— Si, por Dios, organiza eso, no me lo quiero perder. — Pero no le digas nada a ella, recuerda, es un secreto. — Por supuesto. Mi sobrina y yo nos despedimos, con la promesa explícita por su parte, de que la próxima vez yo iba a ser testigo de excepción de aquello, pero sin contarle nada a Leidy, por supuesto, ya que ella todavía no podía confesarme algo como eso... y además iba a ser complicado, conociéndola como la conozco. Se puede decir que el camino a casa fui totalmente excitado recordando cada palabra de mi sobrina y nada llegar a mi apartamento, me encontré a Leidy envuelta en una toalla y en cuanto cerré la puerta se lanzó a mis brazos para pegarme un beso contundente, en el que pronto entraron en juego nuestras respectivas lenguas... no me costó mucho