamá en el piso diecinueve, avisame. Ella no tiene nada que hacer ahí.
—Mmm… bueno, voy a estar atenta. Te sugiero que no te obsesiones tanto con este tema, porque podrías estar formándote una imagen equivocada de tu mamá.
—Lo sé. Te juro que jamás se pasó por la cabeza que mi mamá pueda ser infiel. Ella ni siquiera hace comentarios sobre el sexo o los hombres. Es feliz con mi papá. Lo sé, porque se le nota. Empecé a sospechar de ella cuando la vi subir esa noche justo al piso en el que vive Hakim… y relacioné la vez que los vi charlando. Además… la vi riéndose mientras mandaba mensajitos, estaba en la pieza… y vi que se sacaba una foto sonriendo… y que después la enviaba.
— ¿Y eso qué tiene de malo?
—Que estaba desnuda.
—Ah… ya veo. Em… ¿Y no podría haberle mandado esa foto a tu papá?
—Mi papá ni siquiera usa celular. Es muy chapado a la antigua.
—Ah… em… —Sara quería darle más motivos a Paulina para que no pensara que su madre estaba teniendo una aventura extramatrimonial; pero la cosa no pintaba bien. Por suerte llegaron al piso siete. Salvada por la campana.
—Bueno, te dejo en paz —dijo Paulina—. Gracias por todo, y por favor no hables de esto con nadie.
—No, claro que no. Ah… em… por cierto ¿no tenés ganas de salir a correr un rato? Estuve entrenando y estoy segura de que te puedo seguir el ritmo.
—Te lo agradezco, Sara. No me gusta salir a correr sola; pero hoy no. Estoy demasiado enojada. Y necesito ver qué está haciendo mi mamá.
—Está bien. Lo dejamos para otro día. Adiós.